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La independencia total es algo imposible y hasta indeseable. Llevado al extremo, un hombre que prescinda por completo de sus semejantes para su supervivencia, siempre dependerá en alguna medida de factores tan diversos como el clima o el azar. Y sin embargo, en muchas culturas ha surgido con fuerza esa idea y ese deseo (mi profesor de quechua decía que en el vocabulario antiguo de ese idioma andino no existía la palabra libertad) hasta el punto de arraigar en pueblos enteros que se han rebelado contra el opresor. Una idea que sabe comprender desde el sabio hasta el ignorante. Se puede ser dependiente y feliz, como un niño. Pero llega un momento en que crece la necesidad de no rendir cuentas de tus actos ante una autoridad determinada, un momento en el que someter tus deseos al precio de cierto bienestar se hace imposible. O que los abusos llegan a ser intolerables. Y entonces nos domina esa rabia o esa pasión. Ese "basta ya". Sea cual sea la dimensión de esa lucha -en el ámbito familiar o en el campo público- cualquier logro será valorado. Cada paso sabe a gloria. Porque la independencia es mejor beberla poco a poco, disfrutándola como quien silabea al aprender a leer. Sólo así se llegan a comprender sus frases, sus trampas y sus placeres. Sólo así se madura con ella y en ella.
Hace más de cien años, José Martí escribió: "So pretexto de completar al ser humano, lo interrumpen. No bien nace, ya están en pie, junto a su cuna con grandes y fuertes vendas preparadas en las manos, las filosofías, las religiones, las pasiones de los padres, los sistemas políticos. Y lo atan; y loenfajan; y el hombre es ya, por toda su vida en la tierra, un caballo embridado".
Creo que nadie como Martí ha logrado expresar el afán del hombre por ser libre y cómo los moldes prehechos de la sociedad se lo impiden. Las convenciones creadas limitan la existencia verdadera, el poder político y económico moldea el libre albedrío, la propaganda (abierta o sutil) condiciona e impone vías marcadas en un mundo donde, según Martí, "las redenciones han venido siendo teóricas y formales: es necesario que sean efectivas y esenciales".
Confío, como Martí, en un mundo más justo y humano. Y ese otro mundo será posible solamente a través del arte y la cultura. No serán las guerras, ni los fanatismos, ni las ideas impuestas las que aseguren la libertad de nuestro entorno, sino comprobar que la verdadera comunicación humana no conoce fronteras culturales. Por eso hago cine. Porque pienso, al igual que Martí, que ni la verdadera independencia existe "ni la libertad política subsiste, mientras no se asegure la libertad espiritual".
© Casa de América. La Casa de América y La estafeta del viento no asumen responsabilidad alguna por las opiniones expresadas por sus editores, redactores y colaboradores.