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En América Latina también tenemos una gran cantidad de víctimas en el vocabulario. Independencia es una de las palabras que, con más frecuencia, ha padecido diversos abusos. Lo mismo ocurre con la palabra libertad o con la palabra patria. Son sonidos que viven casi siempre en batallas permanentes, intentando aferrarse a su voz original y tratando de liberarse de las retóricas con las que el poder pretende secuestrarlas.
Quizás por eso preferimos la improvisación de la música popular a la solemnidad de los himnos. Andamos por los rincones del lenguaje buscando nuevas maneras de nombrarnos. En estos tiempos de bicentenarios, donde también desfilan los discursos, no puedo dejar de asociar la independencia a lo heterogéneo, a lo diverso. Creo que la autonomía también es un ejercicio de disidencia. Doscientos años después, quizás vale la pena recordar que sólo desde lo plural se puede realmente elegir. No hay independencia sin diversidad.
TODO POR LA INDEPENDENCIA
Sin aspaviento alguno y en forma absolutamente callada, realmente para mí, pues sólo a mi me concierne, creo que desde muy joven en mi vida hubo toda una serie de muy serias decisiones que me permitieron alcanzar y mantener en todo momento una total independencia para llegar a ser un escritor, primero, y más adelante para ser siempre tanto un hombre como un escritor sumamente independiente.
Tuve que luchar, en primer lugar, contra la oposición de mi padre a tener un hijo escritor, y el único varón además, ya que el primero de mis hermanos fue sordomudo y retrasado mental de nacimiento, mientras que el segundo se negó de plano a terminar incluso su primer año de secundaria, con lo cual, por más inteligente que fuera, se quedó en primaria y no perdió nunca esa actitud de rebeldía que le impidió casi siempre trabajar y lo obligó en cambio a vivir como una persona absolutamente marginal.
Torear la imposición de mi padre para que fuera abogado, hizo que no sólo lo fuera sino que obtuviera paralelamente un doctorado en Literatura y, en un barco de carga, prácticamente me escapara de mi casa rumbo a Europa una madrugada. Viví luego en varios países, aunque devolviendo siempre las sumas de dinero con que mi padre intentó recuperarme. Y lavé vasos y copas en un bar de pes cadores en Mykonos, por ejemplo, mientras escribía mi primer libro. El segundo y el tercer libri los escribí, ya de regreso a París, mientras daba clases de idiomas que, al mismo tiempo estudiaba, en un colejucho semiclandestino del barrio del Marais. Y mis años de profesor en diversas universidades francesas duraron sólo lo estrictamente necesario para escribir unos cuantos libros más.
Los derechos de autor me libraron de aquella carga, no bien me dieron para seguir adelante sin dictar una clase más y, por supuesto, también la rotunda decisión de no ser jamás padre de nadie que pudiese parecerse siquiera a uno de mis hermanos hombres, hizo el resto. Mi independencia total, como podrá verse, fue siempre antes que nada.
Independencia es una voz que, desde la lògica, tiene un valor negativo introducido por el prefijo IN...Sin embargo, por razones històricas cobra sobre todo en las Amèricas , un valor positivo y prestigioso. Persona independiente es aquella que sabe y puede hacer las cosas por sì misma. que tiene capacidad de iniciativa y es emprendedora.On esta jamais mieux servi que para soi meme...dice un proverbio francès.y lo ilustra hasta la caricatura la imagen del Baròn de Munchhausen que, al atravesar un rìo helado con su cabalgadura, logra salir del apuro jalàndose a sì mismo del cuello. Curiosamente, al menos la Amèrica Hispana, esa imagen de auto-suficiencia està matizada por otra, pues el Nuevo Mundo es, en muchos aspectos, el mundo de los criados y de los fàmulos, del servicio y del asistente, del personal que hace la cocina, lava los trastes, barre las calles. El sueño dorado y a las veces dolarizado de ''hacer la Amèrica'' tiene como correlato ese mundo del mando donde los que mandan no sirven, pues son señoritos que no saben hacer nada con las manos y desdeñan cualquier actividad manual como indigna de su condiciòn..Incluso en la llamada ''civilizaciòn americana'' que yo prefiero llamar usamericana, el advenimiento del servicio domèstico como un apoyo para el ''trabajo-- fantasma'' ---como dice Ivan Illich-- que realizan todos los dìas las mujeres para sus cultos y torpes varones se da esta ''dependencia'' en el seno de las personas dizque independientes. Ahì cobra todo su valor una breve estampa de nuestro santo maestro Max Jacob, dedicada a Guillaume Apollinaire, '''La situaciòn de las sirvientas en Mèxico'' , que concluye citando un editorial intencionado del Journal de Gens de Maison ..''no dependemos ni de lo que parecemos depender, ni de lo que queremos depender, ni de lo que nos prohibimos depender y, sin embargo, parecemos depender, sino que dependemos de nosotros mismos y --agrega-- dependemos aùn màs de lo que no parecerìa que dependemos.''
Con estas frases de Max Jacob sobre '' la situaciòn de las sirvientas en Mèxico'' se contribuye a pulir la piedra dura y negra, como la obsidiana, de la dependencia y la independencia.
En cuanto a las independencias me simpatizan las dos: la de los americanos del imperio español y la de los españoles de Napoleón, aunque en esta última no estoy seguro de no haber sido un afrancesado. Prefiero imaginarme en el siglo XIX más como pintor en el Salón de los Independientes, que como insurgente o militar en las guerras por las independencias. En la escuela, dada mi condición de hijo de exiliados españoles, me identificaba con Mina, que unió ambas guerras y que murió fusilado. Hace mucho que no pretendo ser independiente: uno se cree independiente, se acaba el agua y el plomero no viene. He tratado, a trompicones, de vivir planteándome un equilibrio entre la compañía y mi intimidad de hombre adentro; intentando la solidaridad, como forma de simpatía con el prójimo; otorgándome y otorgándole el derecho a cuartos separados; a una independencia relativa, que expresa muy bien este decir mexicano: "juntos, pero no revueltos".
INDEPENDENCIA
Condición y privilegio de no depender de otra voluntad que la propia. Ejercicio radical de libertad. Expresión suprema de la soberanía, tanto individual como colectiva, que resulta del proceso de emancipación de un poder preexistente.
Sustantivo susceptible de ajustarse mejor a un campo semántico u otro, en función del adjetivo que lo acompaña. La independencia económica ha sido la clave de la única revolución social triunfante del siglo XX, la lucha de las mujeres por la conquista de sus derechos y la consecución de un estatuto jurídico equiparable al de los hombres. La independencia nacional ha alentado durante siglos, y alienta aún en la actualidad, causas justas e injustas, en cuyo nombre se han producido gestas de heroicidad conmovedora, crímenes aislados y genocidios horrendos. La independencia intelectual es una obligación y una quimera, pero de la aparente contradicción de ambos términos, brota la convicción de que la actitud de perseguirla representa ya una conquista en sí misma.
Almudena Grandes
INDEPENDENCIA: en la atribulada historia de las naciones americanas, dícese de la posibilidad ocasional de cambiar de metrópolis, caudillo o empresa multinacional. //2. Avenida --: en la ciudad de Buenos Aires, vía pública interrumpida por la calle Defensa, y paralela a la calle Estados Unidos.
Y, sin embargo, cuánto discurso ha utilizado este término para justificar nuevas coacciones.
Cuánto se ha aprovechado el que lleve prefijo, el que no acabe de dejar atrás lo que niega, y forme parte aún de la palabra.
Cuánto discurso se ha aprovechado de que el término no vive sino de esa negativa, aludiendo siempre a una antigua relación.
Porque de quien se dice que es, por fin, independiente, no lo es todavía, no termina de serlo.
No está zafado del todo y existe en función de aquello de lo que se desentendiera.
No es, en suma libre todavía.
Así que, mejor que independencia, libertad.
Un término sin prefijo, sin sombra, suelto.
¿INDEPENDECIA... DE QUÉ? ¿INDEPENDENCIA... DE QUIÉN?
Hace un tiempo que leí un chiste gráfico en el que se veía a un soldado napoleónico que decía: "Los franceses invadimos España para luchar contra el terrorismo". Quizá por eso, los fernandinos sublevados contra Napoléon respondieron entonces a esta interpretación futura con su famoso grito: "¡Vivan las cadenas!". Está claro que los franceses no entraron en España como los estadounidenses en Irak o Afganistán, pero lo que sí es cierto es que entraron con la sana idea de predicar y extender las ideas de la Ilustración, ideas con las que se identificaban algunos de los más cultos e inteligentes prohombres españoles. Después de Napoléon, lo que vino fue la restauración de "la Hidra Coronada", como llamaba a la monarquía Europea el gran prócer del americanismo Andrés Bello. José Martí, por su parte, dedicó tantos esfuerzos como los dedicados a su lucha contra España en advertir a los independentistas cubanos sobre el peligro de que el proceso de independencia de una potencia colonial pudiera desembocar en el sometimiento a otra potencia colonial.
A quienes no creemos demasiado en las patrias se nos deshace un poco entre los dientes el fervor de la palabra independencia. ¿Independencia de que...?¿Independencia de quien...? El poeta Guillermo Rodriguez Rivera me decía recientemente que la mejor solución para Cuba sería la de unirse de nuevo a España como una autonomía. No sé... No sé si en el mundo que vivimos la palabra independencia tiene algún sentido.
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