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Es cosa sabida que al hidalgo Alonso Quijada o Quesada o Quijana,que aún estos nombres son pocos para hombre de tan variable temperamento, los molinos de viento se le tornaban de pronto gigantes y los rebaños de ovejas ejércitos encantados. De unos y otros lances salió igualmente descalabrado, por lo que no es trampa deducir que no se salía mucho del camino para llegar a tales conclusiones. Y no es de extrañar que diera en atacar rebaños, por muy mansos que parecieran, o incluso con más razón a éstos, pues él nunca fue del bando de los que se dejan conducir más que porla fantasía (que es la razón a caballo) ni del batallón desarmado de los quietos. Si don Quijote volviera, yo sería su escudero... ¡Qué mal caballero era!
Por Martín López-Vega
Lugar sagrado, de invención posterior a los templos, donde unos devotos descreídos participan de la superstición. Teatro que deja de ser teatro: diluye los límites entre la realidad y la ficción para que el fin justifique los medios de comunicación y los medios de comunicación justifiquen el fin. Escenario en el que se cuentan grandes historias sentimentales que esconden las intenciones de un pícaro. Aplícase también a las cadenas de televisión contemporáneas, que barajan, seleccionan, olvidan y destacan noticas y quimeras, según los intereses de sus dueños, para que el tiempo suceda en el mundo de los simulacros y las realidades virtuales. Episodio de El Quijote utilizado para demostrar que muchos burgueses pragmáticos, decididos a defender la libertad y la seguridad de sus familias, a morir y matar por la dignidad de sus patrias, y a disfrutar del dinero ganado con el sudor de su frente, sólo viven una forma de locura, que les hace pasar de las palabras a los hechos sin tomar conciencia del mundo en el que viven. No es que don Quijote esté cuerdo, como pensaron los románticos; es que todos vamos estando locos en manos de las nuevas supersticiones.
Por Luis García Montero
Los Ricote nunca son lo que parecen. El padre, cuando lo encuentra Sancho nada más volver de su isla Barataria, es por fuera un alemán que pide limosna, pero en verdad no es ni una cosa la otra: ni tudesco ni pobre, sino su vecino Ricote, el tendero morisco de su pueblo, expulsado como todos sus iguales de España y que vuelve al país, tras pasar por Francia, Italia y Alemania, para desenterrar el gran tesoro que dejó oculto al huír. Claro que Sancho tampoco es lo que parece, porque ni ha sido el gobernador que él piensa, ni es el hombre que ya no necesita los doscientos escudos que le ofrece Ricote por ayudarle a desenterrar su tesoro. La siguiente vez que aparece Ricote es en Barcelona, poco después de que don Quijote haya visto en una imprenta de la ciudad otra impostura: la continuación apócrifa de sus aventuras; y en esta ocasión no sólo está disfrazado él, entonces de peregrino, sino también su hija Ana Félix, que aparece en el puerto vestida de capitán de un bajel y se salva de ser ahorcada a costa de descubrir su identidad. Aunque ésa es ya casi otra historia. En cualquier caso, aquí todo es mentira: la mora es cristiana, el peregrino cristiano un morisco en fuga y el Quijote que preparan las imprentas, un plagio a Cervantes. Qué bien liada y desliada la madeja.
Por Benjamín Prado
Eres, Rocinante, el más sabio de todos los jamelgos. Fuiste el hado de nuestro señor don Quijote. Fuiste tú el que lo condujo a la venta, a los molinos de viento, a su señora Dulcinea, a tantas aventuras más de las que salimos enriquecidos para siempre. Nuestro hidalgo se dejaba guiar por ti, se dejaba llevar sin resistencia, porque sabía que tú eras su estrella, su destino.
Por Claribel Alegría
Se busca: Perot Roque Guinarda, alias Roque Guinart, treinta y cuatro años, complexión fuerte, robusto, más que mediana proporción, color moreno. Se mueve por el Montseny acompañado de cuarenta ladrones, entre gascones y gente rústica y desbaratada. Fue visto por última vez a las puertas de Barcelona, a cuatro días de la noche de san Juan, a la altura de la página mil. Le acompañaban un flaco loco a lomos de un rocín más que escuálido y un hombre rústico, chaparro y cejijunto. Sus familias han denunciado su desaparición en un lugar perdido de La Mancha. Pueden ser peligrosos para la historia de la literatura. Se ruega a quien pueda tener razón de esa desigual tropa se ponga en contacto con el servicio de socorro de Radio Nacional de España.
Por Javier Rodríguez Marcos
© Casa de América. La Casa de América y La estafeta del viento no asumen responsabilidad alguna por las opiniones expresadas por sus editores, redactores y colaboradores.