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Portada de Poesía nuevamente reunida, de Roberto Fernández Retamar

Actualización: 24/01/2012

Roberto Fernández Retamar

Poesía nuevamente reunida

Por Álvaro Castillo Granada

Miro al bonsái que en este momento está en la escalera de dos escalones que da la bienvenida a la librería. Está tomando el sol que tanto le gusta. Ya volvió a su verde, las hojas volvieron a nacer después de desprenderse casi todas por la ausencia de claridad, de azul. Una librería como esta tal vez no sea el mejor lugar para un árbol. Pero está aquí mientras aguarda a que su dueña vuelva por él. Este árbol tiene un dueño. Yo solamente estoy cuidándolo mientras tanto, por ahora, viendo como sus hojas vuelven a ser y sintiéndome, por un instante, el personaje de una película que saca a su planta a la ventana a tomar el sol. Hace un momento terminé de re/leer su Poesía nuevamente reunida como siempre he leído su poesía desde cuando me encontró: en voz alta, sintiendo su voz detrás de mi voz, sus palabras que me hablan y yo les hablo. Tardé muchas días. No había afán. Aguardaba que llegara el momento propicio de soledad en la librería (que a veces abunda más de la cuenta) para abrir sus páginas y volver al poema siguiente y reiniciar la lectura que es un diálogo. Sí, su poesía es un diálogo entre usted, el lector y el nuevo ser que nace después de leer sus versos: aquel que enfrenta y contrasta, hace propias sus palabras hasta volverlas suyas. Se apropia de su tiempo y lo hace uno nuevo: infinito y múltiple, azaroso, como es toda lectura que valga la pena. Miro al bonsái que está tomando el sol frente a la librería. Cada hoja es distinta, no hay una igual a la otra, así se parezcan. Tienen un aire de familia habitado por un distinto pasado, presente y porvenir. Así es su poesía: hojas de un árbol de profunda y fiel raíz que se hacen verdes frente al sol y al mar hasta que el aire que es la lectura las dispersa y las hace posarse, fundirse, en una nueva tierra que es el lector. Y ahí pasar a ser parte del humus que todos llevamos dentro. Ese humus que nos hace únicos e infinitos. Las hojas de un árbol pueden guardarse en un libro o darse como quien brinda una caricia o un beso a su amada. El tiempo va a pasar por ellas. Las hará más frágiles, leves, transparente, quebradizas, pero sólo con verlas despertará en nosotros la presencia de ese árbol que es la poesía de donde salieron un día para fecundar y renacer. "No es el recuerdo, es el viento sin olvido que cruza", dice usted en "Hace/Dentro de/Veinte años". No es el recuerdo lo que queda en mí, en nosotros, don Roberto, después de leer sus poemas: es la voz que nos habla y nos hace hablar, es la experiencia que se comparte y multiplica, es la historia que nos hace contarla contándonos, es la hoja que deja de ser verde y se hace amarilla, marrón, naranja y se desprende del árbol que somos y parte hasta encontrar, tal vez, una tierra amada o un libro nuevo en cuyas páginas aguarda mientras estamos aquí.

 

 

 

 

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