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Carlos Alcorta

Carlos Alcorta

Actualización: 05/03/2012

Carlos Alcorta

Poemas Señuelo, El instante propicio y Cama deshecha

 

Señuelo

Observas desde aquí las dos orillas.

Al otro lado el arenal, con pinos
frondosos y nutridos matorrales, 
es ahora una mancha negra donde dormitan
pájaros y alimañas, que resulta
impenetrable para tus mirada.

El silencio es premonición de vida
que se ahorma al momento del día que termina,
y es además palabra que oculta en su sentido
una secreta oscuridad difícil 
de conciliar con el entorno.

Observas el velado progreso de las aguas
que ahora llegan casi hasta tus pies.
El promontorio que te acoge 
será pronto una umbría isla anegada
hasta su cumbre y tú ya estarás lejos,
recogido el sedal, el anzuelo desnudo.

Sólo algunas pisadas, restos de cebo muerto
y el colchón de colillas aplastadas 
revelarán a quien las halle 
cómo se puede hacer del vacío una trampa
para el deseo.

La ausencia es una cárcel sin cerrojos.

 

El instante propicio

A buen ritmo camino por el borde del agua
en las pausas entre una zambullida
y otra para que el cuerpo entre en calor 
acelerando la circulación 
sanguínea. Se ralentizan 
los movimientos de las manos 
temporalmente como si estuvieran
desvinculadas de los antebrazos,
sumergidas en un tazón de aceite.

La brisa matinal hace más luminosa
la luz, más frío el eco de la mar.

Ignoro cómo usar mi libertad.
No me procura calma suficiente
para manipular con los sentidos
la angustiosa impresión de vacío
que siente el nadador incompetente 
que aún soy cuando pierdo pie.
Asigno a sus dobleces responsabilidad
en el turbio conflicto que mantengo 
con mis debilidades. Me impulsa a aventurarme
en lo desconocido y al mismo tiempo
a no dejarme guiar por intuiciones.

Tengo que hacer un gran esfuerzo
para permanecer equidistante.
No encuentro pertinente 
inclinarme hacia algo que no consigo
verificar con silogismos
ni con plegarias.

 

Cama deshecha
(Adolf Menzel)

La luz crea en los pliegues de las sábanas
innumerables sombras. Aún arde
la brasa de los cuerpos que se han ido
en la cama vacía, aún se intuyen
restos de la aplacada agitación
que precedía al sueño, sostenida
por la cautela, por la inexistencia 
de espinosas revelaciones.

Hubo mucho voluntarismo mutuo
para que se impusieran los fines del deseo
en esta noche que termina.

Esa pasión que propició la alianza
es la misma que puede malograrla.

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