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Autor referenciado en el Monográfico de:

Actualización: 24/01/2012

Fernando Charry Lara

Poesía reunida

Por Carlos Pardo

Nocturnos y otros sueños

Los adioses

Pensamientos del amante

 

La obra completa del colombiano Fernando Charry Lara apenas cuenta con cuarenta y cinco poemas. Sólo tres libros: el primero, Nocturnos y otros sueños, publicado en 1949; el segundo, Los adioses, en 1963; y Pensamientos del amante, en 1981. Podemos entrever, según las fechas de aparición, ciertas claves de su poesía: su asedio pulcro y constante a la poesía, la exigencia y la lenta maduración -las revelaciones son intermitentes- de lo que cree necesario decir. También podemos añadir otras cualidades de su obra: un deliberado laconismo, un tono menor sin estridencias. Escuchémosle a él hablar de la poesía colombiana que le interesaba: "la poesía, más allá del desahogo romántico o de la exhibición humanística, emparentaba la lucha por cada palabra con el descubrimiento de un mundo mágico."
Esta corriente que nace en José Asunción Silva, sigue en Aurelio Arturo, Eduardo Carranza y la continúan el propio Charry Lara, el malogrado Jorge Gaitán Durán y el algo después, pero afín en su empeño por conciliar exactitud y misterio, Giovanni Quessep. Una corriente que puede no ser cronológica porque es atemporal. Su asedio a lo poético que marca un punto de inflexión en la literatura de su país. En su acertado prólogo -por breve, informativo y jugoso- Darío Jaramillo reflexiona sobre el inicio de la modernidad en la poesía colombiana y no duda en colocar a Charry Lara en un lugar preferente.

Su poesía es estrictamente moderna, a la manera de esa tradición callada, simbolista, hermética que anticipa Baudelaire. Una poesía de la sugerencia, atenta a la atmósfera antes que al adoctrinamiento filosófico. Una poesía con el desarraigo del "habitante de la multitud", el solitario paseante urbano. La poesía moderna que en lengua española inicia el modernismo, prosiguen las vanguardias y que en España se vio, en cierta medida, frenada por la Guerra Civil. A veces, Charry Lara parece un continuador -depurador- de la Generación del 27 menos ruidosa. De Cernuda. O del grupo mejicano de Contemporáneos: Villaurrutia y su Nostalgia de la muerte.

 

Ecos de Cernuda y Villaurrutia se aprecian en Nocturno y otros sueños, su primer libro. La voz es la de alguien a medio camino entre el sueño y la vigilia, un "extranjero" con sed adolescente, del que podemos medir la intensidad del deseo pero no el objeto que lo provoca. "Sólo nubes el día", comienza el libro, apelando a la lejanía y a Baudelaire, a la capacidad poética que recrea una realidad de filiaciones entre los sentidos, de tristeza fértil, de anhelo y sinestesias. El tono es simbolista: "Ronda en la noche a veces un sordo rumor de bosques", "...este sueño de piedra / De las formas dormidas", "No hay nada, sólo crecen los sueños del olvido / Sobre el impenetrable corazón del paisaje", "Todo en el cuerpo es un exterminio de jardines". Halla la seguridad en la insatisfacción, en la riqueza con la que el deseo interpreta el mundo.

Una voz solipsista, con palabras predilectas, límites en los que se siente a gusto para soñar con lejanías: lluvias, ciudades desiertas, mares imaginados, penumbras, intimidades de habitación solitaria, cuerpos soñados, olas, lentitudes. El título ya lo sugiere: "Nocturno", intimidad, misterio e incertidumbre, el reino del deseo; "Sueños", difícil aprehensión de la realidad, acercamiento vago. Pero el ímpetu, la sensualidad de algunos versos y la tensión del momento previo al "contacto", son nítidos. Sólo el deseo es real. Sólo la lejanía hace reales las cosas: "ciudades para hallar en el recuerdo un día", "Reconstruyendo a solas lo amargo y lo distante" "Me ilumina de pronto, fulgor sólo del sueño, / La alegría remota del verano encendido, / Una ráfaga viva y un nocturno esplendor." "Te hallé, en la ciudad desierta, / Imagen sola, melancólico sueño, / Reflejo aún más hermoso que la vida."

 

Negación de una vida como intercambio defectuoso. Seguimos en la fisura entre realidad y deseo "sólo el olvido cura / De la vida", y parece que el tono va haciéndose más elegíaco, menos gozoso en su soledad, más próximo también por ello a un contacto real con los "cuerpos" del deseo. Esto se aprecia sobre todo en el último poema, El hermano, donde la muerte, paradójica reafirmación de la vida, inicia una quiebra elegíaca que se desarrollará en sus dos libros posteriores. Algo lo sacude de su solipsismo: "No es nada, es lo de siempre", parece que la conciencia del exilio de la realidad se vuelve más pesimista. El hermano muerto vive, pero incomunicado en él: "No dudaría de tu existencia encerrada, ahogada en mi fiebre" ¿A qué lejanía abandonarse entonces? ¿a las nubes del principio, al "nostálgico reino pálido"? "De entre los hombre rescátame / A tu crepuscular isla".

La distancia que el "extranjero" asume crece a partir de aquí, y cuanto mayor es la conciencia de la ajenidad mayor es la concreción de los poemas. Así en Los adioses, su segundo libro. Su mundo sigue siendo un paisaje mental de ciudades vacías, ecos, secretas amantes, pero aumenta el tono elegíaco, como el título muestra; el verso se hace más libre -ya en Nocturno y otros sueños había pasado del alejandrino a un verso cortante- y sucede una pequeña revolución muda con poemas como Testimonio, donde la realidad colombiana -la realidad a secas como punto de partida- es tomada sin rodeos y con la lupa de la ensoñación. También en "Llanura de Tulúa" con una imagen de la muerte concreta e irreal: "Al borde del camino, los dos cuerpos / Uno junto al otro, / Desde lejos parecen amarse. // Un hombre y una muchacha, delgadas / Formas cálidas / Tendidas en la hierba, devorándose". También la exclusión busca un oyente, ese "cuerpo pálido" deseado que, desde el primer poema, es identificado con la poesía. Éste es el tema de la obra de Charry Lara, el único anhelo, lo asediado que huye: la poesía.

 

En Pensamientos del amante lo metapoético se disimula menos aun. El tono se vuelve -siendo afín a la voz sostenida desde su primera obra- más seco, la puntuación desaparece, se ahonda el pesimismo y afecta a las mismas raíces de lo lingüístico. Por ejemplo la dificultad del diálogo: "La palabra / La palabra del intruso que deshizo / Vuelta ceniza la luz de aquel instante". O la ficción de la persona, de quien enuncia "Acaso quedes en un nombre / Al pie de las palabras que trazas". La capacidad poética no es una cualidad envidiable, parece decir, o sí... Los versos se hacen más enigmáticos, más reflexivos y herméticos: "Quiero que entre mis brazos lenta oscura / Desnuda surja la verdad del mundo / Y no la eterna vibración de labios / De labios que jamás una palabra / Una palabra que no sea la palabra sueño / Sueño de ser el despierto contigo a solas / A solas en secreto el pensamiento solitario."

La conciencia de los límites y de los laberintos del decir anuncian una mudez meditada, un silencio poético que le llega cuando, a mi juicio, más conciso era el "delirio" de Charry Lara. Versos como "Remota luego la noche se ahonda en hospitales", "La viuda cabellera de las luces" son relámpagos -otra palabra querida por él- de verdad poética, intercalados con otras afirmaciones más meditativas: "Mas como todo vuelve como historia ajena / Te contradices y llegas / A pensar que es ilusorio tu pasado."

Una obra breve llena de destellos, sugerencias, sutilezas. Una obra breve que además no tiene un amplio vocabulario. Con pocas palabras repetidas en el lugar justo, en el matiz de la variación. La palabra, en su pobreza, en su carencia congénita, llega a ser "llama de amor viva", verso de San Juan de la Cruz caro a Charry Lara. Sus propios poemas ilustran lo que ha conseguido: "Esa palabra suya / Más que sueño / Desde entonces le iba a ser quemadura".

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