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Actualización: 09/12/2015
Antonio Leal
Poemas Desde el Alcázar Ulises mira a las sirenas, Thelxiepia Flamígera, Once de la mañana en La Habana, y Todo Eso.
Desde el Alcázar Ulises mira a las sirenas
¿A qué loco no lo atan? Bien hacéis. Escila hermosa,
suave Caribdis, sagradas sirenas del negro golfo,
altos montes de Trinacria: decid a voces que Ulises,
dándole el viento sus alas, entre Caribdis y Escila,
atado y vendado escapa de vuestros riesgos, porque
no quede al mundo enseñanza, que así se huyen los extremos,
de la hermosura y la gracia.
Pedro Calderón de la Barca
A la familia del tío Pepe Beutelspacher, dueños
desde hace más de un siglo del alcázar de estilo
inglés, frente al puerto de Salina Cruz, Oaxaca,
en el Océano Pacífico, México.
Desde el alcázar hecho en el remate
de la estribación de uno de los cerros;
a unos tres mil metros del mar distante,
y a varios de ellos sobre el terraplén
de la calle en esta hora desierta,
un zureo de palomas despierta
el trajín de la ciudad. Clap, clap, clap,
clap, lanzan su vuelo en picada como
una bandada de pañuelos muertos.
A babor, casi a un tiro de piedra
de nuestra almadía mecida apenas
por una tenue racha de aire fresco,
como pedazos de un carbón lustroso
beben los zanates la luz del día.
Leva anclas la mirada entre tanto
revuelo de alas. Mogotes de plumas
llenan el pentagrama de los techos
de láminas de zinc. Currucutú,
clap, clap, clap, clap: ahora, desde las tejas
ocre-malvas de los techos contiguos
a la casa que data más de un siglo.
En la suave piragua, a sotavento,
que es la hamaca en que hemos dormido,
cautiva todavía ver la luna
colgada como una medalla antigua,
como un fruto del árbol prohibido
de los sueños, pálida en el cielo
de esta mañana ambigua que comienza.
En la prosodia de este poema
escrito entre las hojas de un cuaderno
que sólo puede hojearse cara al viento,
desde el alcázar donde Ulises mide
el lontanar esta mañana insomne,
vahída y rasante, también se atreve
la mirada lanzarse al vuelo sobre
el caserío que avanza hacia el mar.
Aquí, desde el escarpe arrebatado
a una de las laderas del cerro,
desde este lápiz semejante a un mástil
que cabecea en intrincadas olas,
canoras sirenas laudan: ¡Thalassa!,
¡Thalassa!, que en este verso relumbra
como un gran animal azul dormido.
Thelxiepia Flamígera
Eres más hermosa que el relincho de un potro en la montaña,
que la sirena de un barco que deja escapar toda su alma.
Vicente Huidobro
A todas las víctimas de atentados terroristas.
Nosotros,
los enviados por un dios
que nadie ha visto.
Hombres del lodo
hecho carne,
que venimos al mundo
para acabar
-en dondequiera-
con el pálpito divino.
Ángeles de fuego
que saciamos nuestra sed de infinito
bebiendo en las venas
del árbol de la vida.
Segadores babélicos
de la Inocencia,
que igual que las ratas
hacemos nido aparte
y le oramos a un dios
que a nosotros
sólo nos escucha.
Àngeles legionarios
que oficiamos
cubiertos con el velo
de nuestros altares rotos.
Los que minamos con púas
todos los sitios santos.
Los que matamos al prójimo
que no comulga
en nuestros libros,
a quienes no aceptan
que en el proverbio
está el puño y letra
del altísimo:
velado escrito
firmado con el tizne
de los huesos
de nuestros profetas
que nosotros mismos
hemos muerto.
Por lo que autonombrados
santos victimarios,
en holocausto
ofrendamos al mundo
pertrechos de guerra,
famélicos niños-bomba,
artefactos envueltos en misivas,
esquirlas homicidas,
gases atómicos
para aniquilar ciudades,
y los trenes,
fábricas,
edificios,
escuelas,
sanatorios,
iglesias,
sinagogas
o mezquitas,
en general,
todo lo que se mueva,
repte,
tenga vida,
vuele
y se derrumbe,
ha sido y será
que es en el nombre
de nuestro Dios
que explota.
Once de la mañana en La Habana
Son las once de la mañana,
-hora diáfana-,
bajo las frondas
donde uno de estos dìas esplenderà
el solsticio del estìo ya antepuertas.
Un alud de nostalgias se arracima en el alma,
justo al pie del busto de màrmol de Martì,
que sufre un rayo en la cara,
la huella de un latigazo del tiempo,
una cicatriz,
una cuarteadura
que le nace cerca del ojo izquierdo
y llega a morirle
en el lado contrario
de la barba.
Buenos dìas poeta Josè.
Buenos dìas màscara del dìa.
Buenos dìas pedazo de azulcielo
que en añicos caes,
esta fresca media mañana,
sobre el embaldosado de la ancha senda
que como cubierta de una barcaza
el trazo de su derrota navega
aguas arriba,
hacia donde ahora riela,
a toda bandera,
la bahìa de La Habana.
El corazòn da tumbos contra todo,
avanza a marejadas,
se revuelca en la tierra,
sin importarle nada
sì llena el pantalón de mugre,
danza alegre
entre la epifanìa
del aire de la alameda ancha.
Buenos dìas melindre,
buenos dìas
desasosiego de las bancas,
buenos dìas
nicho arqueado
de altas ramas,
a los àrboles
que igual que yo
van a alguna parte
en el sentido opuesto al mìo:
¡Dios los guarde!
Buenos dìas al niño
que arrastra puerilmente
al padre,
para la abulia quitarle
del comienzo de una mala jornada,
con la medicina de un paseo
sano
por el parque.
Buenos dìas nostalgia,
monserga que dormitas
y temprano maquillas las cornisas
en donde parece
que el tiempo nunca pasa;
buenos días al fierraje de las fachadas
traìdo más allá de otros mares.
Buenos dìas a las ropas blancas,
que como banderas ciegas
ondean arriba,
sobre las altas
barandas;
al santoral anònimo
de camisas
y faldas;
a los edificios abrigados de arte
de La Habana Vieja,
abandonados por temor a derrumbes,
patrimonio del chanchullo,
de la equivoca molicie
y sus fantasmas.
Buenos dìas a los techos
y remates
repujados de gárgolas,
duendes
y sirenas,
donde cada vez,
la bombarda de las lluvias
y el azote de huracanes,
año tras año los acaba.
Buenos dìas al ìcono del Chè Guevara,
con su gorra negra eterna,
sobre su frente limpia
y franca,
que como indeleble bandera
tremola todavía
a toda vela, en una barda
aledaña al Paseo Martí.
Buenos dìas camarada màuser,
le digo,
en un verso memorable de Maiakovsky.
Buenos dìas mes de junio,
plenilunio
de tibias pavesas rezagadas.
Buenos días,
me digo,
musitando mìo,
-mientras al mar camino,-
el tetragrama aùn sangrante
del Chè que en la pared proclama:
¡Hasta La Victoria Siempre…!
Todo Eso
A Eleanora Fagan Gough, Lady Day, Billie Holyday,
Angel of Harlem,+ New York, 17 de julio de 1959.
Torva
mundaz
tascando el freno
trastierro de mis horas guardadas
en el terciopelo audaz de la ternura
deliberado gañote poblado de estrellas
en el triste menù màs alto de la noche
hueso sincero en el litoral de la quejumbre
hilacho umbilical
arùspice del pàlpito de mis entrañas
mamba negra
medusa cimarrona
como adepto (Billie Holyday)
hago mìo el mal fario de tu blues
prendiendo fuego ahora mismo a todos mis navíos
may be i am just good for nothing
como tù dices
a todo eso.
De Poética
te adjunto aquí, lector, en este escrito,
toda una yunta de asonancias: rimas,
versos faleucos, qué se yo, mi más
reacia palabra que a leer te invito.
igual que tú, también yo soy adicto
a murmurar algún poema, y más
aún, en cuanto a tu saber, me animas
pedirte aquí lectura aun texto inédito.
si acaso encuentras una voz rejega,
que haga que pongas tu mirada en vilo,
recuerda: cada letra, tilde o signo
usado en la poesía es plagio y niega
-por ser de todos- del autor su estilo;
la palabra es de quien la dice, opino.
