Estás en: El atent...
Portada de Biografía del Silencio

Portada de Biografía del Silencio

Actualización: 31/07/2014

Pablo d’Ors

El atento silencio

Juan Miguel Sánchez García

"(...) es una obra de carácter sapiencial -como a Pablo d’Ors le gusta decir-, porque la realidad ha penetrado en sus cavidades y lo que él pone en boca del narrador es una proyección meditada de esa realidad. Por ello, en la obra también está el mundo, no sólo el interior, sino también el exterior, y sus habitantes."

Sobre el ensayo La Biografía del Silencio, de Pablo d’Ors,

Pablo d’Ors ha escrito una obra meditada e intensa, por ello su extensión es la adecuada, estuchada en una edición amable y manejable de la editorial Siruela, un auténtico libro de bolsillo, para llevar a cualquier parte y leer, y sobre todo releer mucho, a conciencia, también de forma meditada, poniéndole tanto amor y atención como ha puesto el escritor. Cuando comienza la explosión imparable del libro electrónico, esta obra acomodada en ese libro de papel, asequible en tamaño, se hace un cómodo objeto compañero de camino, de los que gusta ver a tu lado, un libro que puede ser tocado, manoseado, subrayado y escrito, que le caben recortes como si fuera un álbum, y que puede ser olido al abrir sus páginas, como quien hunde su nariz no en el esfuerzo, sino en la entrega del autor y de los editores, y al que solo falta que se le una el olor de lector, al in/corporar el libro a su tiempo.

Se puede leer este libro no sólo como un ensayo, sino casi más como una novela, y asimismo como obra poética, porque está llena de imágenes que tratan de apoyar el texto, de intensificarlo, no de distraerlo. El personaje protagonista narra un viaje -porque también es un libro de viajes muy particular-, un viaje interior lleno de descubrimientos, espejismos, trampas, tribulaciones, logros, advertencias, desilusiones e ilusiones. En el tránsito descubre a otros, por lo tanto no es una obra de un solo personaje, y así van apareciendo el testigo, el testigo del testigo, el maestro interior, el maestro del narrador, los compañeros de meditación, y los otros, los demás, y el lector o los lectores, todos caben.

Es un libro práctico, la buena literatura está llena de practicidad, desde la belleza de cómo está escrito a todo aquello que dice, sus efectos son reales y tangibles. Al final es una corriente de agua que sirve más que muchos balnearios. Y también es una obra de carácter sapiencial -como a Pablo d’Ors le gusta decir-, porque la realidad ha penetrado en sus cavidades y lo que él pone en boca del narrador es una proyección meditada de esa realidad. Por ello, en la obra también está el mundo, no sólo el interior, sino también el exterior, y sus habitantes. Me atrevo a decir -porque así lo he sentido y vivido leyendo el libro-, que incorpora desafíos vitales -preguntas que cada uno debe responderse a título particular-, y, por qué no, propuestas sobre qué hacer en tiempos de crisis, y en este último sentido es una puesta en entredicho de la ilusión del bienestar, lo que demuestra una valentía ética y social a la altura de las circunstancias, y es otra manera más profunda y duradera de indignación y de rebeldía al alcance de todos.

La obra trata de un asunto que el autor no conoce de oídas, sino al que le ha dedicado mucho tiempo y práctica, así que las palabras buscan ajustarse a la técnica, la práctica, la emoción y el método -que al fin y al cabo significa el camino-, y sobre todo tratan de acomodarse a ese arte que es meditar. En efecto, el libro trata de meditación, de la experiencia narrada por un personaje, quizá su alter ego, de haberse sumergido en “ese océano oscuro y luminoso”, que es como él describe el silencio en quietud. Quizá otras formas de llamar a la meditación sean el vaciamiento de uno, la búsqueda del “yo soy”, sin más adjetivos, o el vacío de sí, expresión recogida ya por San Juan de la Cruz y que da título a otro magnífico libro de Pablo d’Ors.

Hablar o escribir sobre la meditación silenciosa es una paradoja. No lo digo yo, sino que Pablo d’Ors lo pone en boca del narrador. Pero qué mejor forma de prestar apoyo a los demás que siendo uno mismo (también es parte del libro esta sugerencia) y por ello, después del baño reparador en ese océano oscuro y luminoso, es mejor no callar, compartir mediante palabras y actos: porque la meditación es también respiración, y en cada inspiración o acogida, corresponde a continuación una espiración o dádiva, según enseña el mismo autor. Por lo tanto la experiencia del silencio no permite callar, sino decir, aunque sea imposible comunicarlo todo.

La Biografía del Silencio muestra enseñanzas, consecuencias de la meditación, técnicas que pueden servir de manera práctica para quien quiera meditar, y propósitos que el narrador manifiesta en un estado de emoción de quien ha aprendido a amar la vida. La obra invita a vivir de una manera menos atropellada, más tranquila, lejos del coleccionismo de experiencias tan de nuestros días, un vivir en un estado de conciencia que es también una observación consciente o una plena atención que sirve para la familia, la pareja, el trabajo o la creatividad. Puede ser una pieza rebelde contra la dispersión y el mundo inconsistente y leve que nos envuelve,  y por lo tanto es una provocación a retomar un ritmo lento, pausado, a ser dueños de nuestro propio ser y de nuestro mundo.

Si alguien piensa que es una exageración el hecho de que leer este libro puede ser transformador -y en algún sentido revolucionario, porque reta a quien lo lee a hacerse una persona auténtica, sin entrar en doctrinas, ni religiones, ni ideologías- pues simplemente que no lo lea o que haga la prueba. Este es un libro que no deja indiferente, salvo quizá para quien ya haya hecho ese viaje, aunque sin duda disfrutará al recordarlo con lo que un compañero de peregrinaje ha escrito.

El trascurso del libro arranca con una cronología narrativa, cuando empezó a meditar, y termina con los aprendizajes posteriores, después de un largo periplo, cercano ya al momento en el que el protagonista narra su viaje. Pero la experiencia narrada da la sensación que no termina en la última palabra de la obra: el libro es el tronco sensible  de un árbol que hunde su raíces invisibles en hondas tradiciones, que alza su visión a un anhelo de iluminación, y que extiende sus ramas a los que lo hemos leído y visualizado, e incluso al propio autor que se ve reflejado como en un espejo. Al final uno piensa que podría seguir en más “entregas” porque el viaje no ha terminado.

Share this