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Manuel Garcia Verdecia

Manuel Garcia Verdecia

Actualización: 05/04/2012

Manuel García Verdecia

Poemas Ah! Hombres a quienes habían prometido, Los argumentos del descenso y Otro día solo aquí en la cima del zigurat

ah hombres a quienes habían prometido

ah hombres a quienes habían prometido la aurora   cuánto me duelen
andan famélicos  exangües como viejos pájaros disecados  cañas
     abandonadas a lo largo del polvoriento camino
mordidos por el cáncer incurable del deseo y la lepra de la insatisfacción
sus vestidos traslúcidos dejan ver las febles carnes roídas por la espera
ojos hundidos en un tiempo de brumas evasivas
se han consumido junto al mar aguardando una barca que les traería la
     ventura
pronto vendrá pronto vendrá decían y cada sombra figuraba el arca
     prometida
su niñez fue un caballo de madera apolillada al son de una música que
     cantaba de un fastuoso corcel volador por cielos de plenitud
su mocedad quebró mil espadas de lata asaltando los reinos del sueño
las rodillas peladas de hacer el amor al borde del camino donde un
     altoparlante prodigaba la anunciación
tendrían las islas venturosas  dueños del tiempo y las cosechas   de la
     lluvia y el arcoíris
la tierra toda una sola isla de bienaventuranza
y ahora este pájaro de alas descosidas   albatros borracho y clavado a un
     barco a la deriva entre los hielos
hombres de las islas a vosotros cuyo destino iba a ser el júbilo* mi espejo
     empañado pero cierto
estaca de fijarme a la tierra que me evita la luz aniquiladora   mi hora de
     recuento
ni burla ni anatema ni oración ni canto
solo pesar voraz   cuantioso   una vasta nube de piedad
¿qué desearles  grandes pájaros ilusos  siempre con los picos abiertos a la
     espera del regurgitar milagroso de los granos que alimentan la dicha?
quizá un final veloz y blando
una ola suave que en su resaca los borre de la infértil recua de los hechizados
                                                                         * Verso de Czeslaw Milosz
 

 


los argumentos del descenso

desciendo sin cesar desciendo
y no hay ninguna cosa que pueda hacer
he caído en medio de este mar de ácido y navajas
ni peces ni corales ni el propicio albatros compañero
solo la vasta inmensidad de agua y sus dentelladas
solo las turbias huestes de estranguladores
voraginosas garras sucesivas
ojos me ven y no los veo pero me fijan
húmedas lenguas de la muerte pasan por caricias
cuerpos y cuerpos de lasciva agua multitudinaria
soy un lánguido sargazo a la deriva
cómo he podido dar en el seno de tal caterva  de silencio y hostilidad
quizá podría intentar pujantes braceadas para detener el descenso
lograr tal vez quedar a flote entre la celada de aguas y la traslúcida esperanza
pero es inútil todo intento de violar la gravedad
nada tiene sentido  solo agotaría mis pulmones y mi dignidad
así que cedo y dejo que lo hondo me arrastre
desciendo nunca paro desciendo
doy manotazos para apartar algas y alimañas
criaturas que se benefician de la penumbra
mientras   sigo cayendo en el oscuro reino de la mudez y la asfixia
qué hago yo hijo del aire en medio de estas aguas alevosas
no puedo gritar nada oigo
mis ojos solo informan confusión y vértigo
pensar sería otro modo de perder aliento
mejor dejarse ir   caer tan veloz como pueda
dicen que cuando se toca fondo se emerge a la luz
de nada valen gritos que se vuelven buches de agua amarga
de nada astucias   la inmensa atracción de lo hondo supera todo intento
a veces rozo un segmento sólido y creo haber llegado
entonces un alivio un rapto de alborozo
sin embargo de pronto sigo cayendo
aquí todo es incierto y traicionero
las más sutiles formas  las más dulces líneas ocultan mortíferas armas
así que caigo sigo cayendo sin saber cuánto falta
como sostén repito el mantra de esperanza
cuando toque fondo podré dispararme a la luz
cuando toque fondo
cuando toque
quizá me alcance el aliento?
quizá este abismo de agua amarga tenga fondo?



otro día solo aquí en la cima del zigurat

otro día solo aquí en la cima del zigurat
fuera la noche es oscura pero menos que mi incertidumbre
abajo la ciudad titila titubeante como las cenizas de un fuego que acaba
contemplo el cielo los grises y los azules espacios de tinieblas que giran en torno a la tierra
qué otra cosa se espera de un astrólogo
no actúo por convicción  solo por hastío
no hay peor silencio que el que uno se impone
ni peor esclavitud que la de nuestros temores
en cierto cuarto tibio una mujer me aguarda
con los senos listos como la uva para el vino
y el cuerpo despierto como el canto del gallo en la mañana
es lo mejor que me podría ocurrir
mas no siento el deseo   se ha esfumado como las estrellas
que desde muchas noches se han fugado del cielo
dónde se han ido los ojos del infinito que me niegan sus señas?
al fondo en las tinieblas cruzan relámpagos como bizarros sables en la batalla
sus filos se repiten en una escritura de fuego que no alcanzo a descifrar
qué me dicen? acaso es el fin que se acerca?
los veo distantes   cuán distantes?
cien doscientas jornadas a lomo de camello?
será esa la distancia a que se halla la muerte?
vendrá detrás de los destellos de su espada anunciante?
acércate ya  extiende tus silentes dedos que cortan el resuello
es mejor esa oscuridad perpetua y silenciosa
ese hueco sin fondo que solo engendra rayos
que esta incertidumbre sin aliento y sin término
anúlame el bochorno de cada día fingir una respuesta

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