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Actualización: 31/01/2012

José Asunción Silva

Por Marco Antonio Campos

"Te recuerdo en la última de las fotografías: tu rostro lívido y tu barba sin arreglo preanunciaban la ruptura del reloj. Tu mirada ahondaba más el alma destruida que el verdor del pensamiento. ¿Por qué a lo largo del largo Magdalena todos los vientos fueron contrarios? ¿Pero qué verdugo a sueldo cortó en el mediodía la cabeza del cordero?"

José A. Silva (1865-1896)

Vaya historia que se llora en la ventana que da al jardín sin puertas. Los avatares van poniéndolo a uno del color que no se ve porque en el fondo uno termina a contraluz no queriéndose a sí mismo ni en los mejores días. La ceniza breve de tus años jóvenes me señala ácida la frente y me reclama que he vivido demasiado. Hoy ves desde la mínima casa de ceniza criptas agrietadas, tumbas decrépitas, oscuros pinos, el cielo azul con nubes y una parvada de palomas que anuncia en el descenso el primer día del nuevo cristianismo.

Una señora, con cuervo bajo el brazo, sale de la breve iglesia. Es noviembre. Húmeda está la hierba silvestre. Qué tristes, qué fríos, qué ciegos los muertos al oscurecer el mármol. ¿No llega de la sala de tu casa la música de Chopin o el tintineo de las cucharas a la hora de la cena? ¿Quién pasea ahora por plaza Bolívar y parque Santander?

Forastero de un país que yo ignoraba ¿qué me espera, igual que a ti, qué me espera si no, sino la mañana marginal y el mañana sin mañana? Algo en la edad madura nos lleva a marchar sin dirección lo que creíamos despasado. Miro el cielo. Pájaros bajan. Pasa una escala melódica en el aire. Por un raro milagro la flor de la azalea y la flor de la camelia no llegan a ser rosas.

Te recuerdo en la última de las fotografías: tu rostro lívido y tu barba sin arreglo preanunciaban la ruptura del reloj. Tu mirada ahondaba más el alma destruida que el verdor del pensamiento. ¿Por qué a lo largo del largo Magdalena todos los vientos fueron contrarios? ¿Pero qué verdugo a sueldo cortó en el mediodía la cabeza del cordero?

Lagentevayvieneporelcamposanto. Viene y va. Pregunto pero nadie sabe dónde yaces, ni quién eres, ni qué significas para el lector triste, ni qué es un suicida en la gloria del país cainita. Como si nadie preguntara a nadie, porque a fin de cuentas ¿qué busca uno en la mañana de noviembre si ya lo perdió el frío? ¿Por qué no saluda el susurrar del saúco si la flor nos dejó la mente en blanco?

Ya no te perseguirán las palabras Nocturno, Darío, París, Caracas, comercio, deudas, Elvira, el arte de la fuga, las sombras enlazadas…

El verdadero poeta es un solitario oscuro que no encuentra su sitio porque a la hora de las uvas no hubo Año Nuevo para él.

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