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Actualización: 24/01/2012
Hernán Bravo Varela
Poemas Fablilla y Chillida
Fablilla
A Amalia Bautista
HACE ya mucho frío,
en un reino lejano
a quien, por tu cesura,
viene y versa
un ayer en plural
-pasado el tiempo-,
vivía la música
al margen del oído.
En tu patio
de dulces disyuntivas
-el manto
de hierba o la corola,
peras o manzanas-,
donde un alcázar
interior te diera
alcance,
ya queda sólo
la sordina inmensa.
Ventanales abiertos
y círculos (no sé)
cerraron
como si, más o menos,
dos que tres goznes fueran
gozo mío.
Érase un azulejo
que no jugó a trinar
con fuego. O sea, a dúo
junto al fénix,
por dos montes (de veras)
y un canto por camino.
De noche,
movidos por el cielo
del amor
que se pone en Oriente,
tuvimos una fe
de lirios y astromelias,
un origami
en práctica de vuelo.
Pero en ausencia nuestra,
se calca el desenlace
-colorín...-
de lo que estuvo unido
-...colorado-:
Y el cuento es cierto:
quien te escuchó callar
oyó el invierno.
Chillida
A Nicolás Pinkus
ENTRE que fue
para nosotros tanta
la puerta que se nos
habría de haber
abierto encima, estamos
aquí en medio,
llegados. Ven,
que no se cierra el aire
a sostenerse en pie,
a dar con una casa
donde sobre el espacio
para mover las cosas
del lugar que ocupaba
su vacío;
para quitar los ojos
de la llave
que abría el agua
en dos, los que quedamos
desviviéndonos
por llegar a salir.
Consistiera el quehacer
en no tapar el sol
con la palabra
que tuvo a bien
darnos en sombras
su acero sin forjar,
la voz de su incendiarse.
Ayer,
no movimos un dedo:
el alabastro estaba,
el peine que peinaba,
ese camino
de volver
a tomar el camino.
Ahora
que se le hace de noche
al mundo y a la puerta,
pasa de largo, estate
tú también,
como una aldaba. Pasa.
