Estás en: Piedad B...

Fotografía de Piedad Bonnett

Actualización: 24/01/2012

Piedad Bonnett

Poemas Conversación con ClaudiaMúsica de fondoAlgo hermoso termina

Conversación con Claudia

Música de fondo

Algo hermoso termina


Conversación con Claudia

Dice Claudia que las tardes sombrías en que amenaza lluvia
nos tranquilizan. Todo en ellas es neutro, no hay lugar
para el desasosiego entre sus faldas grises.
Es cierto, Claudia.
En las tardes nubladas la vida pasa afuera con abierto desgano,
y el pitazo del tren
no levanta un polvero de nostalgias.
Resistimos la música de Schumann
sin que se desafine el corazón,
y el libro
que leemos
no nos hace llorar de forma intempestiva.
Las tardes frías
no nos asustan
como esta tarde de tirante cielo
en que el mundo parece detenido,
en que vibra la atmósfera con lucidez de vértigo,
en que todo es ajeno,
es inasible,
y el amor es de otros,
para otros es el cielo,
y se oye arder el fuego de sequía.
Habrá una tarde innumerable, Claudia,
libre de tedio y libre de tortura. Sin memoria, sin duelos, sin deseos.
Será brumosa y gris, sin sobresaltos.
Como raíces
beberemos el agua de la tierra,
ajenas a la luz que hoy nos lastima.

 

Música de fondo


Hay penas que terminan
avergonzándonos:

zonza, desprestigiada, monocorde
como el zumbido
del moscardón contra el cristal o como
una vieja tía que se instala en casa
y teje y teje mascullando,
así

esa pena que no se fue nunca
y que mancha de tizne las mañanas.

En el cine, en la ducha, en el mercado,
en medio de la tarde o de la noche
dice la pena idénticas palabras
                  sin aspavientos
                  sin coloraturas,
                  sorda,
                  monotemática,
                  invencible.

De vez en cuando, sin embargo, el fiero
alacrán escondido se despierta,

salta
sobre mi corazón.
Su mordedura
vuelve a hacerlo sangrar.
Por el dolor
                    deduzco que no he muerto.

 

Algo hermoso termina

                           Todos los días del mundo
                    algo hermoso termina.

                    Jaroslav Seifert

Duélete:
como a una vieja estrella fatigada
te ha dejado la luz. Y la criatura
que iluminabas
                   (y que iluminaba
tus ojos ciegos a las nimias cosas
del mundo)

ha vuelto a ser mortal.
Todo recobra
su densidad, su peso, su volumen,
ese pobre equilibrio que sostiene
tu nuevo invierno. Alégrate.
Tus vísceras ahora son otra vez tus vísceras
y no crudo alimento de zozobras.
Ya no eres ese dios ebrio e incierto
que te fue dado ser. Muerde
el hueso que te dan,
llega a su médula,
recoge las migajas que deja la memoria.

 

 

Share this