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Eduardo Mitre

Actualización: 24/01/2012

Eduardo Mitre

Poemas Sin darse uno cuenta y La clepsidra

Sin darse uno cuenta

 

Sin darse uno cuenta,
sin poder creer,
insólita como la adolescencia:
la entrada en la vejez.

También comienza con la propia voz
que de pronto un día
nos suena extraña, ajena,
y en el espejo una cara
nos mira
como si no fuera la nuestra.

Y uno vuelve a dudar,
a no saber quién es,
a ensimismarse y caer
en el pozo de la extrañeza.

Pero ahora no hay
padre a quien preguntar
o contra quien rebelarse,
ni madre en cuyo regazo
apoyar la cabeza
para que amaine
la fiebre o la soledad.

Y uno va por las calles
mirando, de soslayo, a las mujeres
que pasan radiantes,
avivando
ya más que el deseo,
una incurable
nostalgia de futuro.

Y de noche, al lado: el cuerpo amado,
no hace mucho deseante y deseado,
y ahora como el de uno:
cubriéndose avergonzado
con la sábana y las manos
la ajada desnudez.

Última adolescencia,
más grave y huérfana:
la entrada en la vejez.

Y al término de ella:
no ya la juventud,
tampoco la madurez.

 

La clepsidra

 

Y, como en un endecasílabo clásico,
llega el año, el mes, el día,
el instante en que uno se pregunta
si tal o cual persona conocida
(un viejo amigo,
un antiguo vecino,
una tía)
está muerta
o vive todavía...

Y, de pronto,
uno se da cuenta,
y tiembla.

 

 

 

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