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Claudia Masin. Copy de Gloria Perelló

Actualización: 24/01/2012

Claudia Masin

Poemas El regreso y Una película de amor

El regreso

 

(Basado en el film"El regreso", Vozvraschenie, Andrey Zvyagintsev, Rusia, 2003.)

¿Qué trae el padre de su largo recorrido por los campos
amplios y planos como pasillos de hospitales donde él,
médico viejo y cansado, pasea su mirada pacífica, experta,
sobre todas las cosas del mundo como si fueran suyas,
las hubiera tenido en la mano tanto tiempo
que conociera sus exactas concavidades y accidentes?
No hay nada nuevo para él, ¿pero y nosotros?
¿Preguntándonos el cómo y el porqué, desasidos como estrellas fugaces
de la generosa custodia del cielo, nosotros cómo hacemos
para mirar las cosas sin angustia, sin que nos sobre o nos falte
siempre algo: una medida quizás, cuya ausencia hace imposible
caminar sin tropezarse a cada paso?
¿qué amor hizo descender sobre él para después dejarlo ir,
pájaro rapaz que de un momento a otro se volvió compasivo
y desechó los restos que le eran ofrecidos,
con la magnanimidad de quien ya fue llenado, está completo?
¿Pero y nosotros, a quienes esos restos cubrirían los huesos?
No podemos pedir, ya está perdido
lo que quedaba, lo que había de más.
¿Madre, por qué no dejarme salir a los caminos, entonces?
Si no hay nada que él traiga en los brazos, ¿por qué no dejarme
ir yo misma a buscar, si ese regalo que él esconde
cuidadosamente bajo la cama es una caja vacía?
¿Qué va a ser de nosotros ahora,
si es y siempre fue mentira que de los baúles sacaba
objetos maravillosos, que podía enseñarte a pescar peces
de aletas brillantes como una moneda al sol? ¿Si es mentira también
que con sólo raspar un carboncito contra su pecho creaba el fuego
que iluminaba la superficie curva de la tierra, la geometría perfecta de la casa,
o que a nuestros cuerpos pequeños, con sólo mirarlos,
los volvía exuberantes como si fueran plantas parásitas colmadas
por la savia de otra planta? Dame la libertad, entonces
para soltar esta atadura que no ata a nada,
que yo de todos modos ya lo sé: hay un cielo
como hay una tierra, hay un desorden que, extrañamente, nos cuida,
hay quien desata la peste y a veces hay cura, hay mañanas
donde vamos a ser niños una vez, una vez sola, para poder
ir tomados de la mano de él, de él que es esa tela secándose al sol
los días de buen clima, ropa dejada por un muerto, no me mientas,
no hubo padre ni habrá.

 

Una película de amor

 

(Basado en el film "Una película de amor" del "Decálogo" de Krysztof Kieslowski)

Yo comprendo la pasión de los astrónomos,
las noches en vela, la atención dispuesta
a captar, de entre todo lo que existe,
cierta fosforescencia en el cielo. Podría decir,
como ellos, que las cosas que me importan
no suceden en el mundo. La mirada vive, en lo que ve,
una segunda vida, más real que la primera, más intensa.
Yo pensaba que mirándote siempre, en todos los momentos,
los instantes preciosos que guardabas dentro de tu cuerpo
se transferirían a mi propia constelación
de recuerdos, y lo deseaba con tanta fuerza que creí
ver con tus ojos -sin haberme movido jamás de esta ciudad
o de este cuarto- los detalles de tu casa natal, las tormentas
de nieve en un pueblito del sur, la tierra
completamente roja en el otoño, invadida por las hojas
de los arces, dos pies pequeños y descalzos,
cubiertos por el barro, el rostro de tu madre.
Quizás la intimidad entre dos seres dura
lo que dura ese momento en que sabemos
de los cuerpos y las cosas que otro amó,
en otro tiempo. O acaso nadie alcance a rozar,
ni en su deseo, las imágenes ajenas,
y estés sola, y yo esté sola, y sea el nuestro,
-como el recorrido de las familias de esquimales hacia el sol,
sobre la nieve- un viaje del cual no queda huella. 

 

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