Estás en: Elvira H...

Autor referenciado en el Monográfico de:

Actualización: 25/01/2012

Elvira Hernández

Fragmentos de Carta de viaje

Carta de viaje (fragmentos)

VENGO del País de los Vertederos Eternos, del Aerosol

Templado, de los Montes de la Piidad haciendo nata. Flora y

Fauna Travesti largándose largándose por el larguero de tierra

sableada. Despeñados por la Montaña Rusa nuestros sesos lloran

Eden y Landia, Cielo y Tierra.

Y, ¡heme aquí en el lobby del Viejo Mundo!

 

Atrás quedaron los piececitos Azules en la Feria Persa

y Coreana.

 

*

 

DIEZ millones de inviernos se están cuajando en las alturas. Un

péndulo preciso se balancea como un alud de lágrimas

sobre un ojo nublado. ¡Nunca nos encontraremos! Nuestro último horizonte

se ha cerrado por mal tiempo. Nuestro último horizonte.

¿Horizonte caillé?

 

No podré decir jamás si llueve. Un impermeable, un cortavientos, 

un sobretodo y las lunas protectoras de unos anteojos, me cobijan

del mundo mientras camino por las irreales playas de Thule.

 

No es la montaña la que se interna en el mar, son promontorios

vivos que ha botado la ola. ¡Jonás! ¡Jonás! los naufragios comienzan

tierra adentro. Sobre la piedrecilla se derrama contaminante.

de tánatos cetáceo. El cementerio marino. La gran arquitectra del

hueso y desazón donde me encuentro varada.

 

No se ve un alma. Abiertos los ojos como alguna vez abrí ventanas

y sólo divisé el deseo de ver. ¿Paseabas ya tu sombra por el espejo

de Arlanda, esos hangares, el manto amargo de escollos?

 

Yo me detuve en lugares oscuros, caminé por avenidas acuosas,

mal iluminadas, entre vespasianas donde pernoctaba una gota de

recuerdo y en sus muros vi escrita la porfesía de Onán. A distancia

se agitaban las banderas ojerosas de los apátridas que me

recibían. y, en mi espejo de bolsillo noté que me iba quedando

en blanco.

 

*

 

Se me hielan los pies, herma. Todas esas partes perdidas que

reviven mi nostalgia. Me hielo y me deshielo dentro de la última

guarida de mi cuerpo. La piel se me deshace en gelatina. La sangre

avanza un centímetro por segundo. Los dedos congelados no

quieren soltar la fibra roja del tiempo.

 

Me cubre una capa de rocío, me cubre el reboso viejo de la ventisca.

Ya sólo me removerá la guadaña y yo termino en soledad de

cubrirme a mí misma, en esa cama inmensa de la sábana blanca y 

helada.

 

Vengo del País de Nunca Acabar y Nunca Contar, donde el rollo

se enreda para rato. Cada uno puede pasar su película -dicen-

contar su Cuento del Tío, y es la Vieja película de todos: amarillenta,

vieja, con los textos idos

se le corre el rouge, cortada en principio

 

SIN FIN

 

 

Share this