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Actualización: 24/01/2012
Octavio César M. G.
Poema Para derrumbar la soberbia arquitectura de mi éxtasis
Para derrumbar la soberbia arquitectura de mi éxtasis
decidiste colocar explosivos de precisión en las esquinas,
ocultos a la vista para no causar sospecha,
en tanto yo seguía construyendo los pisos superiores
y agotaba el cielo con temerarias escaladas de alpinista.
La frialdad como virtud matemática, los guantes negros
para soportar el frío interior y conservar el gusto por lo clásico,
y las gafas que mantenían tus pensamientos en la sombra,
para mi eran el atuendo de una noche como todas
o el disfraz perfecto para ir de vacaciones a la playa.
Cuando decidí punzar la membrana estratosférica
para abrir un invernadero en el espacio, olorosa a malvas
te escabulliste entre las risas de un carnaval de necios
repartiendo el placer de tus heridas, gritando silenciosa
la venganza por venir, representada en la caída de tu templo.
En la espesa masa de concreto aparecieron, sutiles,
las primeras grietas de tu desencanto: la obra era perfecta,
pero le faltaba algo: el cataclismo de tu firma al calce,
el fatal encuadre del asombro captado por las cámaras,
la fecha cabalística y por siempre indescifrable del desastre.
Polvo, humo y fuego después del estallido, cenizas
de la carne devota entintando las pupilas, fragmentos
de un teatro de locura buscando explicación entre las calles,
y el lujurioso triturar de huesos, vidrios, rosas y poemas
que un gólem de mierda recogía entre sus manos de sayón...
Luego la lluvia. El sol. Y la ciudad, serena, sin el paisaje de tu tumba.