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Portada de Bajo la alfombra, de Ángeles Mora

Actualización: 24/01/2012

Ángeles Mora

Bajo la alfombra

Por Sonia Fernández Hoyos

 

Si el discurso poético fuera simplemente metafórico y recorriera la página como si fuera música o escritura que se donara al lector, quizá los libros de Ángeles Mora no tendrían sentido en un mundo donde el abismo y el vacío se superan con la dificultad de lo ficticio.

 

Si el discurso poético fuera simplemente metafórico y recorriera la página como si fuera música o escritura que se donara al lector, quizá los libros de Ángeles Mora no tendrían sentido en un mundo donde el abismo y el vacío se superan con la dificultad de lo ficticio.
La nostalgia de una escritura ‘fantasiosa' ya no tiene sentido y nuestra poeta es consciente de lo brumoso, también de la nitidez de imágenes, de las evidencias ‘despiadadas'... de esos elementos que pueden convertirse en los signos ‘felices' de nuestra lengua. De aquí que este libro, Bajo la alfombra, alcance una ‘especie' idiomática insólita e inusitada, culta y fraterna, refulgente y dolorosamente opaca o personal, sobre todo, originalmente personal, al margen de ‘modas' o tendencias al uso.

El culto preciso de la palabra, "Cuántas veces el ritmo de las sílabas / grita lo que la lengua calla" (p. 14), no sólo reside en la cuidada estructura tripartita con subdivisiones (tri o bidimensionales), también en las escogidas-pensadas citas de Emily Dickinson, Eugenio Montale, Rainer María Rilke, Bertolt Brecht (Parte i. De Poética); Pablo Neruda, García Lorca, Rosario Castellanos, Walter Benjamin, Saint-John Perse y, de nuevo, Brecht (Parte ii. Para seguir viviendo); W. H. Auden, Derek Walcott, Vicente Aleixandre, Sylvia Plath, John Coltrane (Parte iii, sin título) que no son simples homenajes-reconocimientos, son elementos necesarios para el dialogismo que los poemas propios establecen con esos elementos culturalistas. Sin duda, pueden leerse como poemas plenos y, sin embargo, alcanzan todo su sentido, la plurisignificación en la ‘tradición' de la que se saben deudores y, simultáneamente, se apartan y sitúan en una ‘fenomenología' de las direcciones posibles: ya sea la decepción o el desencanto. Sí, los poemas del libro quizá puedan percibirse como la extinción de lo finito, no en vano el primer poema ‘teórico'-‘explicativo' llega a leer: "Aunque en las noches la busco, / sé que no existe, / que el hueco donde late, / dentro de mí, no es mi refugio, / ese hueco donde estoy y no estoy, / donde está y no está / -sin paz- la poesía [..., y especialmente:] El poema es lo que tengo / [...] golpeando la niebla de mi pecho" (p. 11). Pero si el poema es evanescente o se entrecruza y mezcla con lo brumoso, aparece como disolución de lo ‘mediocre' que rodea y simplifica a la escritora.

No se trata de un menosprecio del realismo, al contrario, desde el título del libro y el poema que lo desarrolla-explicita: "Las ruinas se pasean por debajo / del techo [...] Las ruinas son así. Son nuestra sombra / [...], lavo los platos, / escribo, leo un poco, oigo la radio" (p. 83); se trata de apartar la escritura de lo falsamente real, una apuesta por la ‘fractura' o la experiencia activa de lo nulo y vacío.

Desde esta perspectiva, es posible rechazar la nostalgia: "sólo un rumor lejano nos acerca / hasta el lugar sin nombre que llamamos futuro" (p. 43), y más explícitamente: "Y así escribí mi historia, día a día / [...] donde prohíbo el paso a la nostalgia" (p. 58). Y es que ahora, en el nuevo libro-entrega del yo, desde las "soledades" o el pasado, desde la experiencia de la propia historia, la nostalgia se convierte en proyecto, en el proceso de una nueva escritura diversa (incluso puede culminar con el tríptico final y familiar de Naima con Variaciones de jazz). Es decir, Ángeles Mora no ignora la lengua de su propio tiempo, la de su presente, la de esa "batalla de la vida" (p. 42) con desiertos, ríos turbios y "Palabras / para decir ahora, que pronuncien mañana" (p. 43); o "Un año más / ¿un año menos?" (p. 50), puesto que "Hay un espejo / en el que no me reconozco, / empaña tus ojos, / como una niebla gris" (p. 52) y, por tanto, es posible añorar-merecer "en brazos del olvido" (p. 50). Conscientemente, pues, se sitúa en la posibilidad receptiva del hoy, en los límites del lenguaje ‘medio' generalizado y, sin embargo, preciso-cuidado, en unas palabras que no están construidas para las simples intuiciones. El receptor ‘enmudece' ante las concatenaciones conceptuales y, más o menos, metafóricas; la doble determinación de un ámbito de apariencias y una lengua falsamente cotidiana alcanzan la desmesura de lo originario: "Ya sé que estamos solos, / que cada uno / es un cuaderno / aparte" (p. 21); en la mezcla del testimonio y la autobiografía o, mejor, la construcción de un yo que se desvanece en la bruma o no se refleja en el cristal-espejo reside la eficacia de esta poesía nueva, que no se complace en la belleza falaz de las apariencias y los poemas no ‘construyen' el ámbito de lo familiar-complaciente.

La poesía ahora no es una ‘historia' o sucesión de ‘emociones'-‘instantes', en ella nada acaece o, quizá, acaece la nada, lo insustancial de una temporalización que una y otra vez se desvanece en lo insustancial o en la alienación de un tiempo al que hay que sobreponerse: el lugar (casa, mar, ciudad, alfombra...) es un no-lugar que, paradójicamente, remite a diversos espacios y ese tiempo vacío se superpone y ‘parece' real: las divagaciones de la necesidad del poema, del deseo o el erotismo, las divagaciones estéticas de lo asumido como propio (lecturas o experiencias del yo), un micro-caos, un microcosmos caótico y, sin embargo, ‘ordenado' en sílabas (heptasílabos, eneasílabos, endecasílabos... rotos, conscientemente desestructurados, pero ‘pensados' en el rigor de la precisión) que muestran el poder de un discurso y la ‘madurez' de un mundo que al afirmarlo se niega, que al articularlo se borra... y se vuelve cristalino en la polisemia que separa a las palabras de sus significados triviales para dar lugar a lo ‘diferente', la materialización de una phoné, de un sonido puro sin figura: "Te escribo como si te amara" (p. 24 y todo el poema titulado Carta, 24-25) y así abrir la consciencia de un mundo ‘diferente', más allá de esa consciencia de sí o del yo que se ‘vuelca' en el otro: "La soledad, el vacío, / el mundo que nos niega" (p. 33).

Ángeles Mora opta por una pietas frente a lo opresivo de lo ‘real', opta por la ‘limpidez' de un sufrimiento, la "tristeza inevitable" o ese magistral: "Era un aire de anís envolviendo la siesta" (p. 61) cuando las palabras-cosas ven-miran, tocan-huelen, se mueven-paralizan y las percepciones luminosas de disolución... se asumen dentro de sí y se ‘disuelven' en la inmensidad de la belleza.

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