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Álvaro Mutis

Álvaro Mutis

Actualización: 05/09/2014

Álvaro Mutis

Los dos rostros de Álvaro Mutis

Por Juan Luis Panero

"Mutis es autor de muy escasa obra -dos libros de poemas y uno de relatos- y por otra parte pertenece a esa extraña categoría de escritores, de los que tan pocos he conocido, para los cuales escribir, el hecho misterioso, terrible y único de escribir y escribir lo mejor posible, no tiene nada que ver con lo que, tanto en Madrid como en Barcelona, o en México como en Bogotá, se llama 'vida literaria'."

En un mundo como el de la literatura actual en lengua española, lleno de grandes y pequeños booms, de grandes y pequeñas deserciones, de grandes y pequeños deshonores, la figura humana y literaria del poeta narador colombiano Álvaro Mutis es difícil de valorar. Tal vez por esto, porque es dificil, son contados los críticos tanto en América como en España, que se han tomado hasta la fecha el trabajo de hacerlo.

Nacido hace cuarenta y tantos años, Alvaro Mutis pertenece por edad y afinidad a una generación literaria: la heredera del grupo piedracelista - Carranza, Jorge Rojas, etc. - que ha contado entre sus miembros a poetas de tan destacado interés como Eduardo Cote, Carlos Obregón, y sobre todo, esa gran figura tampoco suficientemente reconocida que se llamó Jorge Gaitán Durán. Generación por otra parte, que por fuerza de la adversidad ha sido terriblemente diezmada. E. Cote muere en un accidente de automóvil, C. Obregón se suicida y J. Gaitán Durán muere en un accidente de aviación y los tres en plena juventud. Hoy por tanto, Alvaro Mutis, colombiano afincado en México, escritor extraordinario en verso y en prosa, es el testamentario único de aquel grupo.

Pero como todo creador realmente original, no debemos situar a Mutis por completo dentro de ese memorándum para profesores que se ha dado en llamar generación. Mutis es ante todo y sobre todo Mutis, y esto, aunque parezca una perogrullada, no lo es tanto. Vamos a tratar de explicar por qué. Mutis es autor de muy escasa obra -dos libros de poemas y uno de relatos- y por otra parte pertenece a esa extraña categoría de escritores, de los que tan pocos he conocido, para los cuales escribir, el hecho misterioso, terrible y único de escribir y escribir lo mejor posible, no tiene nada que ver con lo que, tanto en Madrid como en Barcelona, o en México como en Bogotá, se llama "vida literaria". Híbrida definición que a fuerza de querer sumar las dos cosas, acaba no siendo ninguna. Y ahora tal vez conviniera que tratara de acercarme humanamente al personaje para hacer más visible o comprensible su original personalidad. (¡Qué pena que también estas dos últimas palabras estén ya tan gastadas por el uso!).

Al llegar a México hace un año aproximadamente, las referencias que de él y de su poesía tenía eran bastante vagas e incompletas. Algunos poemas leídos en la  Antología  de Poesía Hispanoamericana que Aldo Pellegrini (1) publicó en España. Antología caótica en tantos extremos pero a la que, al fin y al cabo, debo agradecer el descubrimiento de Mutis. En ella pude leer uno de sus poemas más estremecedores: "Moiroioghia", junto con algunos otros también de indudable calidad. Aparte, en lo que a su persona se refiere, algunos datos no demasiado esclarecedores que María Mercedes Carranza me había proporcionado en una conversación, era todo lo que yo conocía sobre él. Una vez en México se ampliaron mis datos; pude comprar y leer su más significativo libro  de poemas Los trabajos perdidos (2), y enterarme que Mutis era alto, mal hablado, íntimo amigo de Gabriel García Márquez (quien le había dedicado la versión francesa de Cien años de soledad y por último, que bebía bastante.

Y con estas referencias y bastante arrojo (siempre he detestado llamar por teléfono a alguien que no conozco, me lancé a la aventura de comunicarme con él. Nada más empezar a hablar pude constatar dos cosas: una, que tenía un vozarrón del demonio, otra que realmente era el poeta peor hablado que en la larga lista de los tratados por mí, incluido yo mismo, había tenido la suerte de oír. Pero también -y por teléfono, que es tan difícil- pude apreciar una carga de auténtica ycordial humanidad como es muy raro encontrar en el mezquino mundo de la literatura hispánica. Pocos dias después nos vimos, nos emborrachamos, y hablamos de todo lo divino y lo humano. Y durante el resto de mi estancia en México él fue sin duda alguna mi amigo más cercano y su casa un poco mi casa. Pero no es ni mucho menos la amistad o por lo menos no lo es absolutamente, lo que me lleva a escribir estas palabras. Es, para decirlo de una vez por todas, un sentido de justicia. Hay en estos momentos en Hispanoamérica poetas de distintas edades y nacionalidades -para no citar más que a tres: el chileno Humberto Diaz Casanueva, el nicaragüense José Coronel Urtecho y el mexicano Jaime Sabines- que, junto al ya citado y desaparecido Jorge Gaitán Durán, están escribiendo desde sus diferentes mundos y personalidades, una poesía de indudable singularidad y fuerza como para que sus nombres sonasen más familiares a los lectores de poesía de uno y otro continente. Pues bien, siguiendo con Mutis, creo que descubrir aunque sea a un pequeño número de lectores su personalidad y su obra, no es solamente un acto de justicia, sino una inexorable obligación de honradez intelectual.

El primer libro significativo de Mutis (antes había publicado uno, La balanza, tal vez algo primerizo), aparecería en Argentina en 1953 con el título Los elementos del desastre (3). En él se podía oir ya la la voz de un poeta y de un verdadero poeta y así lo saludó Octavio Paz. Libro denso y dramático, misterioso y desgarrado. Libro de rebelión, casi de aullido y al mismo tiempo de heroica aceptación, de absurda y meditada indiferencia:

e-.. "en los trenes soñolientos cargados de animales

que lloran la ausencia de sus crías,

allí está el mito perdido, irrescatable, estéril".

Pero como esto no es más que una breve y divulgadora presentación, no puedo hacer más hincapié en las numerosas sugerencias que el libro nos trae.

Y siguiendo el corto itinerario de su obra, llegamos a su segundo libro, Diario de Lecumberri (4). En éste hasta ahora, su único libro de prosa, pero como en todo gran poeta esta prosa es también y casi únicamente, buena poesía. Escritas sus páginas en el penal mexicano de Lecumberri donde Mutis pasó un año largo de su vida, en el libro se yuxtapone  el estremecedor relato de sus experiencias como recluso a tresnarraciones sobre temas diversos que nada tienen que ver ni en el tiempo ni en el espacio con el penal: una muy personal interpretación de La Pasión, la meditación de un santón indio y la historia de un Estratega de Bizancio. Es quizá en esta última donde se hace más claro el contraste que Mutis, personal y literariamente, arrastra consigo. Las páginas que tratan de Lecumberri parecen arrancar y aún superar, en su mordiente y desgarrada descripción, aquéllas de Malcolm Lowry en Bajo el volcán, y sin embargo, El Estratega (y no por el tema ni mucho menos) puede recordarnos la serenidad luminosa de melancólica aceptación de Constantin Cavafis. Y si me he alargado en este libro ha sido porque ese contraste no abandonará ya la creación literaria de Mutis, sino que por el contrario, se irá ahondando para cristalizar en su hasta ahora tercer y último libro, el ya citado Los trabajos perdidos. Los dos poemas que figuran a continuación no son sino dos hermosas muestras de esa extraordinaria duplicidad.

Los trabajos perdidosestá dividido en dos partes. Realmente, casi podemos decir que son dos libros en uno. En la primera parte se alternan poemas llenos de desolado dramatismo como "Moirologhia" o "Exilio o el escogido por mi, Grieta matinal , juntos con otros como "Cita", "La muerte del capitán Cook", etc., que escritos muchos años antes del auge de la que podríamos llamar novísima poesía española, anuncian, y sin duda alguna con mayor acierto, imaginación y vida vivida , mucho de lo que esta poesía nos iba a dar. De este grupo más esteticista (valga la palabreja para entendernos) he escogido el titulado "Poemas de lástimas a la muerte de Marcel Proust". Sin duda alguna cualquier lector inteligente se podrá dar cuenta hasta qué punto la palabra esteticista está aplicada aquí en su sentido más hondo y revelador y no para definir un mero ejercicio de retórica de boudoir.

Siento profundamente que la falta de espacio haga imposible incluir algún fragmento de la segunda parte del libro, la titulada "Reseña de los Hospitales de Ultramar". Son estos en general poemas en prosa, donde la horrible humillación del hombre y de la naturaleza están en contínua  - lucha con su voluntad de subsistir, pese a todo, y sabiendo la inutilidad de todo. Para que el lector pueda darse una rápida y somera idea del trasfondo último de estos "Hospitales de Ultramar" es como si Álvaro Mutis hubiera citado en Macondo, a Joseph Conrad y a Henri Michaux y a toda esa mezcla hubiera añadido su extraordinario y lúcido talento para, según palabras de Octavio Paz, realizar la "ceremonia de la catástrofe, el rito del desastre".

Y ahora, con un vaso de whisky en la mano, hijo de tal por cual, entrego estos elementos del desastre, esperando que pese a las dificultades endémicas para encontrar poesía de América en España o al revés, algún lector de mis palabras y de estos dos magníficos poemas de Mutis, pueda acercarse con el conocimiento y respeto que merece, a una de las voces más personales y reveladoras de la última literatura Hispanoamericana.

 

Agosto 1971

(1) Antología de la Poesía Viva Latinoamericana de Aldo Pellegrini. Editorial Seix-Barral. Barcelona

1966. (No se ha incluído en esta selección el poema "kfoirologhia" que me parece uno de los más sobresalientes de Mutis, por estar incluído en esta antología que es posible adquirir en España).

(2) Los Trabajos Perdidos. Colección Alacena. Ediciones Hera. México 1965.

(3) Los Elementos del Desastre. Colección Poetas de España y América. Editorial Losada. Buenos Aires, 1958.

(4) Diario de Lecumberri. Ficción. Universidad Veracruzana. México 1960.

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