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Portada de Poesía completa, de Joaquín O. Giannuzzi

Actualización: 24/01/2012

Joaquín O. Giannuzzi

Poesía completa

Por Juan Carlos Abril

Edición y prólogo de Jorge Fondebrider,

Ed. Sibila

Sevilla

2009

Existencia y lenguaje

Desde hace unos pocos años la editorial Sibilina y la Fundación BBVA vienen editando un repertorio inexcusable de las mejores letras hispanoamericanas, repertorio que viene ocupando un lugar selecto en las mejores bibliotecas, en formato grande y de bolsillo. Además, estos volúmenes vienen siendo prologados, editados y cuidados por prestigiosos autores del mundo hispánico. Si añadimos que las colecciones vienen enmarcándose en las exquisitas ediciones de la prestigiosa revista Sibila, y que esta colección y asimismo editorial es una extensión natural de aquélla, queda poco más que decir excepto que no pueden ser más recomendables los títulos y los autores, el gusto por el libro bien hecho, el tacto de las páginas y la disposición de los textos dentro de ellas. Muy recomendable, en suma, para los lectores de poesía hispanoamericana, que cada vez son más en España, pues buscan en la poesía del otro lado del Atlántico esa savia nueva y desconocida -por cuestiones diversas, sin duda, pero asuntos de distribución y de mercado sobre todo- con la que suplir los tics que aquí venimos repitiendo y que periódicamente aquejan a nuestra poesía. No hay mejor manera que adentrarnos en nuestra propia lengua.

En este sentido, esta Poesía completa de Joaquín O. Giannuzzi (Buenos Aires, 1924 - Salta, 2004) viene a mostrar la obra de un autor que apenas se conocía en España, excepto por una antología publicada por la madrileña Visor hace ya bastantes años. Viene a darnos noticia de un poeta que se encuentra entre los más destacados del siglo XX hispanoamericano. Giannuzzi, considerado uno de los referentes de las letras argentinas contemporáneas, necesitaba esta edición completa para que el lector español pudiera valorar en su justa medida la dimensión de una obra extensa e intensa: en este volumen, compuesto de diez libros (dos de ellos póstumos), de considerable extensión cada uno, salta a la vista su lenguaje aparentemente normal, desenfadado, la imbricación de una forma de decir con el mundo, directamente conectado. Pero sólo aparentemente normal.

Hijo de inmigrantes italianos, Giannuzzi se afianzó fuertemente y sin traumas en su mundo, el argentino, y sin duda que no poseyó el doblez de una identidad ambigua. O al menos eso no parece colegirse de los poemas, puesto que su posición en el mundo no es fruto de la melancolía de una tierra que vivió en la infancia (de hecho nació en Buenos Aires) o de los recuerdos de una vida no vivida por él pero revivida a través de la memoria colectiva de sus antepasados (aparecen frecuentemente las figuras del padre, la madre, los abuelos). No es este el caso que nos ocupa, no. Y posiblemente no debería denominarse «desarraigo» la sensación que motiva al poeta, o a los lectores, aunque mucho de desarraigo haya en su actitud, pero sólo si lo entendemos como un desarraigo vital o universal, una situación de descontextualización total que puede deberse más bien a la naturaleza de los tiempos que corren, al caos que nos rodea, al desconcierto. El sujeto poético suele encontrarse frecuentemente en estos poemas perdido en el marasmo de la realidad, con el único asidero del lenguaje, la poesía, frente al mundo exterior. Sirva de ejemplo este poema, que podría representar una buena muestra de la poesía de nuestro autor, de una parte de las preocupaciones que se traslucen en los poemas, y que no en vano se titula

Poética

La poesía no nace.
Está allí, al alcance
de toda boca
para ser doblada, repetida, citada
total y textualmente.
Usted, al despertarse esta mañana,
vio cosas, aquí y allá,
objetos, por ejemplo.
Sobre su mesa de luz
digamos que vio una lámpara,
una radio portátil, una taza azul.
Vio cada cosa solitaria
y vio su conjunto.
Todo eso ya tenía nombre.
Lo hubiera escrito así.
¿Necesitaba otro lenguaje,
otra mano, otro par de ojos, otra flauta?
No agregue. No distorsione.
No cambie
la música de lugar.
Poesía
es lo que se está viendo.
(p. 205)

Relacionado con el tejido textual de Eugenio Montale -no por casualidad le dedica algún que otro homenaje- Giannuzzi, aunque con algo menos de ironía y un tono más descarnado, nos repite incesantemente que la poesía se encuentra en el mundo y que nosotros sólo debemos alcanzarla, lanzarnos sobre ella, como remedio de muchos males, no sólo moral, sino sobre todo existencial. No sólo individual sino también colectivo. Hay un tono conversacional «engañoso», aparentemente falso, ideológico, en el conjunto de esta poesía, que intentaremos explicar. Heredero de cierto existencialismo en sus primeros libros (muy acorde con su época), su evolución más personal, y más profunda, se decantó precisamente en el libro del que hemos escogido el texto anterior, Señales de una causa personal (1977), quizá su obra más lograda, considerada por Fondebrider en el prólogo como posiblemente su obra maestra.

No se sabe bien, tras la lectura de la poesía de Giannuzzi, si el poeta puede intervenir o no en la realidad, si es capaz de algo que no sea sentirse avergonzado por la impresionante capacidad autónoma que tiene el mundo y nuestra infinita nimiedad frente a él, de desarrollarnos mínimamente. No se sabe bien, a no ser por el testimonio que en el poeta representa su poesía, no una obra metapoética que trate de manera complicada temas sencillos, sino que, justamente al revés, trata de manera sencilla temas complicados. En otro texto, titulado «Tema poético», dice un verso: «Realmente es lo mismo, existencia y lenguaje.» Y posiblemente se base en eso la poesía de Giannuzzi, si tuviéramos que seguir resumiendo -y mucho, como estamos haciendo- en esta reseña.

Pero decíamos que hay un «engañoso» tono conversacional en los poemas, fruto de un deliberado modo de mirar el mundo, y de nombrarlo. El sujeto poético se sitúa en el mundo, establece sus coordenadas en esa parcelita que le queda, y sólo posee una herramienta con la que interpretarlo, el lenguaje. El poeta es sólo lenguaje, lenguaje a secas, no más que eso. El poeta se convierte en logos, adaptándolo al mundo en que vive. Y por eso, por todo lo que trasluce ese lenguaje, es por lo que aparentemente no parece real, como el mundo, porque mientras que en el poema parece, y es representación, en la realidad es. El poema, que primeramente se define como representación, en segundo lugar es, fruto de esa mímesis de la realidad. Y de ahí surge un continuo compendio dinámico de preguntas y respuestas, de significados y signos, de descripciones y afirmaciones, de asertos y dudas. La gramática enlazada a la vida. La consecuencia de esta apuesta donde vida y literatura se entremezclan no dichosamente, no desgraciadamente, sino porque no puede ser de otra manera, es que la poesía, en última instancia, se convierte en el único método cognitivo de aproximación al mundo: el yo no sólo se concibe como un fragmento de la colectividad opresiva, de la anonimia del todo, o de la infinitud de la historia (y más allá de la historia en la galaxia), sino que se sabe apocado, nacido heideggerianamente para la muerte, con una intencionalidad cero. Ser, saber y llegar a ser reunidos en una sola conciencia poética que se reduce a la nada, que nos diluye en el vacío. Pero antes de llegar a ese momento, que irremediablemente nos llevaría al suicido o al acabamiento por tristeza (ver, por ejemplo, «Nuestro suicida», p. 228, al respecto), volveremos una y otra vez el lenguaje como vínculo umbilical del poeta con el mundo, un lenguaje práctico, usado, extendido a la realidad, que llega a sus recovecos, un lenguaje que se nos aparece como la tangencial que corta de plano todas las preocupaciones, todos los temas, todos los sentidos. Sin lenguaje, sin dudas, sin su pátina no de coherencia del mundo sino de coherencia intelectiva, no seríamos quienes somos, no poseeríamos crítica para denunciar las injusticias, no podríamos situarnos, en el sentido de poseer perspectiva.

El hombre que recorre los poemas de Giannuzzi se enmarca en un sujeto cotidiano pero esa cotidianidad es devoradora, altamente fagocitadora de todo lo que le proporciona sus mecanismos esenciales. El óxido de una realidad que nos carcome, expresado a través de la conciencia del poeta, que elabora su tejido con palabras, como una red, es el resultado, son los poemas. La realidad y la cotidianidad son inasibles, y los poemas, por lo tanto, se rigen por este patrón a veces tan caótico como el molde de donde han salido. La poesía de Giannuzzi posee este interés impúdico de un poeta que no se detiene para medir sílabas, que no se preocupa porque rimen o no dos versos seguidos. Pero el todo, el significado global de los poemas, la relación directa de la obra con la materia, confirman a un autor tan necesario como singular, felizmente al alcance de los lectores españoles.

 

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