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Actualización: 24/01/2012
Francisco Hernández
Poemas Monsieur de Breugnol y Les deux magots
Monsieur de Breugnol
A Philippe Ollé
Monsieur de Breugnol
no ha visto caer la nieve
en este día de pájaros ausentes.
Ha consumido diez jarras de café,
escrito a la carrera las últimas cien páginas
de una novela y ha imaginado
a madame Hanska
escuchándolo con los ojos,
mientras él le cuenta de las dolencias de sus pies,
de los feroces acreedores
y del crecimiento de su amor por ella.
El viento del invierno azota la puerta
y monsieur de Breugnol se inquieta:
deben haber llegado cobradores y policías
con la encomienda de apresarlo.
Se incorpora, se pone el abrigo y el sombrero,
saliendo después por la parte trasera de la casa
maldiciendo su suerte de artista del derroche,
para quien ningún dinero es suficiente.
Quiere unas manos suaves para reverenciarlas
o una chimenea siempre dispuesta
a calentar su espalda.
¿Es mucho pedir?
Monsieur de Breugnol corre hacia la rue Berton
sólo para caer de bruces en la nieve,
rompiéndose la nariz y la frente.
El viento no deja de golpear con sus nudillos,
una y otra vez,
la puerta principal de la casa.
Les deux magots
a Leticia
Antiguos comerciantes, adivinos o magos,
Les Deux Magots son el símbolo
de uno de los cafés más famosos de París.
De las fotografías distribuídas en sus paredes
-Hemingway, Picasso, Dora Maar, Simone de Beauvoir-,
es la de Borges la que resulta más inquietante,
más conmovedora.
El poeta argentino está al borde de las lágrimas
y casi podemos oír su petición a Les Deux Magots.
No es el milagro de recobrar la vista lo que pide,
sino algo más azaroso:
que María Kodama nunca deje
de ver por él.