Estás en: Defensa ...

José Marmol

Actualización: 05/06/2012

Defensa de la poesía: defensa de la vida

Por José Mármol

"Defiendo la vigencia de la poesía porque, además de ser la expresión más alta de las posibilidades estéticas de una lengua, hay en ella un hálito de trascendencia que se nutre de la más simple de las realidades, aquella que expresa cada día la voluntad del ser humano en reafirmar la belleza de la vida".

Publicado el 5 de marzo de 2011.

La poesía es un acontecimiento radicalmente estético, específicamente lingüístico; pero, sobre todo, visceralmente humano, plural, multívoco. El lenguaje es su esencia, su naturaleza, su materia y forma. La poesía va desde el lenguaje hacia el lenguaje mismo, y en ese trayecto, a todas luces simbólico, tiene lugar su entroncamiento con la vida y con la realidad, con la sociedad y con la historia, con el tiempo y el pensamiento, más allá de los fideísmos, manifiestos y modismos de toda laya.

 

Es en la preeminencia verbal de la poesía donde se encuentra su valor cultural y desde allí se hace posible su condición de entidad capaz de transgredir  los límites de la realidad misma, capaz de conmover la conciencia y el espíritu. Superación verbal del mundo llamaba George Bataille a esa facultad propia de la creación poética. De ahí que la poesía haya aparecido, en más de una época crucial de la historia humana, como senda clarísima hacia el amanecer de una nueva cosmovisión, una nueva sensibilidad, un nuevo entendimiento entre los hombres. Como lo proclamó Hölderlin, ante todas las demás ciencias y artes solo la poesía sobrevivirá.

Es el poder dialógico, en cuanto que entidad de pensamiento y lenguaje, el que imprime a la poesía un valor trascendente. Por ello sugería José Martí, que era tonto quien creyera que no era la poesía un bien tan importante para los pueblos como la economía u otra forma de sustento material. La poesía es un componente básico en el alimento espiritual de las naciones y culturas del mundo. De ahí que llevar poesía a los hombres, tarea con la que se contentó Pavesse con absoluta humildad, se convierta en una finalidad ulterior en la vida de un ser humano. Porque la poesía, dada su naturaleza de lenguaje y pensamiento, está facultada para trascender las circunstancias y el tiempo del sujeto mismo que la escribe, como también, su contexto histórico, ideológico y social.

La vigencia de la poesía como manifestación artística se sitúa más allá de la relevancia del tema, las pretensiones filosóficas, las aspiraciones emocionales o la tendencia ideológica o doctrinaria a que pretenda responder o servir. Es en una ética específica, la que Paul Eluard llamó ética de la forma, donde radica el auténtico compromiso de la poesía con los individuos, con la sociedad y con la historia. Esta ética define la identidad de la poesía como un acto de enunciación, como un hecho de lengua-cultura en cuya génesis se articulan el sujeto que enuncia, su lengua, sus costumbres y creencias, su cosmovisión y su tiempo. Ahora bien, en el acto de trascender cada uno de esos componentes, sin dejar de hacerlos suyos, es donde radican la vigencia de la poesía y la ética de su forma.

La poesía se rebela ante las injusticias y ante la escena dantesca de autodestrucción y odio que convierten el presente en un vergonzoso drama humano. Sin embargo, se atrofia la trascendencia intrínseca de la poesía cuando se le imponen mancuernas ideológicas y grilletes doctrinarios que la reducen a una función de propaganda. Cuando la poesía enaltece su especifidad de lengua y pensamiento, de símbolo y sentimiento, de experiencia y verdad, entonces, se transforma en defensa de la vida y de la auténtica libertad. Antes que atada a una función ideológico-partidaria, la poesía va de la mano con una misión social y humana que la convierte en un bien espiritual e intelectual con carácter testimonial perdurable, dado que habita en el lenguaje la condición de instrumento fósil de un tiempo y una cultura.

Defiendo la vigencia de la poesía porque, además de ser la expresión más alta de las posibilidades estéticas de una lengua, hay en ella un hálito de trascendencia que se nutre de la más simple de las realidades, aquella que expresa cada día la voluntad del ser humano en reafirmar la belleza de la vida, a pesar de los horrores del mundo en cada una de sus nefastas representaciones. De ahí que no haya podido el hombre vivir sin poesía. Y si no fuese más que el fracaso el destino final del hombre, tengamos presente que solo la poesía sobrevivirá.

Defensa de la poesía, porque es mi mejor y más comprometida forma de defender la libertad y la vida.

Share this