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Actualización: 25/01/2012

Juan Domingo Argüelles

Poemas Contra el aire y el cielo y Del tiempo/De la infancia

Contra el aire y el cielo

A la memoria de mi hermano Gregorio (1961-2006)


1

MI hermano nos dejó cuando los ciricotes estaban
en el pródigo aroma de su fruto,
nutridos sus racimos bajo el oro del sol
en el más caluroso verdor de mayo,
entre la llamarada roja del flamboyán,
el amarillo intenso de la lluvia de oro
y el encarnado rosa del tulipán.

 

2

El naranjo que plantaste tiene ya su primer fruto.
Tus labios ya no podrán gozar ese dulzor,
pero el amor que tú pusiste al plantarlo
y que lo alimentó te sobrevive,
en este primer día de junio -en lo más alto el sol-,
a dos días exactos de que nos has dejado
dejándonos también
helado el corazón.

 

3

Esta astromelia, dice mi madre, la plantó él,
y una lágrima empaña su mirada, al decirlo.
Alguna mano ruda la tronchó luego,
pero hoy ha retoñado. Vivirá, echará flores,
tus flores preferidas, nuestras flores,
y tú no las verás pero nosotros las veremos por ti,
y de este modo tú estarás con nosotros,
con tu leve sonrisa,
y esa irónica forma de decir, de decirnos
que al mundo has perdonado su rencor.


4

Se fue mi hermano y se llevó con él
un poco de mi infancia.
Me dejó entre las manos este negro dolor,
estas pocas palabras de sombra y balbuceo,
esta honda tristeza que nos trajo la muerte.
Algo de mí se fue con él: aquel niño que fui,
que lo sigue buscando y lo sabe escondido
entre el monte más verde y el más intenso azul.

 

5

La existencia es muy larga y la felicidad dura un instante.
Nos creímos inmunes al paso de la muerte,
nosotros los más débiles, los más perecederos.
Un instante, querido hermano,
tuviste entre las manos la alegría.
Lo demás fue penar, tropezar cada día.
Hoy duermes y es lo justo.
Descansas del dolor,
y el sufrimiento lo llevamos todos.

 

6

Vuelvo al sol de mi infancia
y a las tardes cuajadas de frescor.
Sopla la brisa que viene del mar.
Mi hermano ya no está.
Abrió una puerta a lo desconocido,
y caminó o voló, ligero.
Hoy no hallamos consuelo
por más que pronunciemos
los lugares comunes de rigor.
Se fue el primero,
y nos dejó temblando como una hoja
en medio de esta ronca tempestad

 

7

Llorar es lo primero que aprendemos.
Con la edad, lo olvidamos,
o queremos creer que lo olvidamos.
Pero llorar a veces es lo único
que puede acompañarnos en esta soledad.
Y no hay amor sin lágrimas:
en la orilla del gozo
o en el fondo más negro
del dolor.

 

8

El mar, el mar, el mar,
querido hermano,
sigue en su sitio.
Las olas van y vienen
y al alejarse dejan
su iridiscente espuma
en las tibias arenas.
Yo te lo cuido aquí,
en tanto vuelves.

 

9

El martes 30 de mayo de 2006,
a la una con quince de la tarde, murió mi hermano.
Su vida fue instante en este mundo.
Hoy nos queda de él un puño de ceniza;
un soplo de su alma
y el rojo palpitar del corazón.

 

10

Las dagas del flamboyán están maduras.
Las bajamos del árbol y luchamos buscando
los flancos, para herirnos. Cada tajo en el aire
es un esfuerzo inútil. Nunca nos heriremos.
La lucha es nada más
contra el aire y el cielo.

Bahía de Chetumal, 1 de junio de 2006

 

Del tiempo / De la infancia

 

1
Qué largo es el camino de regreso
hacia el mar infinito de la infancia,
y qué breve es la historia del relámpago:
un instante de luz,
y después nada.
Del esmeralda al negro y al azul
(selva y oscuridad con rumbo al mar),
un abismo infinito y una enorme distancia.
(Esto es el tiempo: lo que ya no vuelve
en los atardeceres del decir.)
Tú mentías, nostalgia:
No hay retorno posible,
por más que se pretenda regresar.
De la memoria infiel al fiel olvido,
una sombra se yergue
como una espesa oscuridad.
Tú mentías, amor:
Es muy largo el camino
y el tiempo sólo un nombre del morir.
No vuelve nadie, nunca, al gozo inmerecido;
la noche se derrumba
cual lóbrega tormenta
y somos esa brizna de hierba desgajada
sin tregua, sin reposo, entre la tempestad.

 

2

Hermana de hace ya tantos adioses:
Cruzo otra vez las calles
donde tu mano me condujo, suave,
sutil bajo aquel sol de otro verano;
no son las mismas calles pero sí el mismo niño
que se queda, perdida la mirada,
en el deslumbramiento de la tarde.

 

3

Del esmeralda al rojo hay un pulsar del corazón,
una andanada de la sangre en los tormentos de la luz.
Tú mentías, razón:
Es muy largo el camino y no hay retorno;
los objetos no son lo que se ve.
Lo que queda grabado en la pupila
se va desvaneciendo
en un punto sin luz.

 

4

Es muy largo el camino
y es lóbrega la selva de la memoria.
Del esmeralda a la penumbra,
tendidos, laxos, en la oscuridad,
todos sangramos por la misma herida
y hablamos por la boca del dolor.
Tú mentías, infancia:
Es muy largo el camino para volver a ti,
y es corta la memoria; larga la eternidad.

 

5

Qué doloroso es el regreso.
Qué lentitud del tiempo, qué lentitud.
Y tú mentías, poesía:
Más grande que el amor es la orfandad;
baja la vista alguna vez al menos;
mira cómo no todo es resplandor:
el tiempo es una mano que te cubre los ojos;
la memoria es un sueño,
y a veces es mejor no despertar.

 

 

 

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