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Ilustración de Juan Vida

Autor referenciado en el Monográfico de:

Actualización: 24/01/2012

Julián Herbert

Poemas FranciscanosLos Mezquites

Franciscano

Los Mezquites


Franciscano

A mi manera, Francesco,

también me desnudé en una plaza.

Yo también con papá, en Atlixco. Estaba amaneciendo

y los chanates masticaban maldición

desde los árboles, en su lengua de esfinges.

La plaza un gran estante de artesanías de esfinge

negra, y el cielo su mercado:

un piso de alquitrán al que señoras

estaban arrojando cubetas de jabón.

Papá me abrazó y dijo, citando a Malcolm Lowry:

“Hijo mío, bebimos

esta noche hasta la sobriedad”.

Quise matarlo, quise

darle un beso en la boca.


Edipo ante la esfinge: ¿cuál es el animal,

el animal que dice “no durará la pena”?


No durará la pena de su cuello en mis manos,

del sabor de su boca bajándome hasta el pecho,

del sabor a milagro del vacío


             [yo sería sin él ese milagro

             ese beso que nunca me di;]


no durará, no durará la pena,

así sea porque el mal se parece (también) (tanto) a lo

sueños,

y el ahorcado rara vez sobrevive a su dolor

[y es ahí donde reside su milagro.],

y quien narra el milagro llama luego

a la soga por su nombre –yo te llamo papá

yo te advierto que este amor es para siempre–

y por eso, aterrado, Edipo ante la esfinge

preguntando de nuevo: ¿cuál es el animal?...


Quise matarlo, quise

darle un beso en la boca. Pero

no durará, por eso no valía

la pena.


A mi manera, Francesco, tengo nada:

tengo en el brazo un tatuaje carmesí.

A veces digo que es una salamandra,

a veces que una iguana;

hoy un camaleón.


A mi manera, Francesco, deseo todo.

Es así como pude renunciar.

 

Los Mezquites

                                        para Hernán Bravo Varela


Es más cómodo flotar sobre honduras tranquilas

que estar de pie en el lodo, con el agua hasta el cuello.

Quédate quieto un rato y vendrán las tortugas

a comerte los dedos entre helechos y hierba,

sin siquiera mirarte. (Tres millones de años

sitiadas en un charco en medio del desierto;

¿qué piedad o qué rencor puede causarles

el manso enjambre de tu futuro?)


Cavan salud los brazos en la calma.

Apenas emerges, un alfiler de sol

te llama desde el fondo: un anill

que gira entre el deseo y la generosidad.

Nadas tras él, cabeza abajo, con los ojos abiertos,

hundiendo puños en el fango de la ciénaga.

Pero el anillo es sólo un rumor.


Dicen que Los Mezquites forma parte de los restos

de un mar que en la prehistoria cubría esta región.

Su flora y fauna incluyen estromatolitos,

endémicas tortugas de bisagra y ciegos peces

que nadan en cavernas a donde no cae luz.


 Nunca llega, el viento: viene hacia acá

como un rumor, haciendo rizos

cada vez más pequeños en el agua.


Así suenan al ras de superficie las palabras, el anillo:
es más cómodo flotar que estar de pie.


Preferible bucear debajo de los nenúfares negros:

arden los ojos abiertos, hojas de agua

tapian el sol sobre la sien.

Ciego como los peces en una gruta líquida.

No hay más joya nupcial que un rumor en la boca.

Con el agua hasta el cuello.


         Poza Los Mezquites, Cuatrociénegas, septiembre de 2004

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