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Portada de No estaba lejos, no era difícil, de Joan Margarit

Actualización: 24/01/2012

Joan Margarit

No estaba lejos, no era difícil

Por: Benjamín Prado

Benjamín Prado escribe esta reseña del libro recientemente publicado del poeta catalán.

No estaba lejos, no era difícil, de Joan Margarit, es un libro de iniciación al revés. Es un libro de aprendizaje que consiste en aprender a ser viejo en un mundo que ya empieza a ser más de otros que suyo, de un hombre que ya no busca el éxito sino la calma, no busca el futuro sino, como mucho, la posteridad. Es un libro que tiene a la vez algo de cuenta atrás y algo de ajuste de cuentas, en el que se avanza retrocediendo, que es el modo de avanzar de los que yo quieren que les pase algo sino comprender lo que les ha pasado. Es un libro que habla de una edad propicia a los inventarios y los resúmenes, más dotada para la reflexión que para la acción, en la que la memoria ocupa el lugar de las esperanzas y la serenidad es un buen sucedáneo de las aventuras. Su evidente tono moral indica que el autor se ha dado cuenta de que cuando uno no puede seguir dando malos ejemplos tiene que conformarse con dar buenos consejos.

Su protagonista vive "en una soledad parecida al amor / que tal vez sea el amor": es decir en una época en la que uno ha aprendido a hacerse del tamaño de las circunstancias, a negociar con sus desdichas y a sobrellevar sus pérdidas, que de todas formas reaparecen en forma de fantasma y, muy especialmente, de dos fantasmas que expresan la lógica y lo ilógico de la vida, lo aceptable y lo incomprensible: me refiero a los fantasmas de su madre y de su hija Joana, que a veces regresa al anochecer, "hecha sólo de tiempo", para asegurarse de que la cicatriz sigue en su lugar y sigue siendo una frontera. Por supuesto que lo es, porque la muerte de los otros parte en dos nuestra vida, nos hace pensar que los sueños nos engañan y que en realidad "la tierra prometida era la muerte", aunque a cambio nos enseña a ser menos soberbios y más compasivos: cuando el narrador de los poemas visita en Jerusalén el Museo del Holocausto, ve las fotografías de otros niños muertos y se dice: "soy demasiado viejo y he de llorar por todos."

No estaba lejos, no era difícil es, entre otras cosas, un canto a la serenidad, pero a una serenidad que también tiene su épica, la de las cosas normales, la de los miedos comunes, representados de forma inmejorable en CERRANDO EL APARTAMENTO DE LA PLAYA, con esa melancolía del que siente que cada verano es una playa tachada y se pregunta cuándo volverá; y en mis dos poemas favoritos, PENALIDADES y PAREJA: en el primero, que hubiera pagado Raymond Carver por escribir algún día, una visita al hospital oculta un drama y el regreso a casa es un camino en el que la carretera oscura es menos oscura que los malos presagios que produce toda salvación, que en el fondo no es más que una advertencia. En el segundo, PAREJA, un matrimonio mira desde la ventana el camino de entrada a su casa, sobre el que ha crecido la hierba porque, según dice, ya no les visita nadie, y él, que en otro poema se ha definido como una persona que "se conforma pero no sonríe", piensa, mezclando la gratitud y la nostalgia, que "El amor es ahora mirar por las ventanas / porque el pasado es una fiesta / para nosotros solos."

Joan Margarit, o al menos el narrador disfrazado de Joan Margarit que actúa en este libro de poemas, asegura que a estas alturas ya no siente nostalgia de la historia sino de la geografía y asegura que escribe poemas de los que no se pueden esperar hogueras pero sí quemaduras, puesto que él mismo lo dice en otro de los         que forman este No estaba lejos, no era difícil: "El la misma locura de siempre: calentarse / en el incendio que, sin llama alguna, / soy capaz de encender en cualquier calle."

Creo, en cualquier caso, que la mejor explicación de No estaba lejos, no era difícil, que seguramente quiere decir que la vida pasa más rápido de lo que imaginábamos, es el EPÍLOGO del propio Joan Margarit con que se cierra, donde dice que para escribir poesía hay que saber tratar al misterio con sensatez. A mí su fuego sin llamas me ha abrasado y su sensatez me ha vuelto completamente loco.

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