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Portada de Biblia de Pobres, de Juan Manuel Roca

Actualización: 24/01/2012

Juan Manuel Roca

Biblia de pobres

Por Luis García Montero

Texto de presentación del libro Biblia de pobres (Ed. Visor), de Juan Manuel Roca, escrito por Luis García Montero el pasado 9 de octubre en la Casa de América

 

Los Diez Mandamientos de Juan Manuel Roca


1-. Amarás la poesía sobre todas las cosas. O, mejor, amaras la poesía de todas las cosas, y amarás todas las cosas en la poesía. Gonzalo Rojas, que ha venido siguiendo a Juan Manuel Roca desde la publicación de Memoria del agua (1973) y Luna de ciegos (1975), destaca lo siguiente: “Poeta mío entre los míos, lo que más celebro en él es la fiereza, esa amarra entre vida y poesía que llega a lo libérrimo, el tono, el tono como dijo Vallejo, el epicentro de decir el Mundo”. La mirada de este poeta es pura invención, descubrimiento de vasos comunicantes, búsqueda de afinidades ocultas, disciplina de la imaginación, para llegar siempre, después del viaje por el ancho mundo y la larga historia de la cultura, a la raíz más íntima de unas palabras que tienen ojos para vigilar, bocas para sonreír y maldecir, piernas para correr, manos para acariciar y tiempo para sentarse con calma a conversar con cualquiera de nosotros.

 

2.- No tomarás el nombre de la poesía en vano. La poesía es un espacio de dignidad e interpretación rigurosa que puede acercarse a todo y pisar por cualquier calle, pero sin perderle el respeto al matiz, al rayo de luz, al quiebro sentimental que nos desnuda y nos acerca a la verdad. El ejercicio de conocimiento de la poesía supone algo más que un esfuerzo de información periodística. Los libros de Juan Manuel Roca se llenan de parábolas, de monólogos, de oraciones, de crónicas, de ángeles. Son parábolas para hablar del hambre y de la injusticia más allá de los acontecimientos concretos, arañando el pliegue último de la condición humana. Son monólogos para comprender por dentro a los demás, un hacerse otro, otros, que nos ayuda a reconocernos a nosotros mismos. Son oraciones para dudar, como sólo sabe dudar un Ciudadano de la noche (1989). Son crónicas que se parecen poco a los espejos, porque las siluetas no desaparecen cuando se van los cuerpos y dentro de sus láminas viven todos los personajes que una vez se reflejaron en ellas. Son ángeles que necesitan una farmacia, porque han soñado mucho hasta quedarse sin alas y guardan en sus pasos el rumor de los bosques, como los espejos guardan sus fantasmas.

 

3) Santificarás la piel de la realidad. Porque los poemas se apoyan en la piel de una ciudad, de un río, de unas montañas, de una selva, de un libro. Pero nadie ha podido demostrar nunca que la piel sea inocente, ni que esté paralizada y muerta, ni que sólo tenga la dimensión de las superficies sin presentimientos. La luna es también la mujer que dobla en la noche una esquina o el farol apagado de los contrabandistas. El río oculta el ruido de los trenes que han viajado o van a viajar a la muerte. Y África es un continente, nadie lo niega, pero también es un remo abandonado y cubierto de escamas. La imaginación creativa y perpetua de Juan Manuel Roca, más que una negación de las evidencias, es un modo de saber de qué estamos hablando cuando pronunciamos la palabra realidad. Porque todas las cosas y todas las geografías tienen historia, el mundo es impensable sin su fondo de armario.

 

4) Honrarás al padre y a la madre de tus poemasJuan Manuel Roca es tan considerado con su estirpe, que acude sin protestar al entierro de Fernando Pessoa, que es como acudir a cinco entierros distintos, porque al gran poeta hay que sepultarlo con sus heterónimos. La literatura es parte de la vida y de la realidad de los lectores, pertenece al fondo de armario o al fondo de los bolsillos del poeta. En el bolsillo de Rimbaud hay un libro de Michelet; en el de Trakl, unos poemas de Rimbaud. En los versos de Roca, están Vallejo, Whitman, García Lorca. Nombres de poetas, novelistas, pintores, y hechos culturales que son acontecimientos, y dedicatorias y citas que no sirven para delimitar un territorio de marfil, sino para mezclar los ámbitos de la calle y de un corazón que ha paseado por muchas ciudades y muchos libros. Los ciegos conocen el paisaje de los olores. Los poetas viven el paisaje de los libros. Jorge Luis Borges vivía  el olor del paisaje de los libros.

 

5) No matarás el valor cívico de los sentimientos. El Diccionario anarquista de emergencia (2008), que Juan Manuel Roca escribió junto a Iván Darío Álvarez, empieza así: “La anarquía como sensibilidad anti-autoritaria y anti-jerárquica nace de las vísceras y del alma insumisa, que inclusive precede a la razón, como respuesta inmediata a la opresión”. Al poeta le gusta escribir como si fuese un gato en un tejado. Como Biblia pauperum era conocido un conjunto de grabados en madera con breves leyendas en latín (o alemán) que se imprimían en el siglo XV. Estaba bien que viesen los que no sabían leer. Biblia de pobres (2009)  es ahora un libro en el que Juan Manuel habla de la miseria, de las enfermedades de alma, del hambre, de la soledad, de los hospitales, de las cosas que se pierden, de los cines de barrio que se cierran, de los males de un País secreto (1987), perseguido por la belleza y la violencia. También es justo que vean algunas cosas los que saben leer. Antes que los debates teóricos y los dogmas políticos, para el poeta resulta decisiva la capacidad de sentir, de compadecer, de padecer con los otros. Nunca hay que acostumbrarse a admitir que, en la misma lengua en la que escribieron John Donne o William Blake, se sigan ordenando las matanzas.

 

6) Cometerás todos los actos impuros posibles. Y no sólo porque los rebeldes más militantes dejarían de ser rebeldes si no estuviesen dispuesto a rendirse ante un cuerpo hermoso. Sino también porque el poeta más libre es el que conoce la tradiciones, y las mezcla, y pasa de una a otra sin perder el calor de su palabra, su originalidad natural, que no se defiende en la invención de un lenguaje raro, sino en la manera personal de utilizar el idioma de todos, para que las amenazas de Babel desaparezcan en unos poemas con sentido.

 

7) No robarás la libertad de nadie, ni pondrás en peligro la propia libertad por culpa de los dogmas y las identidades fuertes. Los dogmas y la identidades inmovilizan, reprimen el poder transformador del deseo. Mejor tomar conciencia de que somos una hipótesis, de que representamos Las hipótesis de Nadie (2005).  No estamos petrificados. Podemos ser viento, un abrigo como bandera del vacío, una indagación en tierra de Nadie. O podemos dividirnos, ser al mismo tiempo el ángel que se va y que se queda, escribir con la mano izquierda  la palabra pájaro y dibujar con la mano derecha su jaula. La dignidad es algo así como la responsabilidad humana del vacío, la búsqueda de una verdad histórica sin esencias.

 

8) No dirás falsos testimonios, ni mentirás en nombre de la poesía. Que la bella letra no sea el disfraz de las mentiras. Que el formalismo no se confunda con la belleza. Que la retórica volcánica no se identifique con las fuerzas naturales de la palabra. Que el misterio hermético no nos enseñe su pasaporte orgulloso en las aduanas de la calidad. Que la forma bella, la retórica y el misterio se abracen en un acto impuro con la poesía capaz de conmover, con los poemas que son países a los que pueden regresar los desterrados.

 

9) No consentirás que se pierdan los pensamientos humanos y los deseos impuros del tiempo.  Porque el tiempo es el Lugar de apariciones (2000) de Juan Manuel Roca, la razón más profunda de su Cantar de lejanía (2005). Las comparaciones unen con energía poética extremos de la realidad: “como si alguien hubiera roto un collar de falsas perlas, / a las puertas de la tarde se desata el granizo”.  Los recuerdos funden el río Atrato con un puente del Sena o una orilla del mar Mediterráneo. Pero eso sólo es posible por la emoción del tiempo, porque la mirada del que imagina, del que observa la realidad,  esconde al niño rebelde del colegio que se enamoró de una maestra, al muchacho que guardaba poemas en los bolsillos cosidos por su madre, al joven que se enamoró, al hombre maduro que ha cruzado países, ha visto caerse los muros y los amores, y ha visto amanecer muchas ciudades en distintas habitaciones de un mismo hotel. Uno no puede bañarse dos veces en el mismo río, pero uno se sumerge siempre y se moja en las mismas aguas. La poesía de Juan Manuel Roca lo sabe, y por eso consigue que el tiempo permanezca atrapado en sus libros. No es traidor, porque avisa: “Tu seguirás para siempre / Desnuda en mi poema”.

 

Y 10) No olvidarás a tus lectores, ni al lector adolescente que fuiste. Los mandamientos líricos resultan necesarios porque la poesía tiene su honradez y su verdad, algo que se parece menos a la obediencia de unas consignas que al recuerdo de los primeros libros que nos enseñaron a vivir mientras nos deslumbraban con sus historias. Seguir emocionando al lector es evocar al muchacho que quiso ser poeta por admiración a los poemas que habían escrito las grandes pasiones de nuestros antepasados. Emocionar al lector es saber que la poesía supone una reivindicación de la conciencia individual en un espacio público, el lenguaje, que necesita a los otros para cobrar sentido. Son las paradojas de la intimidad poética: conocerse a uno mismo cuando se lee a los otros o cuando se ordenan los propios sentimientos para abrirlos a los otros. Morirse siendo manantial, asumir la madurez sin olvidarnos de nosotros mismos. Los poemas de Juan Manuel Roca son una calle, una plaza, una ciudad, un país, un continente, un mundo. Por las noches está encendida la ventana de su domicilio particular.

 

¿Hay una todavía un mandamiento último? ¡Ah, no! Es mi firma, que en esta ocasión se siente orgullosa. Es que ya he terminado...

 

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