Naín Nómez

La historia de la Medusa

HABLABA de ella a pesar de todo.

Adornaron su historia con de traición y odio.

Una historia resbalosa como las algas que la cobijaron en otros tiempos

aunque sobrevivió en el recuerdo de sus ojos descoloridos por el fango.

Yo la conocí en el tiempo de su reino milenario en medio de los vientos alisios

y las tormentas ardientes que la hacían gemir de placer entre mis brazos

yo la conocí despoblada de origenes y amurallada en su diadema de serpientes

dispuesta a darlo todo y a perderlo todo

en un puro gesto de amor irrepetible.

Otros decían que embrujaba a los hombres que se despeñaban por

ella o desdoblaban su propia locura en un exorcismo inútil.

Algunos inventaron la historia de una pena de amor que la

convirtió en furia vengadora

dueña de una comarca salvaje poblada de hombres de piedra

sacrificados por su pasión devoradora

revividos una y otra vez para volver a ser calcinados por ese amor imposible

en medio de las aguas pútridas y la ciudad en ruinas.

Yo la amaba demasiado para hacer caso de historias.

Yo la quería llena de histerias y fiebres, desprovisto de huellas

y caminos como un boyardo maldito.

Yo salía de mí mismo y me agarraba a los murmullos que la llevaban y traían

(la sin nombre, la sin tierra, la sin aire)

aferrada al esplendor vacío de un reino congelado en la memoria.

Yo presentí que su fuego me quemaría por dentro.

Ahora miro y ausculto en el espejo trizado las estrías ya secas de su sangre

ahora que la he perdido para siempre.