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Víctor Rodríguez Núñez, fotografía de Javier Narváez Estrada

Actualización: 24/01/2012

Víctor Rodríguez Núñez

Poemas De enseguida [Te escucho desnudar a contraluz] y [Algo que no es cera, que no es pabilo]

De Enseguida

[te escucho desnudar a contraluz]

un día salgo sin abrir la puerta
sin que el cuervo lo note
                                       el caballo nevado
que remolca la carreta de estiércol
con su vaho me borra
                                  como todo se pierde
en una vertical del horizonte
que crece entre las lilas

su olor late en el pecho
reniega de sí mismo
                                enrojece los arces
me quedo mudo afuera
te escucho desnudar a contraluz
no soy lo que seré ni lo que fui
fermento de experiencia
                                       puro eclipse

pero ella me descubre
entre la insatisfecha multitud
me empuja hasta su tálamo
entre muros con un raro equilibrio
saca a lucir sus pechos
                                     que no entran en razón
sus caderas rebajan
hasta que caiga la tierra en mi boca

los despiertos se mueren
                                        al susto de la muerte
los dormidos han muerto y lo disfrutan
crean o no en la resurrección
a estas alturas nadie
                                 debe eludir la nada
como en el caso de la amante oculta
basta con no invocar su agreste nombre

tienes que desearlo
con todos los enrosques de tu mente
con todas las abejas de tu cuerpo
si uno te traiciona
                             si una te da la espalda
un término un instante
                                    no lo conseguirás
a la muerte sólo espanta el deseo

la ciudad descarnada se despierta
sin que canten los gallos
los sepultureros en overoles azules
emergen del vacío
todo es cemento y cal
                                   los claveles robados
y la edad se desnuda
sin sombra sin vergüenza

unos huesos musgosos
                                     sobre sacos de yute
a su pesar buscamos una tumba
alienta la certeza de encontrarla
desiertos el pasado el futuro
y el presente la niebla
                                    donde no se distingue
la basura que acabas de sacar

la muerte no es lo opuesto de la vida
la vieja metáfora de la luz
es un clavo torcido que no puede
sostener estas vigas
                               con su aliento de bosque
la sombra se despega
                                   no estructura
y la muerte es lo opuesto de la muerte

 

 

[algo que no es cera que no es pabilo]

sin la destreza del arquero Yi
¿cómo vas a bajar los ocho soles?
el bronce se suaviza con el vino
la muerte es efímera
                                inestable la gloria
¿por qué te empeñas en estos caracteres?
si cada noche te intimida el sueño
¿cómo vas a empuñar la espada de Gongsun?

algo que no es cera que no es pabilo
alimenta la vela
                         el deseo no olvida
que ni la cal de los huesos perdura
nadie sabe tu nombre
perfecto e indistinto
                                callado e impasible
eres como un adverbio

alzas la voz y vuelves al resguardo
con la lengua arañada
no te alejas de nadie
                                  creces a ras de suelo
pierdes la fe ganas sinceridad
no compites ni siquiera contigo
y buscas la armonía
la vergüenza de todos los contrarios

pretendes ser el rústico viejo de Shaoling
pero los pinceles no te obedecen
los trazos se evaporan
tu gorro no es de plumas de faisán
sino de lana simple
                              no hay dragón que vencer
sino la indiferencia de las ranas
que chapotean también en el afonía

con tu cucharita raspas el caldero
aunque no quede nada que llevarse a la boca
sólo sacarle brillo buscar una salida
en la otra cara donde pegó el fuego
cada torre se erige sobre un nudo de tierra
cada almácigo brota de una sola simiente
el ocio es el caudal que dilapidas
hace mucho que debes ser mendigo

no desprecies la luna
                                  sus rayos despuntados
su resobada lumbre
la falta de sabor es un sabor
que se debe apreciar
no desprecies siquiera al enemigo
confusa claridad
                           que tiende otra celada

blandes el mismo sable que jamás tuvo filo
y enfundas en la herida
vibra como un relámpago
sin tempestad en la hiel de la noche
como la luna yo soy un reflejo
corteza que se muda
en la ceniza se borran los pasos
se evapora el destino

aunque no ves con claridad te fijas
en lo pequeño
                       que se transfigura
aunque te dobla el frío
                                     y arrebata tus hojas
eres fuerte por la debilidad
esta es mi voluntad no hay otra cosa
el abismo ante el mulo

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