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Ergo Sum

Ergo Sum

Actualización: 17/05/2013

Laura Scarano

Un guante arrojado desde el otro lado del mar, por Elena Perulero

Por Elena Perulero

"La autora de este libro se pregunta, y nos pregunta, si, en esta España del siglo XXI, seremos capaces de «mirar cara a cara» a uno de nuestros poetas más entrañables". 

El pasado 21 de febrero, dentro del programa de actividades de la Cátedra García Lorca, Luis García Montero y Araceli Iravedra presentaron el libro de Laura Scarano Ergo sum: Blas de Otero por sí mismo, editado hace pocos meses por la editorial OrbisTertius.

La profesora Scarano, que lleva años trabajando, entre otras muchas cosas, en el estudio de la obra del poeta bilbaíno, nos ofrece el primer ensayo detenido sobre Hojas de Madrid con La galerna, el más importante de los libros que Otero dejó inéditos a su muerte, y cuya publicación, incomprensiblemente demorada durante más de treinta años, nos ha descubierto la última etapa de la producción oteriana. Hojas de Madrid… constituye un riquísimo corpus que su autor nunca llegó a ordenar, quizá en un afán de que su obra quedase abierta, según el concepto de poesíabiertahacia el que había ido evolucionando desde mediados de los 60. En todo caso, esta falta de ordenación por parte del poeta ha hecho que estos últimos textos se nos presenten en secuencia cronológica, casi a modo de diario poético, revelando así, de manera muy clara, la relación existente entre la poesía de Otero y el devenir de sus días.

Ergo sum…, según declara su autora desde el prólogo, pretende pronunciar el nombre del poeta en alta voz, desafiando el —solo relativo— olvido que durante años ha podido alejar su voz de los lectores de poesía, como él mismo anticipaba ya a comienzos de los 50: «Vas a ignorarme, España, ya no sabrás de mí. […] Vas a olvidar mis once letras, once / hilos azules de tu abecedario». Porque, continúa Laura Scarano, «un pueblo debe ser capaz de auscultar su pasado y honrar las voces que fueron construyendo su identidad» y «Blas de Otero todavía tiene versos de ese pasado para que España intente comprender este presente controvertido que le toca vivir». Desde el privilegiado observatorio de la distancia geográfica y de los muchos años dedicados al estudio de la poesía española contemporánea, la autora de este libro se pregunta, y nos pregunta, si, en esta España del siglo XXI, seremos capaces de «mirar cara a cara» a uno de nuestros poetas más entrañables. Yo quiero creer que sí, que podemos enfrentarnos a la desgarrada honestidad de su mirada aguda y atenta, mucho más serena en este libro final, y a la firmeza de su voz, comprometida hasta el último momento con la paz y la libertad, en el más amplio sentido de ambos términos. Y no solo podemos, sino que debemos, porque, a poco que nos esforcemos por obviar las diferencias —quizá menores, si bien lo pensamos— entre aquella sociedad de finales de los 60-70 y la nuestra, nos daremos cuenta de que muchos de sus versos conservan intacta su actualidad.

Laura Scarano nos propone una aproximación a los poemas desde la perspectiva del autor, sirviéndose de las herramientas de la teoría literaria, que tan bien conoce, descubriendo nuevas vías para analizar y comprender los textos, y muy especialmente, la voz de la que estos emanan. Se trata pues, de un enfoque atento a la figura autorial en la obra literaria, en el convencimiento de que las etiquetas que se le han venido aplicando a lo largo de los años —poeta «social», «testimonial», «político», «histórico», «marxista» o, posteriormente, «conversacional», «coloquial», «antipoeta», etc.—le hacen poca justicia, igual que la mera clasificación de Otero como el autor más importante de la primera generación de la posguerra. Son, sin duda, etiquetas útiles para situarlo dentro de unas coordenadas historiográficas que pueden orientarnos en algunos aspectos de su poesía, pero que no bastan para explicar el conjunto de su obra, como se ve muy claramente a partir de la lectura de Hojas de Madrid con La galerna.Y es que la figura del autor se convierte en un elemento fundamental en la medida en que el poeta, desde época muy temprana, insiste en rubricar con su nombre cada uno de sus textos, muchas veces desde los mismos versos, de modo que la voz de la que surgen pueda identificarse, en todo momento, con la de Blas de Otero. A pesar de los problemas y las censuras, el bilbaíno nunca se parapetó en lo que Laura Scarano denomina «la impersonalidad del yo lírico diluyente».Esta perspectiva autorial, desterrada de los estudios literarios por el estructuralismo y sus descendientes, parece resurgir, felizmente, en los últimos tiempos, si bien debidamente matizada, al menos en lo que toca a Blas de Otero. Y Ergo sum… es un excelente ejemplo de ello, pues aborda las diferentes figuraciones del «yo» a partir de las teorizaciones autorreferenciales sobre el poema y la poesía, una de las preocupaciones centrales en el conjunto de la obra oteriana.Así, por medio de una prosa ligera y ágil, hace una serie de planteamientos teóricos que, muy acertadamente, arriban de inmediato a los versos concretos, aportandonuevos matices interpretativos.

La autora plantea cómo el poeta construye «un personaje al que denomina Blas de Otero, prestándole, además, su propia biografía». Para ella, este proyecto autorreferencial compromete dos instancias mayores: el autos y el graphé, inaugurando una peculiar autografía, «con compromisos evidentes con el byos del autor empírico, pero con plena conciencia de la factura ficcional del ser de papel que emerge de estas páginas». Habla, pues, de una poesía autográfica, denominación que le permite salvar los problemas teóricos que plantea, en términos de género, el «trajinado rótulo» de poesíaautobiográfica. Este concepto, brillantemente sustentado por una concienzuda discusión teórica, resulta, sin duda, sugerente, y sirve, además, para evitar debates estériles sobre el género y centrarnos en lo que verdaderamente importa, que son los poemas. En su formulación, Laura Scarano propone la autografía como categoría diferenciada de la biografía y de la autobiografía, en la que «la escritura del “yo” se sostiene en primer plano como gesto social de (auto)identificación, apoyado en la identidad de la firma y el nombre», y añade: «En este proceso metafórico, la subjetividad lingüística recurriría a esa figura de indudable anclaje referencial para demandar del lector la identificación con la persona que firma la obra».

A partir de los dos núcleos semánticos que conforman la autografía, el libro se estructura en dos bloques —autos y graphé—, cada uno de ellos dividido, a su vez, en tres capítulos. En el primero, titulado «Auctor: “mi nombre es Blas de Otero”», desarrolla el concepto de correlato autorial, equivalente a la figura del autor textualizado en los poemas, y analiza la problemática relación entre el autor real y el personaje/hablante. El segundo capítulo, «Byos: “la historia de mi vida”», atiende al modo en que se manifiesta una segunda articulación del autos, a través de una «vida relatada en forma de ficción autobiográfica», que recorre Hojas de Madrid…, y remite a los libros anteriores. En este relato encontramos referencias a la infancia, la familia, el amor, el compromiso civil y político o la enfermedad —la galerna—, que se corresponden con las del autor real.El tercer capítulo, con el que se cierra esta primera parte, «Alter: del yo vagamundo al yotro», explica cómo, en su complejidad, el autos crea alteridades que le permiten desarrollar facetas concretas del «yo», como la figura del vagamundo, «caminante que recorre el planeta, especialmente el orbe comunista, para construir “experiencias” donde vida y relato, ideología y existencia poética se fusionen»; o la configuración del yotro, el «yo» experimentado como «otro», con una «serie de figuraciones que complejizan aún más el estatuto del yo, a través de mecanismos de colectivización de la enunciación, objetivación, mediaciones narrativas o microhistorias de personajes». La segunda parte, centrada en el graphé, analiza la concepción de la escritura plasmada en las diferentes «autopoéticas», bastante numerosas en el libro y que completan las de su obra anterior, mostrando cómo esta concepción va, con los años, evolucionando. En el primer capítulo, «El poeta: “la caligrafía de la amistad”», examina las tres dimensiones del autor relacionadas con la escritura: en primer lugar, como obrero de la palabra, cuyo oficio se presenta, en el ámbito de lo público, como actividad social y cultural, histórica y política, pero también en el terreno más íntimo, como modo de expresión personal, siempre desde una voluntad desmitificadora; en segundo término, como poeta-lector, «que se reconoce en un legado estético»; y, finalmente, como poeta-escribiente que, por medio del homenaje a sus poetas queridos y la reescritura de sus versos, va dialogando con una tradición de la que se siente heredero directo. En «El poema: “el labio con que escribo”», se centra en el poema como resultado de la creación, donde se produce el cruce entre la escritura y la oralidad: la palabra como acto de escritura material, pero también como modo de expresión y aún de canto. Por último, «La poesía: “esta verdad vertida en la palabra”», se ocupa de la tensión entre verdad y ficción, y entre vida y literatura, así como de la concepción fragmentaria de su obra, muy especialmente en las «hojas» que componen su último libro.

Con este ensayo, Laura Scarano pone de manifiesto la innegable importancia deHojas de Madrid con La galerna, «como bisagra entre la utopía social y la ética de la resistencia, entre la ilusión referencial y la conciencia del artificio ficcional, entre la memoria activa de la tradición y la apertura del verso hacia otros géneros» y se pregunta qué habría ocurrido si este libro se hubiera publicado a su debido tiempo, «en las postrimerías de la década del 70», aventurando: «Blas de Otero hubiera demostrado que la experimentación discursiva, el fluir onírico, el collage y los procedimientos irracionalistas no están reñidos con un programa poético fundado en la voluntad de compromiso con los hombres y con la historia».

Ergo sum: Blas de Otero por sí mismo está plagado de interesantísimas reflexiones que merecerían un debate mucho más detenido y profundo del que se puede hacer en unas cuantas líneas. Espero que no falten ocasiones para desarrollarlo. Por mi parte, no puedo sino agradecer a Laura Scaranoeste trabajo en el que nos ofrece el sustento teórico para justificar una aproximación a la poesía de Blas de Otero que es, en mi opinión, la única capaz de dar cuenta cabal de su riqueza, variedad, evolución, madurez, maestría y hondura: la perspectiva del autor, analizada aquí en todas sus facetas. No conozco mejor forma de abordar un texto, sea o no literario, que estudiar las circunstancias que rodearon su escritura: el contexto histórico, político, filosófico, ideológico, social, personal e, incluso, material. Cuanto mejor conozcamos esas circunstancias, más nos acercaremos a comprender lo que un autor quiso expresar en una composición determinada y en un momento concreto. No creo que haya razones de peso para pensar que los poemas son una excepción. Cuando, como en el caso de Otero, la poesía responde a una necesidad de comunicación —y de esto no me cabe la menor duda— habrá que averiguar, en la medida de lo posible, qué es lo que trata de transmitir en sus versos, qué hay detrás de sus palabras. Esto no supone, en modo alguno, obviar la cuestión formal, ya que el lenguaje poético o el tipo de verso o rima pueden resultar tan expresivos como el mismo contenido, ni tampoco limita la lectura, reduciendo la capacidad evocativa de los poemas, sino que constituye la base necesaria sobre la que asentar interpretaciones ulteriores.

Gracias, Laura, por este magnífico libro cuya relectura me ha reconciliado con el universo oteriano, y por lanzar ese guante que ahora recojo con renovada energía. Estoy convencida de que no seré la única y de que Ergo sum…, como querías, contribuirá a que se cumpla el deseo del poeta, cuando decía: «Tal vez se salve mi poesía».

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