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Arquitectura yo

Arquitectura yo

Actualización: 15/03/2013

Josep M. Rodríguez

Arquitectura yo

Por Jesús Jiménez Domínguez

"Si –como se suele decir- la mejor defensa es un buen ataque, aquí –en este libro- la mejor respuesta es una buena pregunta".

 

ARQUITECTURA YO

(Josep M. Rodríguez)

 

Poema a poema, libro a libro, Josep M. Rodríguez ha sabido radiografiar la naturaleza humana partiendo de la experiencia cotidiana y de los rincones más íntimos de la memoria. Arquitectura yo, su última entrega hasta la fecha, es un libro sobre la construcción o reconstrucción continua de una identidad desde la nebulosa de la existencia. En el umbral del libro, en una introducción perfecta al acto de leer, nos dice Alejandra Pizarnik: “Está oscuro y quiero entrar”. Y efectivamente, incorporados ya a la lectura, advertimos desde el principio que aquello que llamamos yo no es sino un complejo y oscuro edificio construido sobre los cimientos de la indagación.

Si –como se suele decir- la mejor defensa es un buen ataque, aquí –en este libro- la mejor respuesta es una buena pregunta. Y en Arquitectura yo hay buenas, muy buenas preguntas. Preguntas sin apenas posibilidad de respuesta, como en aquellos grandes kōande la tradición oriental.

Arquitectura yonos ofrece una particular representación del mundo entre la ataraxia contemplativa y la resignación estoica (por ejemplo: “[…] crecer/ es ir al zoo/ y sólo ver barrotes”), entre la compulsión indagatoria y la certeza de que la mayoría de las preguntas, como ya he dicho, van a permanecer sin respuesta.

A lo largo de todo el libro existe una constante lucha de contrarios: dentro versus fuera, sombra versus luz. El paisaje se torna símbolo y sirve al hombre para situarse frente el hastío, el padecimiento, la soledad o la muerte. De repente, el yo no es unidad sino un ente binario: sístole y diástole, yin y yang, construcción y derrumbe. En un momento dado, podemos leer: “Y sin embargo a ratos me construyo. /Y sin embargo a ratos me derribo./ O incluso las dos cosas:/ como un niño que nace/ en un barco que se hunde”.

Hay también cierta tendencia a pasar por el prisma de la ciencia ciertas experiencias personales e inefables en un intento de categorizarlas y comprenderlas (y, si no, véase el poema “Incertidumbre”, donde se alude a la perplejidad del amor desde el experimento del gato de Schrödinger).

Pero Arquitectura yo es también un libro donde la mirada, en estrecha alianza con la imaginación y el pensamiento, tiene un papel primordial, casi protagonista. Dejando aparte las diversas evocaciones pictóricas tan evidentes (Claude Monet, Tom Wesselmann o la técnica de grabado del ukiyo-e), todo el tiempo se nos está invitando a la observación: “Mira a tu alrededor:/ la piedra se deshace hasta ser agua,/ el ojo se desborda hasta ser luz”.


En este nivel contemplativo, cabe rescatar aquí aquello que dijera Alejandro Dumas padre: “Todo cabe en lo breve. [...] No es el ojo más que un punto y abarca leguas." En la poesía de Josep M. Rodríguez esto último queda rigurosamente representado en su doble vertiente: la amplitud de la mirada desde la concisión del decir.

Josep M. Rodríguez ha aprendido de los maestros chinos y japoneses a mirar, a buscar el equilibrio, a ser preciso. En Arquitectura yo hay un indudable influjo zen aun cuando la meditación lleve consigo el desasosiego. Y también hay cierta querencia por el verso aforístico, si entendemos por aforismo esa grieta abierta en la lógica por la que entrevemos la complejidad del mundo.

Creo que no exagero demasiado si afirmo que Josep M. Rodríguez es quizás el poeta de su generación que mejor ha sabido integrar toda esa tradición oriental en una poesía contemporánea de corte metafísico. Sus versos breves, precisos y certeros son la respiración de un pensamiento que se multiplica en esporas de largo alcance, que se abren a la propia necesidad de romper con el discurso oficial de las cosas, bajo el cobijo propicio de la paradoja.

 

Jesús Jiménez Domínguez

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