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Actualización: 25/01/2012

Luis García Montero

Conversación con Óscar Hahn

Recordamos la entrevista que Luis García Montero realizó Óscar Hahn para La Estafeta del Viento en su versión impresa en 2004, aprovechando su visita la Residencia de Estudiantes dentro del ciclo "Poetas en Residencia".

Nirvana

Halcones

 

ÓSCAR Hahn es un poeta sin miedos. No le importa arriesgar, trata con impertinencia los asuntos más graves, viaja por el amor y por la muerte sin dejar que los equipajes de la solemnidad pesen demasiado, pierde el respeto a los grandes sentimientos que el vocabulario tímido de las convenciones escribe con mayúsculas. Pero, no nos engañemos, en la poesía contemporánea existen otros miedos menos reconocidos, otras convenciones que no suelen presentarse ventidas de santidad, aunque hayan creado su propio tradicionalismo. Me refiero al miedo a ser impertinente con las impertinencias, a ser rebelde con la rebeldía. Ningún convencionalismo es más rotundo que el de los anticonvencionalistas de profesión, el de los rupturistas que no se atreven a romper nunca con las rupturas, el de los vanguardistas que se refugian en la vanguardia y sienten pavor ante las tradiciones. En la medida en que renuncian a la erosión ideológica, se atrincheran en su desprecio de la memoria cultural. Este tradicionalismo está llenos de miedos, Óscar Hahn lo sabe, y decidió renunciar a ese miedo desde sus primeros poemas, que se acabaron publicando en Arte de morir (1977), un libro que dialoga con las formas y los temas de la poesía medieval.

Nacido en Iquique, en 1938, es una de las voces más importantes de la poesía Chilena. Cuando tuvo que huir de su país después del golpe de Pinochet, se hizo porfesor de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Iowa, en la que ya había estado entre 1971 y 1972 como miembro del famoso Programa Internacional de Escritores. Ha estudiado el cuentos fantástico americano y la poesía de Vicente Huidobro, con esa lucidez que caracteriza sus palabras en las conversaciones y en los versos. Jorge Edwards escribió en este sentido: “Tiendo a coincidir con Platón en que a los poetas hay que escucharlos, celebrarlos, darles buenos vinos, manjares delicados, y colocarlos enseguida fuera de los muros de nuestros espacios particulares. Habría que reconocer, sin embargo, que Óscar Hahn es una excepción: es una persona culta, razonable, que nunca pierde su documentación, como le pasaba a cada rato a Enrique Lhin, que bebe con moderación suma, si es que bebe, y no practica nunca la costumbre del sablazo”.

Óscar Hahn, sin embargo, no pierde ni un grado de su fuerza lírica por negarse a jugar las partidas del poeta maldito. Vive y elabora su escritura sin miedos en la tensión de las contradicciones, en la frontera que une o separa la gravedad y la ironía, el vitalismo y la conciencia de la muerte, la extrañeza y el sentimiento de la cotidianidad, el gusto por la tradición y la impertinencia vanguardista. Su soledad, tan particular como una cena de sopa Campbell ante un televisor apagado en un cuarto de Iowa City, acaba representanto por vigilancia y autoconocimiento la soledad de todos los seres humanos. Sus preocupaciones, tan colectivas como el acecho doloroso y moderno de una guerra nuclear o de las barbaries de los dictadores, acaban comunicando la intimidad de un insomnio privado. La muerte es una tradición perpetuamente actualizada, igual que la poesía, igual que las palabras del ser humano que se heredan, se rompen y vuelven a recomponerse. Entre sus libros de poesía, además de Arte de morir, destacan Mal de amor (1981), Estrellas fijas en un cielo blanco (1989), Versos robados (1995) y Apariciones profanas (2002). Óscar Hahn no cree que haya motivos para temer por la vitalidad de la experiencia lírica. Su poesía, que acaba de reunirse bajo el título de Obras selectas (Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile, 2003), es un buen argumento para reafirmarse en una fe laica, que apuesta por las apariciones y por la meditación.

Luis García Montero: Profesionalmente llevas tiempo dedicándote a la enseñanza y a la reflexión sobre la literatura. La meditación acompaña tu creación lírica ¿Crees que en la época contemporánea la figura del poeta necesita convivir con la lucidez del ensayista? ¿El buen salvaje ha sido desplazado por el autor meditativo, que reflexiona en su oficio? ¿O siguen abriendo caminos los grandes poetas temperamentales?

Oscar Hahn: Tengo la impresión de que los escritores nacen programados para un determinado género y que sólo algunos pueden dominar un género adicional. Paul Valéry, T. S. Eliot y Octavio Paz eran grandes poetas, pero también tenían condiciones naturales de ensayistas. El caso opuesto es el de Pablo Neruda. García Lorca lo entendió cabalmente cuando afirmó que Neruda estaba “más cerca de la muerte que de la filosofía, más cerca del dolor que de la inteligencia”. Yo no diría que el autor que reflexiona sobre la literatura ha reemplazado al “buen salvaje”, sino más bien que que a veces el salvaje y el meditativo coexisten en un mismo poeta y que en otros casos uno de ellos ni siquiera existe.

La verdad es que todo buen verso es una forma de lucidez. Pero empecemos por el principio. La enseñanza de la poesía es también un recuerdo, y toda escritura surge como respuesta de alguien que se ha ido definiendo como lector. Siempre siento curiosiad por los inicios. ¿Te animaron a escribir las clases del colegio? ¿Algún profesor? ¿Tu madre?

Es triste decirlo, pero no descubrí la poesía ni en las clases del colegio ni a través de algún profesor. Ellos, sin quererlo, quizás por un error metodológico, nos hacían sentir que la poesía era un asunto anticuado, ajeno a los jóvenes. El descubrimiento ocurrió fuera de las aulas, de manera azarosa, mientras miraba los lomos de los libros de la biblioteca del colegio. Tomé uno de esos volúmenes sólo porque me llamó la atención el empaste, y terminé fascinado con unos poemas medievales sobre el tema de la muerte. En cambio, mi madre sí que fue importante. Algo que se me quedó grabado en la memoria desde muy pequeño fue la imagen de mi madre con sus gafas, leyendo un libro tras otro.

En tu poesía hay una presencia clara de la tradición, surgen temas, versos, tonos que van de la literatura medieval a la vanguardia. ¿Ha sido una de tus maneras de trabajar? ¿Te interesa modernizar la tradición con tus propios ojos, hacerla tuya para definirte personalmente?

Yo creo que esto viene de una idea que tuve desde muy temprano. Siempre pensé que todas las obras literarias, aunque hubieran sido escritas hace siglos, eran coetáneas. El lector actual no regresa al siglo XVII para le

er el Quijote. Puede leerlo, por ejemplo, el año 2004, paralelamente a su lectura de Cien años de soledad. Como los libros antiguos y modernos estaban, por así decirlo, en la misma mesa del tiempo, yo no veía mayor diferencia entre un soneto de Góngora, los “Cuatro Cuartetos” de Eliot o las letras de los Rolling Stones. Además, a mí no me interesaba romper con nada. Lo que yo quería era integrar.

¿Consideras peligroso para la poesía renunciar a la tradición, negar las grandes voces?

No se puede renunciar a la tradición. Se pueden ocultar sus huellas, que es lo que suele ocurrir, pero el fantasma de la tradición se te puede aparecer en cualquier momento. Por ejemplo, un poema tan vanguardista y ruptural, como “Altazor” de Vicente Huidobro, paga fuerte tributo a la misma tradición que quiere obliterar. Un problema paralelo es el culto a la novedad, ese fetiche de la vanguardia, cuando se olvida que lo nuevo es lo primero que se pone viejo. No hay que confundir novedad con originalidad. La novedad no es más que un efímero punto en la diacronía.

Y Neruda. Hay que ser muy buen poeta para resistir los usos oficiales, los eventos, las salvas estatales de un centenario. Claro que más peligrosos son los olvidos. ¿Qué opinión tienes de la celebración del centenario del nacimiento de Pablo Neruda? ¿Qué conclusiones puden sacarse? 

Qué duda cabe de que Neruda merece todos los homenajes que se le puedan rendir, sobre todo durante el año de su centenario. El problema es que hay amores que matan, y en Chile se están acercando peligrosamente al punto de saturaciónYo he escuchado a muchos alumnos decir que ya están hartos de Neruda y que detestan hasta su manera de hablar. La cantidad abusiva de homenajes está produciendo un efecto negativo. Hay gente que los perciben como un desaforado culto a la personalidad que raya en la canonización, y eso no está bien.

Por cierto, tú lo conociste. Son divertidos y emocionantes los recuerdos que cuentas en “Lloverá una vez más sobre los cauces”.

Tuve la suerte de conocer a Pablo Neruda en persona. Hablamos en varias ocasiones, una de ellas los dos solos, por más de tres horas. Me habían advertido que era arrogante e inabordable, pero no sentí nada de eso. Muy por el contrario. Aunque en ese tiempo yo era un poeta que recién estaba empezando, él realmente se interesó en mis poemas. La verdad es que me sorprendió que me tomara en serio. Me dijo que yo escribía muy poco y me sugerió que escribiera un poema diario, pero eso es algo que nunca he podido hacer. Desde el punto de vista humano, lo que más me impresionó fue su actitud paternal conmigo. Como muchacho que había perdido a su padre a los 4 anos, valoré mucho esa actitud de Neruda.

¿Reconoces la presencia en tus versos de la antipoesía? Me parece interesante la tensión pacífica que estableces entre diversas estirpes. Tus poemas son una reunión de tonos clásicos y tonos antipoéticos, de gravedad y humor.

Elementos antipoéticos han existido siempre en la poesía universal. Bastaría con echarle un vistazo a la antología griega o a la poesía de los goliardos. En mi obra también hay elementos antipoéticos, pero son un ingrediente más, que coexiste con lo poético tradicional. Mis poemas emplean el habla informal, pero también el lenguaje literario; tienen notas de humor, pero no le tienen miedo a la seriedad. A diferencia de la antipoesía, que es bastante unidimensional, lo que hay en mi poesía es una convivencia pacífica o bélica de diversas estéticas: algo así como un pluralismo verbal.

La ironía es una constante, una forma de reconocimiento de los límites. La aplicas a la muerte desde Arte de morir, y al amor, especialmente en Mal de amor (1981). ¿Es la ironía un modo de decir aquello que es demasiado importante como para tratarlo sin distancia?

Lo que hace la ironía es crear una red de tensiones dentro del poema, subrayando el conflicto entre apariencia y realidad. Pero también sirve para decirnos algo sobre el sujeto. El sujeto se deja definir, no mediante autorreferencias explícitas, sino a partir de la actitud irreverente que tiene frente a categorías elevadas, como lo sublime o lo trágico, las que son humanizadas por el humor o la sátira. En vez del amante melodramático, lo que vemos en Mal de amor es un amante que va perdiendo realidad, hasta que su cuerpo desaparece totalmente y se transforma en un fantasma que sólo puede hacerse visible usando una toalla o una funda de almohada.

La ironía, como conciencia de los límites, ¿forma parte del peso que la muerte tiene en tu obra? ¿A qué se debe tu relación con la poesía medieval? ¿Con la Danza de la muerte?

La preocupación por la muerte estaba adentro mío, pero no encontraba el modo de expresarse hasta que me topé con los poemas medievales de tema fúnebre, entre ellos la “Danza de la muerte”. Me llamó la atención la forma en que combinaban la seriedad y el terror con el humor y la irreverencia. Pero también he pensado que nuestra época es como una nueva Edad Media... Un ejemplo sería el tema de la peste negra, que en la Edad Media se asociaba a la destrucción del mundo. En mis poemas esa peste es la radiactividad producto de la guerra nuclear, a lo que habría que agregar las imágenes apocalípticas que hay en muchos de mis poemas.

La verdad es que vivimos en una valle de lágrimas. Y tú, además, has conocido la cárcel y el destierro ¿De qué modo ha influido el exilio en tu obra? ¿En la configuración de un personaje poético consciente del desarraigo y la soledad humana? ¿En una relación más libre y distanciada con el lenguaje?

Al margen de los aspectos negativos que hay en todo exilio, el fenómeno del distanciamiento es fundamental en mi relación con el lenguaje. La experiencia en el extranjero me ofreció un nuevo contexto verbal, que en mi caso estaba formado no sólo por el idioma inglés, sino también por los otros hispano-hablantes que residen en los Estados Unidos. Sobre este trasfondo, mi propio idioma adquirió un relieve y una nitidez que me permitieron visualizar ciertas peculiaridades idomáticas que no percibía cuando vivía en Chile. Algunos versos de mi poema “Tratado de sortilegios”, aunque parecen medio surrealistas, proceden directamente de una conversación entre chilenos que escuché en Iowa City.

Esa experiencia propia de la injusticia profundizó además el peso medieval y moderno de la muerte social, de la guerra, de los desaparecidos.

Una de las preocupaciones centrales de mi poesía es la guerra en sus diversas formas y muy en particular el peligro de una guerra nuclear. Si uno emplea el término “poesía” en un sentido amplio, yo sostengo que la mentalidad poética es aquella que se opone a la mentalidad militar. En el pasado se podía entender que Garcilaso fuera poeta y soldado y hasta ha habido poetas, como Apollinaire y otros vanguardistas, que celebraban la guerra, pero los valores de ayer no tienen por qué ser los valores de hoy. Que después de miles de años todavía se vea la guerra como un instrumento aceptado por la sociedad, demuestra que el ser humano puede haber llegado a la luna, pero todavía no sale de las cavernas. La muerte como continuación de la política por otros medios es simplemente una aberración.

En tu último libro, Apariciones profanas ( Hiperión, 2002), remarcas la importancia de algo que flota en toda tu poesía: las apariciones. ¿Son algo así como una versión laica de las antiguas apariciones religiosas? Irrumpen en la poesía los fantasmas personales e históricos, resumen de una experiencia.

Lo que ocurre es que antes de escribir un poema necesito que se presenten estas apariciones. Son como un llamado o como el fantasma que enciende la vela. Primero tengo que descifrar qué me quiere decir ese llamado, y a partir de ahí se despliega el resto del poema. La aparición se hace perceptible con un cuerpo verbal determinado. Si no hay aparición no hay poema, y como no me visitan todos los días ni puedo invocarlas a voluntad, hay largos períodos en los que no escribo nada. Pero también están las otras apariciones, que son esos fantasmas que deambulan por mis poemas. Y hay algunos que he denominado pre-fantasmas. No son espíritus de personas muertas, sino espíritus de seres que existen antes de que se genere la materia biológica que los va a albergar.

Y luego están los personajes históricos que aparecen, perviven y te permiten dialogar contigo mismo o con la historia. Freud, Nietzsche, Rimbaud..., ¿qué te interesa de los personajes que protagonizan algunos de tus poemas? ¿Te apropias de ellos como de los recuerdos del personaje poético Óscar Hahn?

Es posible que el punto de contacto entre esos personajes sea la idea de “desarreglo de los sentidos”. Rimbaud necesitaba ese desarreglo para hacerse vidente, Nietzsche sufre un desarreglo mental y va a parar a un manicomio, y Freud lo analiza en el campo del inconsciente. Todo esto bordea o cae de plano en el tema de la locura, que está como soterrado en muchos de mis poemas. También es posible que esos personajes sean “personae”, en el sentido de Ezra Pound, o máscaras que ocultan el rostro del que las mira.

Acabas de publicar en la Editorial Andrés Bello tu Obra selecta. El poema prólogo, “¿Por qué escribe usted?”, deja claro que hay mil razones para escribir, una fusión indivisible de la cultura y de la vida. Al reunir tu obra, ¿has reconocido algunos ejes, algunas claves, en la configuración de tu mundo?

La primera vez que tuve la voluntad de visualizar mis poemas como conjunto fue cuando se publicaron mis “Obras selectas”. Acababa de releer “Fragmentos de Heráclito al estrellarse contra el cielo” y me pregunté: ¿Y por qué Heráclito? Y ahí mismo se me ocurrió una de las claves posibles. Mi interés en el pensamiento de Heráclito tiene que ver con la “coincidencia de los opuestos”, pensé. Algunos de los opuestos que hay en mi poesía son: amor/muerte, vida/literatura, fantástico/realista, consciente/inconsciente. Estas oposiciones no sólo “co-inciden” en mis poemas, sino que además son neutralizadas de una manera semejante a como lo hace la literatura fantástica.

Y, en general, ¿qué lugar ocupa la poesía en la sociedad contemporánea? ¿Qué simboliza?

Desde hace algunos años se ha venido repitiendo que la poesía es un arte moribundo. Me parece que esta aseveración parte de una premisa falsa: la que afirma que en el pasado la poesía era poco menos que un arte masivo. Lo cierto es que en el siglo XXI las posibilidades de distribución de la poesía se han ampliado muchísimo, y cualquiera persona que revise las páginas de internet puede comprobar que hay más poetas y más lectores que nunca. Tampoco la premisa puede aplicarse a la calidad. Se afirma que hay pocos poetas nuevos de real estatura, pero la verdad es que siempre ha sido así. A la lista actual habría que sumar entonces todos los poetas importantes del pasado, cuyas obras siguen circulando en forma impresa o por internet, y todo eso constituye un caudal riquísimo. La poesía no puede desaparecer, porque es el lugar en el cual se preserva aquello que caracteriza a la condición humana como tal.

 

 Nirvana

Tienen rabia los cantantes de Rock and Roll

Tiene rabia Kurt Cobain

#

Golpean las guitarras contra la pared

como si golpearan sus rubias cabezas

#

Castigan los tambores hasta hacerlos sangrar

#

Soy mi propio parásito piensa Kurt Cobain

y mi heroína es la heroína

#

Vibran los platillos con los dientes apretados

Arden las llamas electrónicas

#

Hay un terrible olor a incienso en el escenario

Hay un terrible olor a azufre

#

Se metió

la pistola

en la boca

y disparó

#

Su mente quedó inactiva

y así logró la experiencia del nirvana

#

Tienen rabia los cantantes de Rock and Roll

#

Tienen rabia contra el mundo

Tienen rabia contra el inmundo

#

Tienen rabia los cantantes de Rock and Roll.

 

 

 Halcones

Los halcones de la noche

con ojos negros y grandes

te miran y no los ves

te espían y no lo sabes

hasta que un día cualquiera

te despiertas en la cama

y adentro de tu cabeza

los ves volando sin alas.

 

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