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Actualización: 25/06/2012

Homenaje a Tomás Segovia

José Manuel Caballero Bonald

Recuerdo que Tomás Segovia me envió hace unos veinticinco años su libro Anagnórisis con una dedicatoria donde se leía: “esta otra búsqueda de desarraigado”. Esa idea del desarraigo va a acompañar a Tomás Segovia a lo largo de sus muchos años de exilio mexicano, afectando humana y literariamente a quien empezaba a hacerse preguntas y a buscar sus propias respuestas. Se ha hablado mucho de las huellas imborrables que dejó el exilio en quienes lo padecieron. Por lo que respecta a México, todos sabemos muy bien hasta qué punto la actitud ejemplar del presidente Lázaro Cárdenas propició la defensa de la causa de la República española y dio asilo a la riada de vencidos que tuvieron que abandonar España.

Hay un capítulo relevante en toda esa historia de la diáspora tras la guerra civil: el de los hijos del exilio. Y aquí se sitúa de hecho la figura de Tomás Segovia. Esos hijos de los emigrados padecieron una difícil integración en una tierra que no era la suya y que, si bien los acogió con afecto magnánimo, les resultaba ajena de algún modo. Además, el hecho de preservar la idea de España a través de recuerdos y lecturas, no siempre supuso un fácil aprendizaje. Ese conflicto emocional va a constituir a la larga un indirecto nutriente literario. Aunque no se refirieran a su condición de exiliados, hay como una impregnación, un contagio sutil que afecta de algún modo a la poesía de quienes habían sido niños del exilio.

Esos niños, esos poetas nacidos en España y llevados a México tras la guerra civil, forman por así decirlo un grupo no homogéneo, pero de similares connotaciones humanas. Ahí podrían incluirse a Manuel Durán, Luis Ríus, García Ascot, Nuria Parés, Enrique de Rivas y, por supuesto, a Tomás Segovia. Todos ellos nacieron entre 1926 y 1931, es decir, coinciden por edad con el grupo poético español del 50, con cuyos componentes enlazan por motivos amistosos y más o menos coincidentes andanzas literarias.

Pero justamente en 1957, cuando esos poetas españoles amigos adoptan  un urgente compromiso civil, afirmaba Tomás Segovia que le parecía inexcusable revalorizar la estética de Juan Ramón Jiménez frente a ciertas tendencias simplificadoras. Una inteligente defensa que contrasta, por una parte, con los rumbos políticamente realistas de la poesía propugnada por aquellos años en España y que, por otra, anticipa lo que efectivamente iba a ocurrir años después.

La obra poética de Tomás Segovia se inicia en 1950 con La luz provisional, prosigue con libros como El sol y su eco, el citado Anagnórisis, Cuaderno del nómada, Cantata a solas, Noticia natural y se cierra conMisma juventud, que es del 2000. María Luisa Capella me acaba de enviar un libro póstumo, publicado en México -pero aún no en España-, titulado Rastreos y otros poemas. Hay una consabida pregunta que ya parece haber sido contestada. ¿En qué historia literaria hay que encuadrar a Tomás Segovia? Se ha hablado mucho de esa peculiar situación de los poetas españoles que se trasladaron a México siendo niños y cuya pertenencia a una literatura concreta -la mexicana o la española- ha suscitado siempre ciertos desajustes. Tomás Segovia -como otros compañeros del exilio- no pertenece a la historia de la literatura mexicana, pero tampoco a la española, o dicho de otro modo, pertenece a la literatura española, pero también a la mexicana. A veces se ha incluido de manera intermitente en una u otra franja literaria del idioma, cosa que no contribuyó a normalizar la difusión de su obra. En realidad, todo eso no tiene -o no debería tener- otro valor que el anecdótico, pero en el fondo sí dificultó un registro justiciero de las literaturas del exilio.

 La  poesía de Tomás Segovia va desplegándose fecundamente según una tradición en la que también se insertan otros poetas españoles de su edad. Ya apunté que la historia vivida, la experiencia del exilio, se filtra desde un principio, aunque sea de modo esporádico, en esta poesía. Difícilmente podría ser de otro modo. Citaré un sólo ejemplo; se titula “Aniversario” y lleva una fecha clave: “julio, 1936”.

 

Tanto tiempo después y aún no comprendo

esta sombra brutal

que veis a veces todavía

danzar al fondo de mis ojos

y que cayó sobre ellos un día de mi infancia

cuando en una mañana radiante despertaba

y contra el cielo fresco

vi levantarse un impensable brazo

que apuñaló a mi Madre.

 

En líneas generales, la poesía de Tomás Segovia se articula a un largo proceso de introspecciones. Los sondeos en la intimidad, el discurso meditabundo, las melancolías interpuestas, la ironía, estabilizan el alcance temático, la independencia de objetivos de esta poesía. Y junto a ello, la calidad gozosa del texto, su elegancia expresiva, la estructura entrecortada que avala y enriquece una obra que ha sido -y sigue siendo- un emocionante ejercicio de indagación simbólica en la realidad. Seguir leyéndolo equivale a seguir conversando con él.

José Manuel Caballero Bonald

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'Al poeta en su cumpleaños. Homenaje a Tomás Segovia (1927-2011)

Video del acto celebrado en Casa de América en homenaje a Tomás Segovia el pasado 21 de mayo de 2012, a los pocos meses de su fallecimiento.