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Consuelo Hernández

Actualización: 24/01/2012

Consuelo Hernández

Poemas La inmigrante, Encuentros y desencuentros, Muchacha con flores, Invitación y La que fui.

La inmigrante

Encuentros y desencuentros

Muchacha con flores

Invitación 

La que fui

 

 

La Inmigrante

Mujer que caminas noche y día
con tu llave inmemorial
das nacimiento a la palabra veraz
atraviesas el río
y nadie te reconoce
te mojas, sudas, pierdes tus zapatos.

Otra jornada abrumada de cansancio
no puedes verbalizar tus injurias
pero eres sabia aunque te encuentren infraganti.

Te interrogan
¿Quién eres? ¿De dónde vienes?
¿Qué buscas en esta tierra que ya tiene dueños
y fronteras y murallas y hermanos que saben de la muerte lenta?

Al espacio de tu linaje vuelves
como sombra que releo
en tu luminosa faz el fuego no termina

escapas, caes, te levantas, te sacudes,
hablas en tu lengua de tortilla
muerdes tus palabras de café
y no te dejas derrotar por la nostalgia...

Tu canto se ahoga
se alejan las salidas
eres inmigrante
tu identidad se ha reducido para siempre.

No entiendes de visas
ni de planetas fragmentados
aprendes a decir "good morning"
pero a nadie le interesa "how you are"
ni que estés habitada por un hijo sepultado en el desierto
por el sueño de un empleo
de un refugio para dormir en paz.

Yo también soy la ruptura de la costura
aquí adentro no se disipa la niebla...
y me sucede que miro en tu espejo
y me veo.

 

Encuentros y desencuentros

Caminos rectos
sinuosos
curvos

caminos paralelos
caminos que se cruzan
se interceptan
se separan
caminos que llevan a todas partes
a encuentros múltiples
caminos del encuentro único
caminos sin regreso

caminos que son ríos terrenales
mi río por largo tiempo junto al tuyo
mi río momentáneamente junto a ti
atravesamos veredas
avanzo
retrocedo te reencuentro

sigo sola
me adelanto, nuevos caminantes
pasamos entre la multitud
derramándonos: este, oeste, norte y sur

me demoro
me recojo de nuevo
mercurial voy
y me convierto en un hilo
que llega al horizonte y se pierde en la azul inmensidad

soy un punto
    nada
Atrás quedan las marcas del camino
los pueblos en bañaron mis riberas
el mundo que duerme su último sueño
atrás los árboles que me superan con su capacidad de vida.

 

 

Muchacha con flores

Después ver la pintura de Murillo

Eras la niña con el delantal repleto de sorpresas
flores primaverales
secretos no dichos
un algo que te hacía feliz

tal vez los frutos silvestres
el aire limpio de los caminos
o los turpiales en el árbol del cafeto.

La sonrisa de un rostro-madre
fue la escala luminosa a tu alegría...
¡Ah! retazos de la felicidad
quebrados por el vuelo de las lechuzas
fragmentos de vida que te hieren
te recuerdan que allí están todavía esperándote
y otra vez te refugias en su mirada
tu sendero hacia la eternidad
sin destino fijo
siempre yéndote,
alejándote
escapando
del cerco de la materia
que me tiene encarcelada.

 

 

Invitación

Ven a saborear esta música
que está mojando sin tregua mi piel
este fornicar de estrellas
esta constelación de cocuyos
nacida en las palmas de mis manos...

Ven a violar la frontera del deseo
a abrir la caja de sorpresas
hoguera de mis frondosos desaciertos.

Ven a gozar en el invierno
las reglas inéditas del fuego
estas visitas inesperadas del viento...

Vuelve a vivir la dulce muerte
en la herida que nunca cierra...
a gozar
del amor que volvió a despeñarse por mi falda.

 

 

La que fui

Yo fui esa niña de adolescencia aislada
encerrada en su cuarto los domingos en la tarde
que aprendió a descifrar el fútbol por la radio
¡fault! grita el referí,
¡fuera por la raya final!
¡tiro de esquina!
¡goooooool!

Yo fui esa niña que escuchaba a los Beatles y a los Rolling Stone
la que iba de Elvis Presley a Frank Sinatra y a Charles Aznavour
y vivía la náusea de Jean Paul Sartre y de todos su secuaces
ateos y no ateos como Jaspers.

Yo fui la niña obsesionada con el sueño y la muerte
autora de un poema a la abuela que se marchaba para siempre
con sus ojos húmedos
huérfana de cariño
y con una carga sin igual de obligaciones...

Al final aquí estoy
todavía aislada,
lejos de los míos,
probándoles a ustedes que árbol que nace torcido
jamás su tronco endereza.

 

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