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Actualización: 05/06/2012

Homenaje a Tomás Segovia

Hernando Valencia Villa

TOMÁS SEGOVIA, TRADUCTOR

Por Hernando Valencia Villa

 

Apenas seis meses después de la muerte del poeta en Ciudad de México el 7 de noviembre de 2011, la obra de Tomás Segovia se nos aparece ya como la de un clásico. Quizá ninguna definición le hace más justicia que la de “hombre de letras” pues cultivó todos los géneros con una rara maestría, tanto más admirable cuanto menos presuntuosa. Escribía como respiraba, y la obra múltiple que nos ha legado, en verso y en prosa, de imaginación y de reflexión, constituye un capítulo central de la cultura hispanoamericana contemporánea. Una de las vertientes más ricas de esta producción plural corresponde a su ingente tarea como “traductor literario, de humanidades o universitario”, como a él le gustaba decir.

Como otros intelectuales de su generación que no pudieron concluir sus estudios universitarios a resultas de las peripecias del exilio, Tomás Segovia ejerció distintos oficios, viajó mucho y se hizo con una vasta cultura humanística en varias lenguas modernas, que le permitió traducir al español más de una veintena de libros fundamentales del inglés, del francés y del italiano, entre los cuales destacan textos de William Shakespeare, Oscar Wilde, Harold Bloom, Víctor Hugo, Michel Foucault, Jacques Derrida, Giosuè Carducci, Cesare Pavese y Giuseppe Ungaretti. Nuestro querido Tomás se tomó tan en serio su trabajo de traductor que fundó el Programa de Formación de Traductores del Colegio de México y recibió el Premio Nacional de Traducción “Alfonso X”, también en México, en tres ocasiones: en 1983, en 1984 y en 2000.

Entre sus versiones españolas más logradas sobresalen los Escritos del psicoanalista francés Jacques Lacan, que han sido reeditados docenas de veces y que se caracterizan por su extraordinaria complejidad técnica; el Hamlet de Shakespeare en verso, que por sí solo constituye un tour de force; y La invención de lo humano, el libro del crítico estadounidense Harold Bloom sobre el gran poeta y dramaturgo isabelino, que basta y sobra para consagrar a un maestro de la traducción literaria.

En el discurso de clausura que pronunció en el IV Congreso Internacional sobre el Español como Lengua de Traducción, celebrado en Toledo en mayo de 2008, que como traductor invitado al evento tuve el privilegio de escuchar en vivo y en directo, Tomás Segovia expuso su ideario como traductor. Vale la pena recordar brevemente las ideas centrales de su inolvidable lección como el mejor homenaje que podemos rendir a su querida memoria.

Nuestro autor consideraba que la traducción debe ser un oficio y no una profesión pues entraña un saber más que un conocimiento. Ello implica subrayar la índole artesanal, artística, de toda buena traducción, al igual que la irreductible libertad creadora del traductor frente al texto de partida tanto como frente al texto de llegada. Tomás Segovia temía, con razón, que la profesionalización del oficio de traductor trajera consigo burocratización, politización y, en últimas, manipulación.

Como corolario de su razonada desconfianza ante las versiones oficiales o académicas, nuestro autor decía que traducir al español hoy es traducir a veintiún lenguas, sin contar la de los chicanos en Estados Unidos y lo que queda del español en las Filipinas, por lo cual conviene consultar siempre la lengua viva que se habla en la calle y se escribe en los periódicos. Pero la responsabilidad del nuevo texto recae en el traductor pues, de acuerdo con una de sus ocurrencias más felices, “en todas partes cuecen habas o corren babas”.

Tras criticar el trabajo de los correctores de estilo, quienes con frecuencia son corruptores de estilo, y poner en solfa el prurito de legislar en materia de ortodoxia idiomática, Tomás Segovia resumía así su concepción del noble oficio de traductor: la traducción es, junto con la creación literaria, la expresión más radical de una lengua y en cierto sentido más radical aún que la creación porque exige trabajar con dos lenguas a la vez. De ahí que el traductor sea un ciudadano del mundo pues habita en la frontera entre las lenguas y las culturas que expresan la pluralidad y la diversidad de la humanidad. Como ha dicho George Steiner, quizá el mayor pensador literario de nuestra época, a propósito de “Pierre Menard, autor del Quijote”, el famoso cuento de Borges al que califica como “el más agudo y denso comentario que se haya dedicado al tema de la traducción”, el traductor es el refutador del tiempo y el reconstructor de Babel. Estoy seguro que a Tomás Segovia traductor le habría gustado mucho ser llamado refutador del tiempo y reconstructor de Babel porque sabía que el cultivo de la memoria es nuestro deber más sagrado y que el don de lenguas es nuestra más alta señal de identidad. Más aún, sabía que si los escritores han creado la literatura, los traductores la han hecho universal.

En las versiones segovianas palpita entonces esa apasionada complicidad del traductor con la lengua de origen y con la lengua de llegada, con el autor y con el lector, y sobre todo con el texto original y con el texto traducido, que constituye la única garantía de calidad de esa tradición de traslación sin traición que es la traducción. La obra de traductor de Tomás Segovia no sólo está a la altura de este paradigma ejemplar, sino que forma parte esencial de su escritura entrañable, sin la cual ya no podemos ni queremos vivir.

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'Al poeta en su cumpleaños. Homenaje a Tomás Segovia (1927-2011)

Video del acto celebrado en Casa de América en homenaje a Tomás Segovia el pasado 21 de mayo de 2012, a los pocos meses de su fallecimiento.

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José Manuel Caballero Bonald