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Javier Bello

Autor referenciado en el Monográfico de:

Actualización: 24/01/2012

Javier Bello

Poemas Sin título Jardín con miedo

Sin título

los pobladores del entresueño, amable y ávido país

Juan Larrea

 

YO estoy con los pobladores del entresueño,

no soy igual a ellos pero los puedo oler cuando cruzan la noche.

Yo estoy con los pobladores del entrepiso que queda justo a mitad de

camino

entre la cabeza y la lluvia, entre la cabeza y la intemperie.

Justo en mitad de la niebla somos sólidos ojos cerrados,

visiones del que hace sonar las campanillas cuando cruza la cerca de

regreso a su casa

después de mucho rezar para volver.

 

Tenemos las rodillas tan largas,

caminamos oscuros

bajo la noche sola.

Yo estoy con la verdad de los muertos

si la loza de todos los patios se rompe

y los peones del asesinato se esconden tras los armarios del cementerio.

 

Yo estoy con la verdad de los muertos, de pie en la cabeza de los vivos.

Un poema es un nudo en la muñeca,

un poema es un encargo de fruta del más allá,

un poema es un cardo que en cada espina tiene escrito recuerda, recuerda,

recuerda.

 

Yo estoy con los pobladores del entresueño,

no soy igual a ellos pero los puedo oler

camino de ninguna parte.

 

Ellos vendrán, sus ojos serán ardientes

y tú hablarás, corazón de madera.

 

Jardín con miedo

EL excesivo equipaje no deja caminar a la sombra. El

vagabundo visita la provincia otoñal y el silabario de

tiza de las cantinas, donde aprenden a leer los fantasmas.

La sombra, por supuesto, es esta voz. Esta mano

que esconde un alfiler de gancho en el bolsillo de un

muchacho dormido. Un muchacho desnudo sobre la

pelusa fértil de los genitales del bosque. Llueve debajo

de las mantas. Una lluvia interminable. La sombra

cuenta los días con los dedos. Un bote colorado cruza un

río verde. La sombra se embarca, orina en la vertiente

helada. Hace sombra, humo. Humo contra el tamiz de la

luz. Así el día se abre, se corona de agua. De cadáver y

viñedo de mar se fecunda la noche. Canta la voz su

hueco sin voz. Los insectos se alían contra el miedo.

Cruje el grillo de los espinos rojos. La luna hace lo que

puede en abril. Le lima las uñas a los perros. La nariz se

mece entre las ramas. Aletea como pez en la arena. Todo

podría continuar así. La sombra me toma de la mano.

Me lleva a un jardín con miedo. A un parque con estatuas

vendadas. Dónde iremos mi poema y yo. La sombra

sabe de qué hablo, del fuego que salta entre los álamos.

La voz flota en el lago de caucho. Se escucha en los

pozos sellados. Qué dice la voz, el caminante que visitó

los puertos. Lo que oyó de boca del mar y sus milicianos

húmedos. Lo que oyó apoyado en sus hondas rodillas,

con la lengua en los odres. Lo que anduvo, lo que amó,

el agua que dejó correr. Todas las cosas. La aldea y sus

ciervos helados. El río con su pata de palo. El alma del

molino viejo. La estrechez de la sombra. La más delgada

voz. En fin, la voz.

 

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