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Actualización: 25/01/2012

Rocío Martínez Oliart

Poema Sin título

Poemas sin título


1

Hay un tejado con tres ojos juzgadores
frente al que crecen frases;
frases que se creen versos
y, a veces,
versos que se creen poemas.
Y allí se arremolinan en las ramas
para los huesos de una muñeca rota
a la que la poesía visita,
casi siempre,
por las noches.



2

El tren ha ondulado entre los arbustos
culebra que se esconde y busca su camino bajo tierra,
                                                                                   y desaparece.
Todos los que venían detrás fueron siguiendo,
uno a uno hasta que no quedaron trenes.
Expertos en la especie aseguran que, aunque sin precedentes,
se trata de una migración estacional a tierras cálidas;
Nos dicen "No perdáis las esperanzas, volverán en primavera
                                                            o en verano".
Sin embargo, la ciudad muestra la imagen
de las vías desiertas
como los huesos hallados en el campo
de un animal comido por los lobos
y los trabajadores pasean los domingos
perplejos (como quien acaba de entrar en la edad adulta)
explorando su nuevo territorio,
por donde, de cuando en cuando, una ambulancia
lanza un chillido que
        -almas melancólicas-
confunden con el silbato del tranvía.


3

Anoche la ciudad desapareció en la niebla,
retrocedió poco a poco
hasta tener cubierta la huida,
y los trenes invisibles
eran un estremecimiento
que sonaba como una amenaza,
y yo no me atrevía
a sacar la mano por la ventana
temiendo encontrar en su lugar un puñado de humo naranja.


4

Entre Madrid y Extremadura,
si estás atento,
si diriges la vista a la ventana
en el momento exacto,
están los cementerios de tractores.
Es extraño
esas máquinas, temibles en vida,
aparecen apiñadas en cautiverio
con las garras en alto pero inertes,
conforman una estampa melancólica
como si desertaran de una fotografía.
Decrépito rebaño que muestra sus amarillos dientes
ya sin amenaza alguna.


5

Todo empezó en una bañera caliente
con un vientre preñado de nostalgia,
de allí fueron creciendo ramas y raíces
  en todas direcciones:
Un nudo de quebradizas ramas que se extiende
buscando escapatoria por los dedos,
hacia dónde,
                  no se sabe.



6

He perdido la voz, no la conozco,
no es posible que sea la que agrieta,
en algún lado estará, he de encontrarla
debe tener luz propia, ha de salvarme.





7

De repente crecen flores donde había cerraduras,
los recuerdos se apolillan tras la puerta,
cruje el techo del desván y los huesos se derrumban:
la memoria quedó muerta bajo sus cimientos.

8

La soledad iba por dentro
porque no vivía (como ellos creían)
colgada del cuerno de la luna,
sino que era su cráter
extraviada entre gente,
confundida en las pausas,
sigilosa en el alma,
famélica de besos.
Le dolía el fulgor y no entendía,
le pesaba esa luz y, ante la inquietud,
   callaba...

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