La Casa
Yo también defenderé la casa de mi padre,
cómo no, Gabriel, mi poeta favorito.
Me acuerdo mucho de tí, Aresti,
y me pregunto cómo supiste aguantar
todo lo que se decía de tí.
Es curioso pero ahora todos te veneran,
hasta los que un día te quisieron mal.
Sigue siendo difícil escribir algo bueno aquí, Gabriel:
tras los pinos sigue habiendo sombras, tras los lápices
miedo.
Yo también defenderé la casa de mi padre, Gabriel.
Pero déjame ser un poco infiel: pintar
las paredes de colores, colocar muebles baratos de IKEA aquí y allá,
cenar el kebab que compré en la esquina
junto a mis amigos.
Yo también defenderé la casa de mi padre.
Pero déjame que la abandone,
que cierre puertas y ventanas,
aunque sea por un momento.
Para poder así montar en el jardín de la casa
una tienda de camping,
y pasar allí la noche con los niños.
Tan sólo para eso, Gabriel.