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Portada de Poesía vanguardista peruana, Tomo I, de Luis Fernando Chueca

Actualización: 24/01/2012

Luis Fernando Chueca

Poesía vanguardista peruana

Por Juan Carlos Abril

 2 volúmenes

Pontificia Universidad Católica del Perú

Lima

2009

Excelentes compendios preparados por Luis Fernando Chueca, destacado poeta asimismo de las últimas oleadas de poesía peruana e hispanoamericana en general (recogido en importantes y significativas antologías), y profesor de la Pontificia Universidad Católica del Perú y de la Universidad de Lima, los cuales esperamos que a través de esta reseña alcancen mayor difusión, por el valor histórico que poseen y por la oportunidad de tener en sólo dos volúmenes recogidos los mejores, inencontrables e importantísimos libros, en edición facsimilar, de la vanguardia histórica peruana de las décadas de los años 20 y 30, vanguardia que, dicho sea de paso, sentó las bases de una de las neovanguardias más importantes de la segunda mitad del siglo XX hispanoamericano, en el sentido de más reconocible y más original, y de la cual llegan hasta hoy mismo sus singulares huellas. Dos volúmenes que —en el probable caso de no poseer las ediciones príncipe, como lamentablemente nos sucedía a quien esto escribimos— deben formar parte de las bibliotecas de todo poeta, aficionado a la poesía, profesores de literatura, etc. que se precie de degustar y conocer este capítulo decisivo de nuestras letras.

El sabor de época es inigualable cuando se hojean estas páginas, por la austeridad a veces de las ediciones de obras que hoy son fundamentales de la lengua española como Trilce (1922), de César Vallejo (la cual es curiosamente la primera vez que se reproduce desde entonces en edición facsimilar), abriendo el primer volumen de esta Poesía vanguardista peruana, tras un extenso, de más de cien páginas, pero ameno y ajustado estudio de Luis Fernando Chueca, en el que da buena cuenta del estado de la poesía peruana de entonces, de las consideraciones actuales y retrospectivas, y de todo lo concerniente a su estima como vanguardia «auténtica» o no y que, para nosotros, se podría resumir —y es una opinión personal— en que da igual a la postre que los libros sean mímesis de la vanguardia o no, que las corrientes sean importadas o no, lo que importa son los resultados. En España por ejemplo Luis Cernuda escribió Los placeres prohibidos y Donde habite el olvido, y también está más que discutida la originalidad y propiedad de las vanguardias en España, siendo una suerte de reproducción sui generis de lo que ocurría más allá de los Pirineos. Ultra era un batiburrillo de lo que estaba sucediendo en Francia, Alemania e Italia, y las demás corrientes, entre las que destacan por su importancia el surrealismo, nunca tuvieron implantación real. Habría que recordar que, además, de la Generación del 27, a excepción del propio Luis Cernuda, ninguno de los otros poetas que se internaron de hecho en el surrealismo y del que podemos encontrar huellas en sus entregas de entonces, declararon abiertamente su adscripción a él, como son Aleixandre, Prados o Alberti, entre otros.

En efecto, Trilce es el poemario inaugural de la vanguardia peruana, posteriormente insuperable, y quizá también podríamos decir que es el gran poemario inaugural de la vanguardia en lengua española, aun a riesgo de olvidar otras muestras, autores y propuestas importantes. Pero, en cualquier caso, pocos libros de poesía pueden comparársele, de una hondura vital y lingüística conjugadas de tal modo, de una revolución expresiva y estilística tan radical pero que, en ningún momento, olvida al hombre. Antes bien, el hombre se encuentra en el centro de sus preocupaciones, al contrario de otros movimientos o corrientes de vanguardia —sobre todo europeas, pero también hispanoamericanas— que en muchos casos se olvidaron no sólo del hombre, sino de que los poemas se escriben para que los hombres los lean y sientan. Lo que llama la atención —o mejor dicho, lo que sigue llamando la atención— de Vallejo casi un siglo después, es que por detrás de todo el andamiaje de ruptura sigue habiendo un rabioso poeta que saca chispas de donde sólo hay madera mojada, que hace que florezcan ideas donde sólo hay frías palabras, que hace que la manipulación del lenguaje que le caracteriza no sea una mecánica operación de lavado de cara semántica, sintáctica o lúdica, sino una exploración vivida y un adentrarse de otro modo en la experiencia cotidiana. Ingenuidad y valentía para sacar del interior todo lo mejor sin que parezca que se han aplicado fórmulas, sin dar la impresión de que se obedecen doctrinas o manifiestos, sin que se haya superpuesto una plantilla, previamente diseñada en un aséptico laboratorio. La libertad respira en Trilce y muchos de estos ejercicios de otros autores y otros libros no han sobrevivido a la moda, que aquí es una lección ineludible de lo que fue poesía en un momento dado, asumido como tal y que hay que leer y conocer: un hito sin más apelativos.

Pero en esta recopilación tan oportunamente editada o reeditada, ahora que en España las nuevas generaciones de poetas están reivindicando de un modo u otro las vanguardias, hay otros poemarios facsimilares también destacados, que el lector español o de fuera del Perú —aunque también imaginamos que en el Perú será una cuestión que circule entre iniciados solamente— conoce algo menos, y que merece la pena que mencionemos, como son El perfil de frente (1924), de Juan Luis Velázquez; Ande (1926), de Alejandro Peralta; Una esperanza i el mar (1927), de Magda Portal; 5 metros de poemas (1927), de Carlos Oquendo de Amat; Descripción del cielo (1928); y una selección de los poemas vanguardistas de Martín Adán, por cierto, un excelente poeta: todos ellos del primer volumen. En el segundo se conjuntan los siguientes facsimilares: Hollywood (1931), de Xavier Abril, publicado en su día en Madrid; Cinema de los sentidos puros (1931), de Enrique Peña Barrenechea; Abolición de la muerte (1935), de Emilio Adolfo Westphalen, que es quizás, a excepción de Vallejo, el más conocido de todos y que mejor ha llegado a España; y La tortuga ecuestre (escrito entre 1938 y 1939), de César Moro. En fin, sin querer extendernos más simplemente nos gustaría recomendar vivamente este libro, estos dos volúmenes, que son una auténtica joya para nuestras estanterías, y que nos han dado tanta satisfacción. Goza la edición en el apartado final de una reproducción también facsimilar excepcional de notas, documentos, y textos, que merece la pena que señalemos, ya que se encuentran testimonios únicos que son imposibles encontrar de otro modo. Estos dos volúmenes, magníficos, de Poesía vanguardista peruana son, por tanto, muy necesarios y atractivos.

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