Estás en: Eduardo ...

Eduardo García

Actualización: 24/01/2012

Eduardo García

Poemas La Palabra y El ángel del estío

La palabra 


Escribir un poema es pedirle el teléfono a una desconocida

arrancarle una hoja a un árbol extraviado en el jardín de la posibilidad

o jugar con palabras a la ruleta rusa

una vez iniciada la partida no hay vuelta atrás

a medida que gira el tambor uno empieza a sospechar que le aguarda un cartucho en la recámara

ni ángeles ni demonios, lo cierto es que a las palabras las carga el diablo

aunque nunca se sabe, es difícil aventurar un pronóstico cuando el desierto de la página parece cobrar vida

no hay reserva que valga, es preciso escribir con cuanta liebre salte a la platea

convocar a las sirenas y a los equilibristas, desterrar a geómetras, jerarcas y contables

poco puede ayudarnos la voz de la experiencia cuando se trata de atrapar a una serpiente cascabel

de nada vale cronometrar la vibración de sus anillos, escoger entre ambos filos de su bífida lengua

sólo cabe esperar que en la contienda chispee el surtidor de la revelación

allí donde se encasquilla el percutor, donde rechinan los dientes del insomne, donde los gatos sueñan con aves del paraíso

imposible sortear las inclemencias del lenguaje, escapar al rigor del cirujano

los literatos intentan ocultarse, pero al final las palabras les dejan en cueros vivos como a todos

conviene al respecto recordar que todos los discursos de los doctos no valen la pestaña de una adolescente

que por el hueco de una cuchilla de afeitar bien puede deslizarse el duende de la infancia

y sin embargo la infamia se cría en los corrales del incienso

no vayamos ahora a dárnoslas de listos, que hasta el más enterado se ha bebido de un trago la leche agria olvidada al fondo de la nevera

es mejor acercarse al papel sin plan preconcebido, aguardando a que él mismo nos revele su secreto

descolgar el auricular como si nos llamase un viejo amigo, al cabo de los años, desde un país remoto

olvidarse de sí para que el cuerpo tome la palabra, escuchando el liviano crujido del bolígrafo oreando su surco misterioso como si de la entrecortada respiración de un moribundo se tratara

la esperanza en la punta de la lengua, contenido el aliento como el niño al contemplar la cabeza del domador entre las fauces del tigre

al fin y al cabo somos a un tiempo el lanzador de cuchillos y la chica que inmóvil ve abalanzarse certeros los filos a escasos centímetros de su piel

con la palabra no hay trampa ni cartón, ni es prodigio al alcance de los ilusionistas

todo sucede en el cuadrilátero de la página, pero no hay árbitro, ni campana que dé fin al combate

el contrincante se aloja en nuestros huesos

 

El ángel del estío 


El ángel del estío se posa en el alféizar

despereza sus alas sigilosas, oteando la estancia como un depredador

su mirada es un faro proyectando tinieblas, eco hostil en un túnel subterráneo

su aliento es la barcaza de los conspiradores fondeando en la ciénaga del llanto, el grito de la rama al desgajarse

ya remonta su vuelo, ya toma posiciones

entre la sucia taza de café, polvorientos papeles, los libros apilados en el suelo

frota sus alas con placer ante el festín de objetos hacinados

escuetas notas con números sin un nombre al que asirse, puentes que se desploman, fruta envenenada

con un hilo invisible va soldando las cosas a su infortunado paradero ocasional

atornillando heterogéneos materiales, sepultando los respiraderos del fervor

a contramano barre con sus pútridas alas cuanta semilla pueda germinar

minucioso, implacable, con la entrega absoluta del orfebre, la mítica pasión del asesino, el pulso mineral del cirujano

embajador del caos, ni el más mínimo rincón abandona al azar de un impulso, su designio el imperio de la inmovilidad

concluida su obra nos sonríe con la hostil elegancia de una cascabel

y al marcharse nos deja sin fuerzas, maniatados

en nuestra personal e intransferible parcela en el desierto

convalecientes

el ángel del hastío

 

 

 

 

 

 

Share this