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Portada del libro Explicaciones no pedidas

Explicaciones no pedidas, de Piedad Bonnett

Actualización: 15/02/2013

Piedad Bonnett

La mano sobre la llama

Por Ramón Cote Baraibar

"Hay una secreta fórmula que Piedad Bonnett ha venido empleando a lo largo de sus libros de poemas: dividirlos en tres partes".

EXPLICACIONES NO PEDIDAS. XI PREMIO CASA DE AMÉRICA DE POESÍA AMERICANA. VISOR DE POESÍA. MADRID, 2011.

 

Hay una secreta fórmula que Piedad Bonnett ha venido empleando a lo largo de sus libros de poemas: dividirlos en tres partes. Con ello ha querido no sólo separar ordenadamente sus temas sino también darles un equilibrio y a su vez conectar los extremos de cada uno de ellos, otorgándoles una especie de transitividad matemática al fenómeno poético. Pero así mismo esta triangulación nos remite a la forma del tímpano clásico de los templos, para que jamás se pierda de vista la simetría de sus partes. Es, entonces, un llamado al orden de lo vivido, de lo sentido y de lo meditado: arquitectura poética.

 

Su más reciente libro, Explicaciones no pedidas, con el que obtuvo el XI premio Casa de América de poesía americana, no es ajeno a esta clave: la primera parte la titula La divina indiferencia, la segunda, Cuatro historias minúsculas y la cierra una tercera que lleva el mismo título del libro, Explicaciones no pedidas. Pero para hacer más clara esta distinción, Piedad Bonnett escribe un poema En Technicolor (pág. 69) donde ahonda este aspecto tripartito: el amor, el dolor y el olvido. De este modo la difusa materia poética encuentra un sustrato lógico donde ubicarse para clarificar sus intenciones, dando como resultado uno de sus libros más logrados de su producción, ya que se ha adelgazado su manera de decir, con lo que se puede concluir que estamos ante lo más afilado y agudo –en todas sus acepciones-, de su obra. Cabe anotar que éste parece la culminación de su anterior libro, Las herencias, libro donde la ligereza y la gravedad se dan la mano de una manera tan natural, como lo hace también a su modo su admirada Wislawa Szymborska, la premio nobel recientemente fallecida. (Resulta interesante, a modo de anotación, que la negación del título de la colombiana coincide también con el de un libro de la poeta polaca, Lecturas no obligatorias, libro de reseñas de hechos, libros anodinos, revistas de variedades, biografías, que gracias a su visión cáustica e inteligente los convierte en verdaderas revelaciones, no de los objetos en sí sino de su propia manera de abordarlos).

 

Tal como lo ha repetido en varias ocasiones, Piedad Bonnett ha expresado que el título de este libro obedece a que la poesía es el resultado de decir cosas que nadie le ha exigido y que, por lo tanto, es su manera de decirse a ella misma lo que ella misma necesita aclarar. Pero dejemos que sea la poeta quien lo exprese más claramente: “los poetas dedicamos la vida a escribir cosas que nadie nos demanda, que nadie echaría de menos si no existieran. En este sentido, nuestros poemas son explicaciones no pedidas”. Con lo anterior queda dicho con cierta ironía la inutilidad manifiesta de la poesía, pero al mismo tiempo subraya la imperiosa necesidad de su existencia. Decir para ser. Escribir para ser. Pensar para decir. De nuevo la transitividad. Por otra parte, cabe anotar que existe un refrán muy utilizado en el ámbito jurídico que dice: EXPLICACION NO PEDIDA, CULPABILIDAD MANIFIESTA, el cual se aplica a las personas que de alguna manera se delatan a sí mismas por decir lo que nadie les está preguntando. Esta drástica expresión complementa la primera porque lo dicho –en este caso los poemas- son su alegato personal, su arma de defensa, su materia principal de expresión que a su vez la “delatan” como una escritora que no puede ser ajena al dictado de su sinceridad. En este aspecto coincide con Jose Manuel Caballero Bonald para quien “Sólo está a salvo/ el que a sí mismo se incrimina”. (Manual de infractores. 2007).

 

Esa duda e inutilidad del hecho de escribir, que por otra parte es una de sus constantes, se advierte en su poema El soñado, donde deja claro de lo que se está hablando:

Y la literatura, ya sabemos,

está hecha de dioses pequeños e impacientes

que adoran lo que existe y sin embargo

viven de consagrar lo que no existe.

 

Esta verdad Piedad la dice con una seguridad absoluta, sin grandes palabras pero con una convicción tal que, así como lo observa William Ospina, “a veces sus versos tienen la contundencia y la precisión de los proverbios: parece que hubieran existido siempre”.

 

“El lúcido tono elegíaco final” y “una conciencia dolida” son dos aspectos que resalta José Watanabe de su poesía, características que se advierten nuevamente en este libro, pues desde su primer poema –extraordinario- Las cicatrices, el tiempo huido aparece signado por esa especie de “conciencia dolida”, que en ningún momento es autoconmiserativa sino que, por el contrario, es una prueba de su única manera de estar en el mundo, de verlo y atraparlo, exigiéndole su verdad al tiempo, su esencia a la vida. Mejor lo dicen estos versos de su poema homónimo del libro:

La yema de un dedo detenida

sobre el aura quemante de la llama,

y con su tizne

sobre el espejo que no te refleja

                            la palabra.

 

Por eso -y quizás por eso es que su poesía tiene tanta aceptación entre sus lectores-, Piedad Bonnett habla como si tocara, como si al contacto con las cosas que trata descubriera una oculta razón de la existencia, un fundamento que nos pertenece a todos. Por ello resultan pertinentes estas palabras del poeta Nuno Júdice: “La función de las palabras, más allá de de la comunicación que se agota en el campo objetivo del intercambio de afirmaciones pragmáticas, es la de construir un rostro concreto sobre las ruinas de la cotidianeidad y de lo efímero. Para lograrlo, es necesario ir más allá del nivel de significado para entrar en el espacio de la imagen, donde el mundo personal adquiere una forma que se nos vuelve accesible”. (Cartas lusitanas. Blanca Luz Pulido. México 2011).

 

Si el dolor ha sido una de sus constantes como una manera de exploración del comportamiento y sentimiento humanos, ahora lo es también la muerte, pero la muerte no como una realidad exterior sino sentida y vaticinada como una experiencia interior y anterior. Su conmovedor poema Desgarradura lo dice de una manera directa: “Otra vez sales de mi, pequeño, mi sufriente…”

 

Nada mejor para comprobar la salud de un poeta que encontrar en un libro como el presente, verdaderos y numerosos poemas de gran calidad que nos hablan del amor y del desamor, de fotos, animales –el escorpión, el pepino de mar-, de los encuentros y los desencuentros reunidos en la última parte, donde el libro cierra nuevamente el ciclo para mostrarnos situaciones cotidianas en las que Piedad sabe descubrir ese ángulo único, su “testimonio más íntimo”, para revelar su verdad más honda.

 

Con una depuración y una exactitud, así como con una naturalidad despojada, sincera y conmovida, los poemas de Explicaciones no pedidas de Piedad Bonnett apuntan hacia la médula misma de las cosas y sus actos. Y siempre aciertan. Y nos seguirán doliendo.

 

RAMÓN COTE BARAIBAR

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