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Tomás Segovia

Actualización: 24/01/2012

Javier Rodríguez Marcos

Siete tardes con Tomás Segovia


Dice Javier Rodríguez Marcos en la introducción de esta entrevista: "La línea que va de España a México, y viceversa, sería un buen retrato de Tomás Segovia, europeo y americano, hispano y cosmopolita."

Valencia

Exilio

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Escribir

Memoria histórica


MURCIA Y WISCONSIN. Tomás Segovia en una mesa del Café Comercial, en su antigua casa de la Calle Ferraz, en la librería Rafael Alberti de la calle Tutor, en la Residencia de Estudiantes, en la habitación 910 del hospital de la Princesa, en la sala de visitas de ese mismo hospital, en un jardín de Cáceres, en su nueva casa de la Avenida de Valladolid, a dos pasos de la ermita de san Antonio de la Florida, con las cajas de la mudanza por el medio y, días más tarde, con los libros ya en las estanterías. Lúcido, inquisitivo y memorioso, Tomás Segovia es siempre el mismo sea cual sea el escenario de la conversación, sea cual sea, también, el atrezzo: una taza de café expreso o las gomas de un gotero. Al subtítulo de El tiempo en los brazos, la selección de los cuadernos de notas que escribió entre 1950 y 1983 y que Pre-Textos, su editorial española, acaba de publicar, él le ha añadido los nombres que jalonan el mapa de su vida esos años: México, Montevideo, París, Princeton, Maryland, Oakland, Rià, Madrid, Murcia, Wisconsin. La línea que va de España a México, y viceversa, sería un buen retrato de Tomás Segovia, europeo y americano, hispano y cosmopolita. También sería buena esa otra: Murcia y Wisconsin.

Conocí a Tomás Segovia, y disculpen la primera persona, en el Café Comercial de la Glorieta de Bilbao un día de marzo de 2003, en vísperas de la invasión de Irak (él llevaba una bolsa con una pegatina de no a la guerra) y con motivo de la aparición de su antología En los ojos del día, publicada por Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores. Desde entonces, nos hemos visto bastante más de siete veces. Si para el título de estas líneas elijo ese número es por hacer, bíblicamente, el cuento corto. En muchas de esas tardes hablamos, como quiere el tópico, de lo divino y lo humano, es decir, de las palabras y de su sentido, de política y de Hjemslev, de, otra vez, México y de España, de la vista sobre la Casa de Campo y de la etimología de algunos términos, de su infancia y del cine actual. Basta abrir cualquiera de sus libros o hablar dos minutos con él para darse cuenta al instante de que sólo existe algo más vasto que los saberes, la sabiduría, de Tomás Segovia: su curiosidad. Algunas de esas charlas, motivadas por el periodismo -por sus libros, por sus premios- han quedado grabadas. De otras, además, y sólo por el gusto de seguir pensando, tomé algunas notas. La mayoría se irán, y está bien que así sea, por el sumidero de la desmemoria. Lo que sigue es un resumen parcial y desordenado temáticamente de esas conversaciones.

 

VALENCIA. Tomás Segovia nació en Valencia en mayo de 1927. Por casualidad, suele decir él. En una ocasión le dieron un premio de la comunidad valenciana. Cuando un alto cargo del gobierno autonómico le preguntó a qué se debía su nacimiento allí, él contesto citando a un actor: "Mi madre, que era sevillana, estaba aquí, y en un momento así, yo quería estar al lado de mi madre".

MARGINAL. "Mi padre era socialista de la época en la que el socialismo era una moral. Mi familia tenía esa tradición, de un socialismo puritano. Se contaba en mi familia que mi abuelo, que era muy amigo de Pablo Iglesias, tenía el número dos del PSOE. No sé si es verdad o leyenda, pero lo que significa sí es verdad. Luego siempre me tocó ser marginal y anómalo. Nací en Valencia, por casualidad, ya digo, y cuando vinimos a Madrid me llamaban pataqueta, que era un panecillo valenciano. Luego, durante la guerra, nos marchamos otra vez a Valencia para huir de los bombardeos. Fue el primer lugar en el que me llamaron refugiado. Nos lo llamaban los niños valencianos a los que veníamos de Madrid. Y nos tiraban piedras. Luego, en Francia, petit réfugié. Y en México, refugachos. Con una educación así, o se pasa uno del todo y te rindes y te esclavizas o te vuelves incorruptible. Ante el menor acomodo no puedes dejar de darte cuenta de lo que es. A esa educación hay que añadir la de los maestros del exilio. Aunque yo me desmarco del gueto del exilio español, como dicen en México: lo que sea, de cada quien. Fue gente que nunca tuvo tiempo de ganar, en nada. Fueron siempre las víctimas".

PETIT RÉFUGIÉ. "Claro que queda mucha memoria por recuperar, histórica y de la otra. Durante la guerra viví dos años en la Casa de España de París, una guardería para 350 niños recogidos de las calles de Bilbao y Madrid. En mi blog que colgado fotos de las funciones de teatro que montaban los profesores. No he vuelto a saber de aquellos niños. Los que escriben la historia de la Casa saltan del 1936 a 1970. He preguntado, pero nadie quiere decirme si aquellos chavales con los que jugaba en el patio volvieron a España, se dispersaron por Francia o terminaron en los campos nazis".

1939. "En el 39 había un ambiente angustioso porque se palpaba la guerra mundial, y eso hasta un niño de 11 años lo notaba. Con todo, para mí era el paraíso, porque salía de aquella guardería de París, que era el infierno: la habían organizado precariamente para 50 niños y habían metido 350. Nos pegaban, nos robaban... Cuando me sacan de ahí y me llevan a un pueblecito de los Pirineos voy al paraíso. Eso sí, vimos pasar a Francia a la gente que huía. Nos poníamos al lado de la carretera con peroles de café o de caldo que había hecho mi abuela, pero dabas caldo a 20 personas y pasaban miles".

ORO EN PAÑO. "Mi padre era un puritano, sí, y quería que, además, de una carrera, tuviéramos un oficio. Mi hermana y yo elegimos ser aprendices de impresor. ¿Sabes de dónde viene la expresión "guardar como oro en paño"? Una vez encuadernados, el lomo de los libros se barnizaba con clara de huevo, luego se le ponían láminas de pan de oro sobre el que se aplicaba un hierro al rojo con los tipos del título. Más tarde de pasaba un paño para quitar el oro sobrante y cuando había varios paños se quemaban y se guardaba el oro en un crisol".

 

EXILIO. "El exilio no es un tema, es una condición".

EXILIO, GUETO DEL. "El exilio español en México vivía en torno a una cultura conservada a fuerza de cohesión. Más del ochenta por ciento de mis compañeros del colegio español se casaron con chicas del propio colegio. Todos los profesores, menos el de civismo y el de gimnasia, eran españoles. Y eminencias: antiguos rectores de universidad dando clases de instituto".

PERFUME. "En México, Juan Gil-Albert vivió un tiempo en la azotea que compartían la pintora S

oledad Martínez y su hermana Carmela, una bailarina que, decía, había estudiado en París con Isadora Duncan. A pesar de vivir en un gueto, o por ello, los exiliados españoles nunca dejaron tirado a nadie. A mi clase iban chicos cuyos padres no estaban y nunca, por su aspecto o por lo que comían, me di cuenta del cambio. Digamos que la comunidad se siguió ocupando de ellos. En una ocasión, los exiliados hicieron una colecta para que Gil-Albert se comprara ropa. Él se compró un perfume. Así era".

MUNDO. Una de las palabras que más se repiten en los últimos libros de poemas de Tomás Segovia.

DESARRAIGO. "¿Nostalgia de la niñez? De la niñez sí. De lo que me he defendido siempre es de una nostalgia objetivada, no es la palabra, oficial. Precisamente por ser niño del exilio he estado rodeado de esa nostalgia y tentado de esa nostalgia. Incluso ha habido quien me ha reprochado no tenerla. No me rebelé, me escapé de eso de ese casticismo del tópico y de la época. Yo nunca había pensado en el exilio. Últimamente lo he hecho porque me preguntan. He pensado sobre mi experiencia, porque no puedo generalizar. Porque la gente que ha pasado por lo mismo no ha reaccionado como yo. La lección de haber pasado una infancia desarraigada lo que me hace sobre todo es no creer en el arraigo. Todo lo contrario. Y sobre todo no empezar a quejarme, "pobre de mí, que he sido desarraigado". Eso lo coloca a uno en un punto de vista ventajoso, le da una cierta ventaja para ver problemas de esta época. Para la mayoría de los exiliados el centro de su experiencia es la nostalgia, lo perdido, pero para mí el centro es que el problema que yo viví de niño es la experiencia del no ciudadano. Y ése creo que es el problema del siglo XXI: los derechos de los no ciudadanos. Los ecuatorianos de Madrid, los turcos de Berlín, los indios de Londres. Y eso yo lo he vivido de niño. Y me sorprende que a mis compañeros del exilio no se les ocurra pensar: es que lo que yo viví de niño es lo que ahora está viviendo toda esta gente. El problema empieza cuando se habla de los derechos del hombre y del ciudadano. ¿El hombre es un ciudadano o una cosa es el hombre y otra el ciudadano?"

ALEMÁN. Eso dijo José Bergamín de Tomás Segovia: que era un poeta alemán. Él cuando le pregunta si es español o mexicano sale por la tangente: "hispánico".

EXILIO, LITERATURA DEL. "¿Qué si la literatura del exilio es literatura española? Un escritor español del siglo XX es más del siglo XX que español. Tiene más que ver con un checo del mismo siglo que con un compatriota suyo del XV. Las identidades existen, pero de hecho, no de derecho. Invocar como derecho un hecho diferencial es lo más alejado que existe de la democracia. Es lo mismo que invoca un rey respecto a sus antepasados. Al final, la identidad siempre acaba en bombas. Más que las identidades importan las lealtades. Y para ser leal hay que ser libre, único, mientras que lo identitario es lo idéntico".

EXILIO, MORAL DEL. "Yo no me considero un representante del exilio, pero es irreversible. Cuando vuelves es cuando más lo eres. De nada sirve volver. Aparece en lo que escribo como aparece que soy varón, heterosexual, sentimental... El exilio es una manera muy fundamental de estar en el mundo. Tiene que ver con la moral".

PÉRDIDA. "La pérdida es más nuestra que lo perdido".

 

VOLVER. "Cuando me preguntan: "¿Por qué volviste?" Digo que yo no he vuelto. Como decía Max Aub, aunque en otro sentido, he venido, pero no he vuelto. Quería decir que volver no significaba que quisiera integrarse, sino asomarse. Yo no he vuelto... porque no puedo volver. Sigo viviendo entre dos mundos. Si me asomé fue por nostalgia de las estaciones. En mi mitología personal las estaciones están ligadas a la civilización misma, a la cultura que inauguró en el neolítico la agricultura. Me faltaba algo, necesitaba sentir la tierra así".

ASOMARSE. "Yo regresé a trompicones. Las primeras veces no podía soportarlo. Me asomaba desde el sur de Francia. Volví a Madrid el 20 de noviembre de 1976, justo un año después de la muerte de Franco. Y aunque Franco hubiera muerto, España seguía siendo un país franquista. Vivía en un choque perpetuo. Fui asomándome y acostumbrándome hasta poder respirar sin ahogarme".

FERRAZ, 94 / VALLADOLID, 33. Desde que volvió a España, Segovia vive en la mayor parte del año en Madrid. Cuando no trabaja en el café Comercial -donde, dice, el ruido le ayuda a concentrarse-, lo hace en su casa. Durante años esa casa estuvo en la calle Ferraz, en un quinto piso que se abría sobre los atardeceres interminables de la Casa de Campo. Ahora está en la avenida de Valladolid, desde la que casi se puede tocar el río Manzanares y desde la que se tocan los árboles de la orilla. La habitación en la que trabajaba el escritor era un buen retrato de su espíritu inquieto. En un rincón, el ordenador en el que se afana con un blog (tomassegovia2.blogspot.com) en el que cuelga poemas inéditos, comentarios de actualidad, "ocurrencias del momento" y entradas de su cuaderno de notas. Junto a la puerta hay, además, un atril en el que reposa una partitura y una flauta. El escritor aprendió a tocar por su cuenta, espoleado por Eduardo Mata, el mítico compositor mexicano que dirigió la sinfónica de Londres y la filarmónica de Berlín y que fue titular de la orquesta de Dallas. "Mata me dijo que la flauta dulce la tocaba cualquiera y corrí a comprarme una". Junto a la pared, la mesa y los trastos de impresor con los que, durante años, manufacturaba los libros que regalaba a algunos amigos.

TIEMPO. Está en los poemas de Tomás Segovia, en todos los sentidos: el atmósférico, el cronológico y de la duración. "¿Mis temas? El tiempo, la vida cotidiana, la naturaleza. Obviedades, ¿no? Si escribes poesía ya se sobreentienden esos temas". Su último libro, recién publicado se llama El tiempo en los brazos.

SILENCIO. "En esta fría transparencia / Se abre el silencio / Como el limpio despliegue / Del verdadero espacio al fin recuperado // Por fin se oyen las voces / Toda verdad susurra / Todo lo que está vivo es misterioso".

 

ESCRIBIR I. "Nunca he sido un escritor profesional. Todo lo más, mecanógrafo y traductor".

ESCRIBIR II. "Ahora escribo los poemas mentalmente, mientras camino por el Parque del Oeste: "Por eso hago poemas cortos, casi sin correcciones. Ya no tengo la memoria de antes, que era casi de circo. Tengo que escribir de una vez, en una baza. Si no se me queda se me va borrando. Tengo varias hipótesis sobre por qué soy incapaz de escribir en casa. La realidad es que aquí no me concentro. Me pongo a pensar: dónde he dejado las llaves, ¿he cerrado el grifo? Luego está, reconoce, el mito romántico: El peligro del que huyo siempre es refugiarme en la literatura para escapar de la vida, para vengarme o para consolarme. Siempre estoy evitando que la literatura sea para mí otra cosa que la vida. Todavía a esta edad sigo buscando qué sentido tiene todo esto. Quiero encontrar una coherencia y no, por supuesto, inventarme otro mundo coherente. Escribir es mi manera de tratar de entender, de poner las cosas claras en mi pelea con la vida, no de poner las cosas claras con la literatura".

DESCUBRIR. "Para escribir poesía no hay que inventar, hay que descubrir. Aunque pueda ser un instrumento, la invención separada no es más que el vacío. Es algo difícil de decir convincentemente, pero yo no me siento escritor, no escribo para dar un paso adelante en la historia de la poesía, sino para comprender mejor la vida. Como mucho, ya digo, soy traductor".

TRADUCIR. Shakespeare, Rilke, Nerval, Eliade, Derrida, Giorgio Agamben, Ungaretti. "El autor que he traducido del que me siento más cercano es Giuseppe Ungaretti. Cuando lo traduje, en los años 50, yo estaba escribiendo El sol y su eco, que es el primer libro en el que yo sentí que sabía por dónde iba. Descubrí que Ungaretti se me había adelantado, aunque yo ya estaba a lo mío. No obstante, la traducción de la que estoy orgulloso es de Hamlet, en verso. Si traduje el Shakespeare de Harold Bloom para prepararme para Hamlet. No sé si Shakespeare es el más grande, pero sí el más asombroso".

PEN DRIVE. Tomás Segovia lo llama "cucaracha".

VALOR. "El mundo del valor es lo contrario del mundo del consumo. Cuanto más petróleo consumimos, menos hay. Cuanto más belleza absorbemos, hay más".

IDEOLOGÍAS. "Cuando cayó el muro de Berlín empezó aquella campaña de que se habían acabado las ideologías. ¿Qué querían decir con eso? ¿Qué se había acabado el bien, el valor? "Se acabó la ideología. Empieza el negocio", eso querrían decir. Tener ideología se convirtió en peligroso: perturbaba los negocios".

PODER. "Todo poder es abuso de poder, porque inmediatamente se excede. No puede no excederse. Entre otras cosas porque el poder es representación. Pero representación de una cosa por otra igual. La voluntad del pueblo se representa a través de la voluntad de unos cuantos, que enajenan la voluntad popular. Se dice que la voluntad del pueblo es inalienable, y apenas oye uno eso piensa que debe ser que es alienable, que por eso tienen que declararlo. Ahora se ha visto tan claro que muchos gobiernos democráticos están contra la voluntad de su pueblo. Y en esa toma de conciencia tiene mucho que ver la cultura... "

DEMOCRACIA. "La democracia es congénitamente prematura. Igual que el ser humano, que para que su cabeza pueda salir por la pelvis de su madre ha de nacer prematuro, es decir, indefenso. Es un caso único entre los animales. También en ese sentido la democracia es prematura. Sólo el pueblo puede hacer la democracia, pero sólo la democracia puede preparar al pueblo".

EDUCACIÓN. "La educación no es sólo la educación de la que es responsable el Estado. Hay una educación social. Un ejemplo: en México existe una incomunicación total entre clases. El hecho de que una señora mejicana no tenga ninguna comunicación con su criada es una parte importantísima de la falta de educación del pueblo mejicano. No sólo se educa dando escuelas a los de abajo, sino dejándoles absorber parte de lo que ya tienen los de arriba, de conocimiento, de cultura cotidiana, de comida... no sólo es lo escolar, es saber comunicar, saber expresarse, saber vivir... es importantísima es que los estamentos sociales se comuniquen, algo que no pasa en los países pobres".

 

MEMORIA HISTÓRICA I. "Hace unos años fui a Berlín. A los niños los llevaban a ver los monumentos, pero también los museos de Hitler y Stalin. Eso quiere decir que hay una comunicación entre viejos y jóvenes. Aquí, sin embargo, los ancianos todavía mantienen esa cultura del silencio, de no mover las cosas, de no hablar, de mirar para otro lado. El silencio de unos choca contra la ignorancia de los otros. Y una persona que calla y otra que ignora no tienen nada que decirse. Cuando volví de Alemania, le dije a mis amigos: Berlín es un sitio en el que los jóvenes tienes menos años y más bicicletas que los viejos, pero ambos son de la misma especie. No como los españoles, que se comunican menos que los orangutanes con los mandriles".

MEMORIA HISTÓRICA II. "Mi gran decepción viene de la timidez del gobierno. La llamada izquierda, que en el fondo es la no tan social democracia., la izquierda de ahora es izquierda con mucha soda, y en esa izquierda está de moda pensar con los males fueron iguales en ambos lados de la guerra civil, que la república se lo merecía... que Franco era irremediable... Pues no. Basta con pensar en lo que hicieron las Misiones Pedagógicas para llegar a la conclusión de que, aunque la república hubiera cometido tantas atrocidades como el franquismo, que no las cometió, lo que hizo esa república es lo único bien hecho en toda la historia de España, incluyendo a Felipe II y a Carlos V. por el camino de pensar que todo fue lo mismo España no va a sanar nunca de sus heridas. Y lo digo como observador objetivo, porque yo no me siento en absoluto ni frustrado, ni robado. Lo he dicho muchas veces. Yo era un niño. Pasé un poco de hambre, sufrí una pobreza relativa, pero a cambio de eso viajé, conocí países, estudié libremente. No tengo por qué reclamar nada".

 

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